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Editorial

Acerca del control sobre los medios

Editorial PUBLICADO el Domingo 12 de agosto, 2012
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Obviamente que la palabra “censura” es una voz malsonante para los espíritus libres pues cercena el derecho a la emisión del pensamiento, a la difusión de las ideas y, en general, a la libre expresión artística. LA REPÚBLICA, heredero de aquellos diarios que hace cuarenta años hicieron oír su voz denunciando los desbordes autoritarios de la predictadura pachequista y sufrieron por esa actitud valiente censuras y clausuras, se mantiene inconmoviblemente aferrado a sus principios contrarios a todo tipo de censura e injerencia estatal.

Ahora bien, suele confundirse la libertad de prensa con la libertad de empresa, y en nombre de la primera, se busca preservar la segunda que, para los grandes medios, es la que verdaderamente importa. Aquí se da un fenómeno interesante. Por un lado, esos medios amigos del establishment son los encargados de divulgar y reproducir los valores propios de las clases dominantes y del gran capital de manera de mantener el status quo; y por otro, en consonancia con esos mismos valores característicos del modo de producción capitalista, es fácil advertir que esas empresas periodísticas no persiguen otro fin que el enriquecimiento; dicho de otra forma, están guiados por el afán de lucro.

Esa lógica inmoral del capitalismo tiene como resultado la prescindencia más absoluta de todo lo que tenga que ver con la superación cultural de la población y, en definitiva, con la educación de la sociedad. Bueno es tener presente que esos medios -sobre todo los audiovisuales en razón de su capacidad de penetración para llegar a todos los sectores- están, a su modo, educando a la gente, moldeando sus gustos y costumbres, manipulando sus intereses y aspiraciones, generando necesidades de consumo muchas veces prescindibles.

La educación no se limita a la enseñanza que se imparte desde los institutos públicos y privados; sería un grave error suponer que tan delicada tarea solo está en la órbita de la ANEP. Educar no es solamente impartir conocimientos o enseñar el dominio de ciertas destrezas: es también -o fundamentalmente- incorporar valores y comportamientos que vuelvan apto al individuo para la vida en sociedad y, sobre todo, para hacerlo desarrollar su espíritu crítico y hacerlo más libre.

Entonces, cabe preguntarse si, así como el Estado establece reglas, fija las metas de la educación y controla a las instituciones educativas privadas, no debería, también, establecer ciertas pautas y verificar los contenidos de lo que se publica y de lo que se emite por las ondas de radio y televisión que son propiedad de la nación. ¿En qué medida tienen derecho las difusoras privadas a emitir -so pretexto de que están satisfaciendo el gusto de la gente- programas de pésimo nivel que promueven y exaltan la chabacanería, la procacidad y el mal gusto?

Es atribución del Estado velar por la preservación de ciertos valores que están en la esencia de una sociedad de hombres libres.

 

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