¿Y ahora…?

¿Qué van a decir ahora los que vaticinaban que poco menos íbamos a la guerra con Argentina por culpa de nuestro Presidente? Se les pinchó el globo…Cristina tragó saliva –no dijo ni una sola palabra en público sobre el tema- y sacó lo mejor de sí para resolver el desencuentro. Ni siquiera contestó públicamente la carta que le envió Mujica. Se mantuvo en silencio aunque seguramente le dolió lo que los micrófonos abiertos dejaron escuchar. Pero hay un gran trecho recorrido como para saber quién es Mujica, cómo ha sido con su gobierno y el de su esposo.

Lo que importan las relaciones con Uruguay, más allá del tropezón. Por eso a muchos no extrañó su gesto de llamar ella misma a Mujica para invitarlo a viajar en su avión presidencial. Como sucede con dos viejos amigos que han tenido un desencuentro fuerte pero que no tapa ni borra todo lo que los une.

Y aquí no se trata de pretender que todo es perfecto, que Mujica y Cristina son perfectos o que todo fue nada más que un malentendido. Al revés, el valor de la comprensión está en superar el error del otro. En asimilarlo y recomponer la relación, con la grandeza que la misma se merece.

Muchos en estos días compararon el episodio con los dichos de Batlle en el 2002, como cobrándole a Mujica que él también se podía equivocar feo. Se parecen solo en que ambos se salieron de la línea y que quedaron en evidencia pública. Mujica había puesto mucho de sí para recomponer la relación con Argentina. Había tragado mucha saliva y se había tenido que bancar hasta

acusaciones de ser genuflexo por parte de algún “bocabierta”. Por eso las consecuencias de su forma de hablar le tienen que haber enojado mucho consigo mismo. Es mi impresión.

También sirvió para medir el valor de los adversarios. Mientras la mayoría de la oposición se mantuvo en un silencio respetuoso, algunos medios festejaron el infortunio y le dieron un tratamiento casi como si estuvieran relatando el gol de Ghiggia en Maracaná. Quisieron vengarse así -sin asco- de algún desencuentro con el Presidente y vaticinaron (¿desearon?) pestes y calamidades para el país por “la vieja y el tuerto”.

Lo del título.