tiempos modernos
En varios países de nuestra América sigue estando en el tapete el tema de la libertad de expresión del pensamiento, estrechamente vinculado con la libertad de prensa y el derecho a la información.
No es necesario reiterar que es uno de los derechos fundamentales, una de las libertades esenciales en todo régimen democrático; por algo los regímenes totalitarios se ocupan de cercenarla concienzudamente.
A menudo, cuando se reclama libertad de pensamiento, hay quienes replican diciendo que nadie puede conculcar esa libertad ya que el acto de pensar, de reflexionar, no es punible en virtud de que se trata de un acto íntimo en el que el individuo que piensa está a solas consigo mismo; de donde se concluye que la libertad que sí se puede reclamar en caso de que haya sido pisoteada es la de expresar el pensamiento y, sobre todo, la de divulgarlo.
No obstante, la libertad de pensamiento puede verse restringida. En efecto, un individuo sin instrucción, sin una formación adecuada, no está en condiciones de reflexionar sobre lo que sea como sí lo está aquel cuya mente y cuyo espíritu han sido estimulados desde pequeño. Del mismo modo, el individuo que tiene la cabeza ocupada en lograr “llegar a fin de mes”, o aquel cuya preocupación es cómo adquirir el producto que la publicidad obliga a tener, no tienen libertad de pensamiento. He ahí un serio obstáculo para que un ser humano pueda pensar libremente. Pero no es esa la única restricción a la libertad de pensamiento. Esta también se ve afectada por una información sesgada, interesada o tergiversadora, o lisa y llanamente por la falta de información; aspecto este último directamente relacionado con el derecho a la información, un derecho de dudosa vigencia en nuestro país en la medida que los medios de comunicación masiva conforman un oligopolio prácticamente excluyente. Y finalmente, el individuo está en cierto modo condicionado por una serie de pautas culturales, de prejuicios de la comunidad a la que pertenece, de valores y de mitos que ejercen una sutil presión inconsciente.
Queda claro, pues, que para contrarrestar todos estos obstáculos que amenazan la libertad de pensamiento, un Estado democrático debe poner el acento en la enseñanza pública, en la educación y en la formación de su gente, de manera tal de tener –en la medida de lo posible- ciudadanos libres con espíritu crítico.
Carlos Maggi había expresado algo que hemos venido repitiendo desde siempre. Me refiero a la alarma que nos causa la tendencia cada vez más marcada en las nuevas corrientes educativas a menospreciar las disciplinas humanísticas y a sobrevalorar el aprendizaje dirigido a la producción, a lo pragmático, a lo “útil”. Para su inserción laboral, los jóvenes no necesitan leer a Cervantes ni a Hegel, se repite una y otra vez; es preciso darles herramientas para que estén capacitados para competir en el mercado laboral, y para ello debe soslayarse o minimizarse el estudio de la historia, de la filosofía y de la literatura; éstas no son disciplinas cuyo estudio asegure obtener éxitos económicos. No se advierte que se trata de disciplinas informativas pero esencialmente formativas, que abren la cabeza de la gente, que estimulan la duda y el espíritu crítico. En cambio, la tecnología no es otra cosa que destrezas que se aprenden rápidamente. Son herramientas de gran utilidad práctica pero no son sino eso: herramientas, medios que no deben confundirse con el fin.
No estoy proponiendo una enseñanza libresca, encorsetada y obsoleta, pues no podemos negar la necesidad del aprendizaje de ciertas destrezas. Pero creemos que sería un craso error priorizar la educación tecnológica en desmedro de las ciencias humanas.
En resumen, para garantizar la libertad de pensamiento, la de expresión del pensamiento y la de divulgación del pensamiento, es preciso propender a una formación integral del individuo; y por otro lado, además de la formación, se debe lograr que los individuos estén debidamente informados.
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Jose Luis Figueredo
28 abril, 2013
14:42
Como califica el señor Guillot a la norma que le prohíbe a los docentes de escuelas y liceos, hacer declaraciones respeto de sus tareas a los medios?
lo mismo que a los policías y militares subordinados?
lo mismo que a los integrantes de las comisiones de fomento de las escuelas y liceos?
y a los administrativos de hospitales públicos?
y eso pasa en este régimen democrático, que é,l diferencia de los totalitarios!
A mi me parece que eso suena a control de la información, a usted Guillot no?