En silencio y pacífica

“Familiares somos todos y eso nunca prescribirá”

Como si ayer fuese un 20 de mayo, en una tarde casi cómplice en el engaño del calendario que se vistió también de otoño, el profundo silencio volvió otra vez a ser ensordecedor en el centro de la ciudad cuando una multitud llenó la Plaza Cagancha, respondiendo a la convocatoria realizada por varias organizaciones sociales y políticas para protestar por las últimas resoluciones de la Suprema Corte de Justicia: el traslado de la jueza Mariana Mota de lo penal a lo civil y el fallo de inconstitucionalidad de la Ley Interpretativa de la de Caducidad.

Lo que pasa es que todo fue muy rápido, comentó alguien que recordó que, en apenas una semana, el Poder Judicial se expidió en dos dictámenes que provocaron el rechazo y el cuestionamiento de varias organizaciones sociales, entre ellas, del partido político mayoritario y de la central única de trabajadores.

La consigna del acto de ayer era el silencio y la presencia única y visual de insignias nacionales. Ambas se cumplieron. No hubo oratoria ni banderas partidarias ni sectoriales. Sí pancartas y carteles en los que se insistió, como desde hace 30 años, con verdad y la justicia.

Aunque hubo innovaciones en el reclamo y podían verse mensajes dirigidos directamente a la mandíbula del gobierno. “Es hora de anular la ley aunque el gobierno no quiera”, o “Legisladores del Frente Amplio, esto es su responsabilidad” o “Parlamentarios no más cuentos: es hora de anular”.

Precisamente, varios de los aludidos legisladores de esas pancartas estaban presentes en el acto: Eduardo Lorier, Mónica Xavier, Lucía Topolansky, Carlos Varela, Enrique Rubio, Alfredo Asti; algunos ministros como la flamante titular de Salud Pública, Susana Muñiz, y Daniel Olesker del Mides, varios jerarcas de la Intendencia de Montevideo, la ex ministra Marina Arismendi, y los ex representantes Óscar López Goldaracena y Lucas Pittaluga.

A las 18 horas la plaza comenzó a llenarse de público, algo que en apenas 30 minutos después provocaba ya cierto trabajo desplazarse en el lugar por la masiva concurrencia.

Las estrofas del Himno Nacional que otra vez se cantó como nunca, fueron las únicas palabras que se escucharon en la concentración.

Más allá, majestuosa, la sede del Poder Judicial permanecía ajena a la gente. Custodiado desde tempranas horas de la mañana por la Policía, el añoso palacio de Piria permaneció vallado y con presencia de efectivos a razón de uno cada dos metros, rodeándolo por todos los flancos. Voceros de la Jefatura de Policía de Montevideo aseguraron que el operativo era únicamente disuasorio, para evitar eventuales desmanes o pintadas en la estructura del edificio. A una cuadra de distancia de la Plaza Cagancha, por la calle Colonia y estratégicamente ubicadas, se apostaban unidades motorizadas antimotines del Cuerpo de la Guardia Republicana. Las agencias internacionales de noticias, que por varias cubrieron el acto, hablaban de “indignados” que protestaban contra fallos de la Justicia uruguaya. También destacaban que similares eventos se realizaban en capitales departamentales del Interior.

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