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tiempos modernos

Que no me toquen el bolsillo

Julio Guillot
periodista
PUBLICADO el Viernes 5 de abril, 2013

Como buen gobierno totalitario, el nuestro hace oídos sordos a la decisión de la Suprema Corte de Justicia que declaró inconstitucional el ICIR y ya prepara otro engendro para seguir metiéndonos la mano en el bolsillo de los hacendados.

Nada de que pague más el que tiene más: el asunto es que nadie de los que generan riqueza pague nada. ¡No a los impuestos!

¿Qué sociedad puede prosperar si los empresarios, valerosos y abnegados empresarios nativos y los benefactores inversores extranjeros que no desean otra cosa que el bienestar de la población, se ven esquilmados por el fisco glotón?

La riqueza de las naciones no se logra mediante una pesada carga impositiva a los que más tienen (como preconiza el Frente Amplio) sino permitiendo que sigan enriqueciéndose. Cuanto más ricos sean, mejores salarios pagarán, ¿o no? Pensar lo contrario sería suponer, injustamente, que los ricos no son solidarios, siendo que todos los domingos, al salir de misa, dan alguna moneda a los menesterosos.

El Estado es un monstruo insaciable que solo quiere meter la mano en el bolsillo de los empresarios, los que crean la riqueza, para pagar estipendios exorbitantes a una serie de funcionarios parásitos inservibles.

El Estado debe desaparecer por completo; todo debe estar en manos privadas. La salud, por ejemplo, no tiene por qué ser brindada por el Estado ya que los sanatorios privados son mucho mejores que los hospitales públicos. Otro tanto puede decirse de la educación: los institutos privados brindan una enseñanza de mejor nivel que las escuelas y liceos públicos. ¿Para qué tener una Policía inoperante para atrapar ladrones y rapiñeros si las empresas privadas de seguridad son más eficaces? La Justicia es de una lentitud exasperante, por lo que propongo que para la órbita penal actúe la Justicia Militar, que tan bien combatió a la sedición; y para los asuntos civiles, tribunales integrados por miembros de los bufetes de abogados más reconocidos.

Ese sería un verdadero país de primera, y no este país que castiga a los esforzados hacendados que crían ganado trabajando de sol a sol y lo exportan generando riquezas incalculables para el país.

En definitiva, lo único que debería estar en manos del Estado es el Mides, para asistir a los atorrantes que no quieren trabajar. Y para financiar esa asistencia social, nada mejor que un impuesto a la pobreza. En vez de hacer tributar a los ricos, que sean los pobres los que financien las obras sociales. No me diga, amigo lector, que no es una idea genial.

Por otra parte, sería la mejor manera de desestimular la holgazanería y terminar con la pobreza: yo quiero ver si queda algún pobre sabiendo que va a tener que pagar impuestos; todos, de apuro, se pondrán a trabajar para salir de la pobreza con tal de no pagar el impuesto.

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