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Editorial

Esclavitud del siglo XXI

Editorial PUBLICADO el Sábado 28 de julio, 2012
Editorial

Se ha presentado recientemente un protocolo de actuación destinado al servicio exterior con el objeto de ilustrar a los funcionarios sobre la forma de actuar cuando alguna compatriota víctima de explotación sexual acude a una sede diplomática en busca de ayuda.

La trata de personas con fines de explotación sexual comercial (o “trata de blancas” según la denominación clásica) es un fenómeno al que no escapa el Uruguay y es uno de los delitos más repugnantes.

Si empleamos el adjetivo “repugnante” es porque hay delitos y delitos, y porque no es lo mismo arrebatarle la cartera a una viejita que acaba de cobrar su jubilación, que robar la radio de un automóvil; y tampoco es lo mismo violar una caja fuerte que violar a una persona. En general, los delitos contra la propiedad suelen tener una causa socioeconómica, y por más que a todos nos indigne que nos sustraigan parte de nuestro patrimonio (o del patrimonio del prójimo) y que todos clamemos por mayor seguridad, la indignación que cualquiera siente ante una violación es muchísimo mayor que la que nos invade ante un hurto.

Entre esos delitos particularmente repugnantes tiene un lugar privilegiado el proxenetismo. Claro está que son modalidades delictivas que siempre existieron, pero tal circunstancia no disminuye la repugnancia que causan.

En el país han existido y existen organizaciones dedicadas a engatusar y atraer con engaños más o menos sutiles o más o menos burdos a jovencitas incautas para reclutarlas como mercadería a ofrecer a clientes libidinosos y solventes en países extranjeros.

Muchas veces oímos decir: “mirá que no las obligan a prostituirse… ellas aceptan porque les pagan bien”. Igualmente doloroso. En una época en que se consolida la cosificación de la mujer y las gurisas se encandilan con el lujo y la farándula, soñando con ser modelos; en tiempos en que se fomentan los medios fáciles de hacer dinero, nada cuesta despojar a esas chiquilinas de toda barrera moral que pudieran haber incorporado en su infancia, tentándolas con la posibilidad de alternar en ambientes lujosos y participar en fiestas que solo vieron en el cine o en la tele.

En fin. Tal vez la legislación debiera ser más rigurosa para con quienes se enriquecen a costa de la degradación.

 

Un Comentario

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  1. LA CULTURA DEL PORNO Y EL CRIMEN ES LA NORMA EN EL CAPITALISMO. DEBE SER TRATADO POR LOS ORGANISMOS INTERNACIONALES, PERO ELLOS ALIENTAN LA PROSTITUCIÓN EN TIERRAS ARRASADAS COMO EN LOS BLACANES O LA EX UNIÓN SOVIÉTICA, ATROZ EL PANORAMA.