EDITORIAL
Los hechos son conocidos, pero si nos quedamos en ellos, perdemos todos. Luego de las matanzas de Cromañón y la discoteca Kiss –a los que puede sumarse las del Madrid Arena y el supermercado de Asunción-, Bomberos renovó su normativa y recordó recientemente a todas las intendencias que el jerarca municipal que autorice a un local sin habilitación de Bomberos tenía responsabilidad penal.
Bomberos queda así jugando el papel del malo. Pero ninguno de nosotros queremos que deje de jugarlo, que nuestros locales públicos tengan un mínimo de seguridad. Es más, docentes de algunos centros de enseñanza han parado porque no cuentan con el respaldo de una habilitación. En resumen, ese es un renglón en que todos queremos avanzar, no retroceder.
Pero también vivimos en una sociedad que ha aprendido a valorar la preservación de sus lugares culturales, incluso si son emprendimientos privados. Hace unos meses hubo casi una alarma pública cuando se conoció que los espectáculos perdían el espacio del Complejo Plaza a favor de la religión. Quizá la primera de esas movilizaciones fue a fines de los 80 la que quiso preservar la continuidad de la cafetería Sorocabana. Escritores elaboraron cuentos para un libro solidario, artistas plásticos donaron obras, se juntaron firmas. Desgraciadamente, la ecuación no cerraba, pero la empresa aguantó abierta casi una década más. Hace un par de años, un movimiento solidario parecido salvó el boliche El Tartamudo, que no tenía ni la cuarta parte de la trayectoria del Espacio Guambia.
Ni mucho menos de Guambia en general. La revista El Dedo –luego Guambia- de Antonio Dabezíes fue un capítulo importante en la caída de la dictadura. Lo decimos con todas las letras. Y, desde antes, “El Mudo” dedicaba amistad y apoyo a la gente del Canto Popular.
Toda ciudad debe tener sus nichos para manifestaciones culturales diversas. Eso lo sabe la IMM y lo sabe su División Turismo. O sea, es también de interés municipal encontrar una salida para que ese emprendimiento, ahí o donde sea, tenga continuidad.
¿Entonces? Aquí es donde cabe citar aquel aviso de un fabricante de maquinaria vial que decía: No hay soluciones simples, solo opciones inteligentes. Por lo que ha salido, regularizar ese local que hoy es de difícil acceso y con una sola entrada, costaría solo un puñado de miles de dólares. ¿Espacio Guambia no tiene amigos, como tuvo El sorocabana y El Tartamudo? ¿La IM no puede ayudar a elaborar un proyecto viable que pueda recibir apoyo bancario? En definitiva, si en la sociedad hay tanta carga emocional tanto a favor del Espacio Guambia como a favor de la seguridad, ¿no puede traducirse esa emoción en acciones concretas? Estamos para apoyar.
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