editorial

Trabajo doméstico

El servicio doméstico es un ámbito en que por definición las relaciones laborales son más difíciles. Difícil la desproporción de poder entre las partes contratantes, difícil la fiscalización, difícil la convivencia por rozarse lo laboral y lo íntimo. Partamos de esa realidad. Mientras exista, será un campo minado para los derechos laborales.

La semana pasada se sucedieron hechos que no debiéramos dejar pasar, porque hacen a lo que somos como sociedad. No tenemos que permitir que esto se barra bajo la alfombra.

Es conocido que el Ministerio de Trabajo entró en unas viviendas con orden judicial y confirmó denuncias de malos tratos que lindan con la semiesclavitud de las empleadas, traídas de Bolivia. “La Diaria” ya se preguntó si el resultado del operativo es justo, ya que se limitó a darle a los empleadores plazo para regularizar su situación. La pregunta es pertinente, ya que según los trascendidos, podía haberse recurrido no solo a multas, sino a la ley penal.

Una de las trabajadoras –que inició la denuncia con el colectivo Cotidiano Mujer– relató a “Brecha” que la patrona las aterrorizaba con cárcel debido a que eran ilegales y debido a sus ilimitadas influencias. No tenían más que cuatro horas libres por semana y no podían hablar entre ellas porque las espiaba con cámaras ocultas desde Punta del Este. Eso, sin contar impertinencias y faltas de respeto que pueden configurarse como violencia psicológica, así como presiones físicas para impedir que se “escaparan”. Aun si los detalles no pudieran probarse, el solo hecho de que se “importe” personal desde Bolivia hace pensar que el objetivo era aprovecharse de ventajas irregulares. Como dicen los jueces penales: ese es el modo en que suceden las cosas. Y si eso estaba siendo generalizado, es un problema para todo el Uruguay.

En este marco, la Liga de Amas de Casa emitió una declaración especialmente infeliz. No hace hincapié en deslindarse de la patrona infractora, como hubiera hecho cualquier sindicato, sino de que el MTSS haya realizado el operativo, lo que “les impide vivir con tranquilidad”. Realmente, eso no era tranquilidad, sino violencia doméstica.

Se quejan de que no se haya preferido hacer una campaña de información, en lugar de fiscalizar. Perdón, pero estos patrones eran empresarios, algunas cosas tenían clara, precisamente; las irregularidades no eran de detalle sobre el cálculo de las incidencias de la licencia en el cálculo del aguinaldo. Y las mujeres explotadas y aterrorizadas no podían esperar a que sus patrones se dieran por enterados.

Vuelven a hablar de relaciones “especiales” que recuerda a los estancieros cuando dijeron que no se precisaba una ley de trabajo rural porque los peones eran sus amigos. Tan amigos que les gustaba trabajar de sol a sol sin cobrar el mínimo ni el salario vacacional. Con amigos como estos…

Finalmente, critican que los medios hayamos difundido el hecho como escandaloso. Perdonen, pero es escandaloso. No queremos perder la capacidad de asombro.

Y ojo, creemos que la Liga, sus integrantes, están trabajando de forma positiva y sinceramente en todo este tema. Pero aquí le erraron.