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tiempos modernos

El emperador y la pastelera

Irene Quake PUBLICADO el Jueves 4 de octubre, 2012
La República Digital

La cosa fue así: el rey de los mayas quichés, de Guatemala, llamado Qikab, venció o se alió con sus vecinos de parcialidades emparentadas y, reuniendo fuerzas de trece tribus conquistó toda la zona, unas 36 ciudades. Parece que pese a su fama de gran mago, no le tenían tanto miedo y varias parcialidades quichés se unieron contra él, llevando al poder a su hijo, que apenas pudo evitar que mataran a su padre. “De esta manera, tomaron el poder los soldados y el pueblo”, dice una crónica. “El pueblo y los vasallos dejaron de engrandecer a los reyes”.

“En seguida -continúa- comenzó otra revuelta contra los reyes… La mujer que dio origen a la revuelta se llamaba Nimapam Ixacacauh. Esta mujer había ido a la ciudad de Gumarcaah a vender tortillas de maíz y un soldado de la guardia del rey se las quiso arrebatar. La mujer se negó a darle las tortillas por la fuerza y el soldado fue rechazado a palos por la mujer.”

Gran lío, los quichés querían a la mujer. Los reyes cakchiqueles se negaron a entregarla. “La soldadesca” envió tropas de castigo al mando del depuesto Quikab, que entró a la ciudad, dijo pestes soeces contra los plebeyos, pero les anunció: “la suerte está echada” (literal, aunque en maya). Así que abandonen la ciudad y hagan otra más allá “y en cuanto a vosotros, plebeyos, que mi maldición os acompañe en vuestro triunfo”. Así se hizo ante la vigilancia de los soldados. La alianza de los quichés se había roto y su gloria se eclipsó.

Tiempo después, una helada liquidó la cosecha de maíz de los cakchiqueles, lo supieron los quichés y prepararon una expedición contra la nueva ciudad, llevando sus armas, pinturas, plumas y su dios Tohohil. “Los guerreros venían de todas partes, no era posible contar la gente; no eran ocho mil; no eran dieciséis mil.” Los cakchiqueles se enteraron -el espionaje funcionaba-, y los emboscaron y aniquilaron. “Resonaban los alaridos, los gritos de guerra, las flautas, el redoble de los tambores y las caracolas, mientras los guerreros ejecutaban sus actos de magia”. Ahora lo que no se podía contar eran los muertos; se rindieron los reyes quichés -tenían titular y suplente- “y entregaron a su dios”.

- ¿Y por qué me cuenta eso?

- Lo leí en una crónica cakchiquel que compré en la feria a diez pesos. ¿No le emociona que el fin de un imperio lo haya desencadenado una vendedora de pasteles con dignidad? ¿Cómo no hay una calle Nimapam Ixacacauh?

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