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No olvidarse del pasado

editorial PUBLICADO el Martes 31 de julio, 2012
Editorial

Se cumplen 10 años del corralito bancario, en plena crisis del 2002. Pasó, por cierto, una década. Poco tiempo para la sociedad, pero mucho tiempo para la memoria colectiva.

Recordar aquellos días da hasta escalofríos; de alguna manera miedo, y también desazón. El país se iba al diablo y con él todos nosotros. A pesar de todo ello es bueno no olvidarse de aquellas horas, cuando queremos pararnos ante el presente. Solo por ser objetivos, solo por ser sensatos. Por cierto que vale la pena analizar lo que nos pasó, lo que nos está pasando y lo que nos puede pasar. Sabiendo, además, que no hay que olvidar lo ocurrido, pero tampoco desconocer nuestra actual marcha, muchas veces contradictoria, pero que tiene un rumbo y un avance sistemático, a pesar de que el mundo capitalista más desarrollado no encuentra remedio y que las consecuencias de la crisis golpean en nuestras fronteras, como si golpearan en las puertas de nuestras casas.

En aquellos días dramáticos, plenos de angustias y de incertidumbre, todos sentíamos que el presente y el futuro, en una sola mano, se nos iban entre los dedos. Por eso centenares de jóvenes y no tan jóvenes hacían (hacíamos) colas frente a las embajadas de Italia y España para que se nos reconociera nuestra segunda nacionalidad. Es que el mañana ya no estaba en el terruño, sino en la patria de los abuelos.

Hoy la situación es muy otra. Hace diez años los bancos estaban en crisis, los ahorros se perdían por la crisis bancaria pero también por los especuladores que secuestraban su dinero rumbo a plazas financieras de dudosa moral.

Hoy estamos en otra situación, por encima de los líos domésticos y de los malhumores regionales. En Uruguay, nuestro Uruguay, cada vez hay menos pobres, crece la inversión externa y las exportaciones, los jubilados y pensionistas ganan cada vez más aunque aún no sea lo necesario, el sistema de salud se extiende, la educación avanza, los conflictos sindicales se resuelven de forma civilizada, la inseguridad está presente pero nadie se entrega ante tremendo flagelo que tuvo sus orígenes a partir del 2000.

No es el momento de cobrar el pasado a las fuerzas políticas que gobernaron en aquellos años, pero el progresismo tiene todo el derecho a exigir – sí, a exigir- que el sistema político salga de la mezquindad y reconozca que estamos en una nueva época, muy distinta a la de aquella tragedia que nos dejó lastimados en el alma.

En momentos de evaluar nuestras vidas y la de la propia comunidad, hay que tener todo esto presente. Es verdad que estamos lejos de que el cuerpo educacional del país tenga los ingresos suficientes para dignificar la vida y la dignidad de la profesión educativa. Pero si comparamos el hoy con la realidad de hace diez años, podemos decir que vamos bien aunque nos falte mucho. Y este tipo de razonamiento es válido para otros sectores sociales que también reclaman, que también exigen y que hay que tenerlos muy presentes.

Para cualquier análisis del futuro, no se puede desconocer aquel corralito que no solo fue bancario, sino que fue un corral para la esperanza, para la dignidad nacional, para la reafirmación de una comunidad que tiene mucho para poder salir adelante. Y en eso estamos. Por eso vale no olvidar, por encima de distintas corrientes políticas, económicas, filosóficas y culturales.

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