Opinión

La enseñanza, nuestra responsabilidad

En pocos días, los distintos niveles de la enseñanza estarán en pleno funcionamiento. Tradicionalmente esos días son trascendentes para el país, para la familia uruguaya y para las nuevas generaciones.

El comienzo de los cursos, particularmente en la educación pública, es uno de los mayores gestos democráticos que vive cada año nuestra sociedad.

Allí se conjugan sueños y esperanzas de miles de uruguayos que apuestan a la educación de sus hijos como la única forma de autoconstruirse como ciudadanos, como seres humanos plenos. Por eso la responsabilidad de la sociedad, en sus distintas vertientes, es inmensa.

Es la familia uruguaya junto a las autoridades y al cuerpo docente nacional los que deben asumir la titánica tarea de saber conjugar la responsabilidad con la creación de un clima adecuado que permita una fértil convivencia, en tanto no hay acto educativo próspero si no se dan previamente esas condiciones.

Seamos conscientes, a la vez, de que desde la salida de la dictadura el proceso educativo no ha ido en ascenso, si bien en los primeros años se superó con creces lo hecho por el régimen cívico-militar: desde hace 15 años en materia educativa estamos estancados, lo que quiere decir que no hemos solucionado los problemas de fondo.

Si bien hoy la sociedad es más compleja que en la década del ‘50, no hay ningún justificativo para aceptar que las capas medias que mejoran sus condiciones de vida se vuelquen al sector privado de la enseñanza, haciendo esfuerzos económicos inmensos para que sus hijos tengan una educación adecuada.

Autoridades del Ministerio de Educación y Cultura, la ANEP, los distintos consejeros, el cuerpo docente, los funcionarios y los padres tienen que crear lazos profundos entre ellos, con el fin de que la muchachita y/o el muchachito abracen con cariño y hasta placer la aprehensión del conocimiento.

Para llegar a esto no alcanza con dos o tres reuniones anuales, sino con la instalación de un estilo de convivencia que se debe construir entre todos.

La tarea no será sencilla, en tanto la influencia negativa de la sociedad es inmensa. Particularmente por la situación de violencia que ha llegado hasta la intimidad de los hogares.

Es de esperar que los sindicatos docentes y las autoridades de la enseñanza sepan encontrar los necesarios espacios de diálogo donde la prioridad sean estas nuevas generaciones que no se merecen otra cosa que una educación vareliana, de mano y corazón extendidos.

 

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