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Embestida conservadora contra la izquierda

La decisión del líder de Alianza Nacional, Jorge Larrañaga, de sumarse a la idea del Partido Colorado de unir fuerzas para enfrentar al Frente Amplio en Montevideo, aclara el panorama político, ya que corre a la totalidad del Partido Nacional hacia la derecha, espacio que hasta el momento era ocupado en esta colectividad básicamente por el “lacallismo”.

Creemos que es un acto de honestidad política que reconoce en la creación de este nuevo partido – a través de un nuevo lema– el objetivo de hacerse del poder en Montevideo e intentar abortar un proceso de cambios iniciado por Tabaré y los sucesivos gobiernos de izquierda en la capital del país.

Es mucho más honesta ante la ciudadanía esta alianza explícita que la que se dio en las últimas elecciones departamentales del año 2010 en el litoral norte, en donde el ala colorada de la derecha designó a un candidato “fuerte” en Salto y el ala blanca uno de “hule” (por no usar el término “heladera”) y en Paysandú exactamente a la inversa.

El resultado fue electoralmente impecable: en ambos departamentos la derecha desplazó a la izquierda del gobierno comunal, sin que ningún blanco se ruborizara de votar a un colorado ni viceversa.

Pero recordemos que no han sido Montevideo, ni Paysandú ni Salto, los primeros intentos de unificación del conservadurismo en este país. Sin ir muy lejos en el tiempo, quienes hoy matean en la chacra con el presidente Mujica, convocaron a votar a Jorge Batlle para impedir que la izquierda alcanzara el gobierno en 1999. Y lo lograron utilizando el mecanismo de una reforma electoral que ellos mismos habían impulsado y algunos de los nuestros acompañaron fervorosamente.

“Yo admito que cambié”, dice Larrañaga. Qué cambió, nos preguntamos nosotros.

Se pueden contar con los dedos de una mano los actos de apoyo del coloradismo, el nacionalismo y el “independientismo” en estos 8 años que lleva gobernando el Frente Amplio. La principal disputa es por adueñarse del liderazgo opositor.

Por lo que escribía al principio, una cuestión de honestidad política, anhelamos fervientemente que este acuerdo se pueda implementar ya para las próximas elecciones departamentales y que las expresiones de unidad política que a diario muestran blancos y colorados, puedan tener su correlato electoral.

Seguramente el discurso no va a ser la urgencia que tiene la derecha de recuperar espacios de poder. No creemos que el acto de honestidad intelectual llegue a tales extremos. Tampoco va a ser comparar gestiones frenteamplistas con las anteriores, comandadas por blancos y colorados tanto en democracia como en dictadura.

Difícilmente quieran traer a la memoria de los montevideanos lo que sucedía cuando no pasaban los camiones “basureros” y se armaban los “gigabasurales” (recuerdo los de la rambla portuaria, los de Mallorca y Mataojo, los de alrededor del hipódromo, los del costado de Inlasa, etc. etc.), las calles absolutamente a oscuras y días enteros sin pasar las líneas de ómnibus, y cuando pasaban costaba mucho subirse a uno de ellos (por la cantidad de pasajeros y por el precio del boleto). Tampoco va a haber ningún sublema de esta nueva Alianza que se llame “Por el camino de Elizalde”…

Seguramente buscarán “desideologizar” el discurso, centrar su preocupación en el “contribuyente” montevideano y en darle con un caño a cada una de las acciones que emprenda el gobierno departamental frenteamplista, algo similar a lo que ya hacen con el gobierno nacional.

Pero no nos debe preocupar si van juntos o separados. Es cosa de ellos.

La forma de volver a ganarles tiene una triple dimensión.

La primera es corregir los principales problemas, o a esta altura el principal problema de la ciudad, que es la basura. Basta de diagnósticos y a limpiar, aunque sea con los dientes y no porque la derecha ataque, sino porque los montevideanos lo merecemos.

La segunda es cerrar filas en torno al gobierno departamental y repeler todos los ataques, agravios y mentiras que se reiteran hasta el hartazgo sobre la compañera intendenta y su equipo de gobierno.

¿Que no era la mejor? ¿Que la forma en que fue electa no nos dejó contentos? ¿Que había otro candidato cantado? Todo puede ser. Ya está. Ya pasó. ¿Hasta cuándo vamos a seguir mirándonos el ombligo?

Sobre la gestión de Tabaré, Mariano y Ehrlich la gente ya laudó y nos volvió a elegir. La derecha se sentía derrotada previo a cada elección. La estatura política de sus candidatos era una muestra de ello. Ney, Analía y hasta Javier García fueron candidatos.

Y sobre la gestión de Ana Olivera hay mucho trabajo para defender. Solo los indiferentes, los que no conocen Montevideo o los perpetuos enojados, son incapaces de darse cuenta.

Además de honestidad y sacrificio, se han hecho miles de metros cuadrados de hormigón en las calles (no carpeta asfáltica) Garzón, Llupes, Santa Lucía, San Quintín, Avda Italia, Batlle y Ordóñez, Propios, Gral Flores, etc. Decenas de asentamientos realojados, mejoras en los parques y costaneras de los arroyos, nuevas líneas de ómnibus, cada vez más luminarias (encendidas), 18 centros de educación inicial para niños de hasta 3 años funcionando, nuevas plazas, peatonales en Ciudad Vieja, nuevo Hotel Carrasco, Bus Turístico, y muchos etcéteras más se han concretado en los últimos tiempos sin que la prensa les brinde la debida atención.

Van más de dos años y quedan más de otros dos para gestionar y seguir construyendo Montevideo, pero también para aguantar embestidas de lo que va a ser el nuevo partido que pergeñan los conservadores.

La tercera dimensión es que todos debemos salir en defensa de la gestión del gobierno departamental. Por supuesto que Ana, su equipo y la fuerza política, pero muy especialmente los legisladores frenteamplistas de Montevideo. Es hora de que aparezcan poniéndose codo a codo con su gobierno departamental.

Los de la oposición ya están en la cancha y vienen por Montevideo.

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