tiempos modernos

Hoy, gran coronación, hoy

-Llegó por fin el tan ansiado día. El día que permanecerá en la memoria de la Humanidad como aquel en que una humilde plebeya latinoamericana se convirtió nada menos que en reina de los Países Bajos. Lo que son las cosas, digo yo. ¿Quién iba a decir que una argentina subiría al trono de Holanda?

-Bueno, lo que pasa es que se encachiló con un mocito que resultó ser el heredero de la corona holandesa; él será el rey de Holanda, y ella, la reina consorte.

-Sí la verdad es que tuvo mucha sorte: ligó lindo la Máxima, ¿eh? No es para cualquiera eso de ennoviarse con un langa y de buenas a primeras enterarse de que es príncipe de sangre azul y que, por si fuera poco, se va a convertir en rey.

-A mí, qué quiere que le diga, estas historias tan románticas de un noble que se agarra un metejón con una plebeya me conmueven hasta las lágrimas. Me retrotraen a mi tierna adolescencia, cuando me devoraba las novelas de Corín Tellado; e incluso a la infancia, cuando el amor triunfaba sobre las diferencias sociales y la pobre Cenicienta conseguía –merced al número particularmente bajo que calzaba– ser rescatada de las garras vesánicas de su familia postiza por el apuesto príncipe.

-Bueno, no exagere. Mire que Máxima no es ninguna pobre cenicienta víctima de la sevicia de su madrastra y sus hermanastras. Es más, es de cuna bastante bacana, educada en los mejores colegios.

-Sí, ya sé. Pero eso no quita que no es de sangre noble.

-Debo reconocerlo: por sus venas corre sangre plebeya, y es argentina, como quien dice vecina nuestra.

-Sí, pero mire que para poder acceder al trono, tuvo que renunciar a su nacionalidad.

-Bueno, está en su derecho. Y además, fíjese que es todo por amor. Dijo que Guillermo Alejandro es el gran amor de su vida y que por eso se hizo holandesa; además, en Holanda no hay descamisados ni cabecitas negras como acá al lado, un país dominado por la chusma peronista.

-Sin embargo, también dijo que jamás olvidará a la Argentina, el país donde nació, ni a sus amigos del colegio, ni el dulce de leche, ni el Malbec.

-Mire usted. Así que en vez de queso y longaniza prefiere el dulce de leche para acompañar el vinacho.

-Y… sobre gustos no hay nada escrito, ¿vio?

-Sí, pero vino tinto con dulce de leche es algo medio raro.

-Bueno, usted vio cómo son los argentinos, que juegan al truco sin muestra, sin piezas, con un envido máximo de 33, con flores peyonas… Todo un gran dislate.

-Y Máxima, ¿sabrá jugar al truco?

-Ni idea. Pero si tiene tanto amor a su patria, no me extrañaría que fuera experta.

-¿Y tomará mate con bizcochos?

-Con factura, se dice; mire que además de jugar al truco sin muestra, los argentinos son tan raros que le dicen factura a los bizcochos.

-Bueno, bizcochos o factura, como usted prefiera. Habría que ver si en las panaderías de Ámsterdam venden corasanes, pan con grasa y margaritas…

-¿Y de quién será hincha? ¿De Boca, de River, o acaso de San Lorenzo, como el Papa Francisco?

-Pa mí que de ninguno de esos; pa mí, es del Ajax… para no desentonar, ¿vio?

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