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Editorial

El Uruguay del futuro

Pablo Ferreri PUBLICADO el Lunes 30 de julio, 2012
Pablo Ferreri

En momentos donde la agenda se satura con episodios muy relevantes pero justamente coyunturales, me pareció bueno hacer un alto en el camino y reflexionar acerca de cuestiones de fondo, que tienen que ver con la matriz ideológica que nos hace sentir y pensar de una determinada manera. Esto es, reflexionar acerca del por qué y para qué militamos políticamente, asumimos responsabilidades de gobierno y trabajamos todos los días. En definitiva se trata de hacer el esfuerzo por elevar la mira y ponerla, aunque sea por un ratito, en el horizonte, adonde se ubican nuestros sueños e ideales y que nos marcan la utopía que queremos alcanzar.

Y allí es donde dejamos de lado los problemas y discusiones diarios (a veces muy importantes, pero a veces también muy menores) y nos enfocamos en el objetivo final, la transformación de la sociedad, con mayor equidad, justicia social, igualdad de oportunidades e igualdad en el ejercicio de derechos; lo cual implica un proyecto nacional de desarrollo.

 

¿Qué entendemos por desarrollo?

 

El desarrollo social tiene como condición necesaria para sustentarlo, al desarrollo económico, pero este no es, en ningún caso condición suficiente.

El conjunto de valores asociados al concepto de nación desarrollada, no puede, no debe explicarse solamente por la evolución de los parámetros descriptivos de la economía como el PIB, la inflación, el desempleo o la balanza comercial.

Es que desde una mirada de izquierda, la prosperidad no es el objetivo, el objetivo es la transformación de la sociedad.

Estas y otras variables deben ser tratadas con rigor, profesionalidad y responsabilidad, pero no como un fin en sí mismas, sino como base fundamental que sustente la construcción de igualdad de oportunidades, de capacidades y de ejercicio de derechos, que son valores intrínsecos del concepto de desarrollo en nuestro país. Esto viene desde las raíces mismas de nuestra identidad nacional y se proyecta hacia el futuro como un rasgo distintivo del Uruguay.

Por ello resulta conveniente repasar algunas ideas, valores o principios que en nuestro país jamás pueden estar disociados del concepto de desarrollo o prosperidad.

Por ejemplo, los uruguayos más allá de increíbles mejoras en los indicadores económicos, no entenderíamos nunca por próspero un estadío en el cual no se pudiera ejercer a plenitud la democracia, la libertad y la participación. Por ello, un proyecto nacional de desarrollo debe tener en el centro de la escena al rol ciudadano, con conciencia republicana y ciudadana.

Por ello siempre debemos tener presente ala Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU para incorporarla como dogma en un proyecto nacional de desarrollo, que en su artículo 1 establece:

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

Tampoco entenderíamos los uruguayos que la transformación de la sociedad, apuntando a la prosperidad, no vaya de la mano con mayores niveles de equidad y justicia social. La valoración de la igualdad en el imaginario colectivo nacional está (por suerte) fuertemente desarrollada y no podría quedar nunca fuera del centro de una discusión acerca del desarrollo futuro.

Es que, al decir de Federico Mayor Zaragoza, “debemos enfocarnos en un desarrollo humano y sostenible, que tenga por finalidad ofrecer horizontes más amplios a la libertad individual y bases más sólidas a la justicia.”

Para atender a este concepto más amplio de desarrollo debemos tener en cuenta múltiples dimensiones, algunas de las cuales pretendemos abordar en este libro, y seguramente, muchas otras quedarán para futuros debates.

No es posible fijarse un objetivo de desarrollo y transformación de la sociedad que no tenga en cuenta variables tan disímiles como las tendencias en la población, la pobreza y la marginación; los cambios en la forma de vivir, cambios en las ciudades y en el área rural, el porvenir de los transportes; la lucha contra el consumo de drogas y el narcotráfico; el cuidado del medio ambiente, las fuentes de alimentación y energéticas.

Y por supuesto resulta imprescindible incorporar la dimensión cultural como causa y consecuencia de un proyecto nacional de desarrollo.

Causa porque no se construye mayor equidad y justicia social sostenibles en el tiempo solamente con transferencias monetarias o recaudación de tributos socialmente más progresivos, para que ello perdure es absolutamente necesario contar con una política educativa de largo plazo, que permita generar igualdad de oportunidades y de aprovechamiento de las mismas en base al conocimiento y la educación.

Solamente con elevados resultados fruto de una educación de calidad, es que los más humildes podrán, a través del mundo del trabajo apropiarse del crecimiento y la prosperidad, es del trabajo que surgen en definitiva todas las posibilidades de cambiar la vida de la gente, de llevar adelante el proceso de transformación social.

Romper con el paradigma de no acceso a la prosperidad por no aprovechamiento de oportunidades existentes, debido a la falta de educación es uno de los desafíos fundamentales que tenemos como país. Resulta esto particularmente claro en el contexto actual, donde en un contexto de bonanza económica sin precedentes en nuestra historia contemporánea, miles de jóvenes no pueden progresar debido a que por falta de formación no pueden acceder a la demanda laboral existente.

También la dimensión cultural debe ser vista como causa de la prosperidad, asociada a la capacidad de investigar e innovar que debe tener una nación que aspira al desarrollo sustentable, basado en la construcción de capacidades propias. Un país que no investiga y no innova, no crece, la evidencia empírica al respecto es demoledora.

Aquí se debe entender el papel clave del Estado en la creación de alianzas con el sector privado y en la tarea de asegurar la disponibilidad de recursos financieros y humanos. El conocimiento se traduce en un mayor valor agregado para los productos de los distintos sectores de la economía.

La dimensión cultural también tiene que estar asociada a la generación de capacidades en el mundo empresarial, que permita contar con un sector empresarial de excelencia, que apueste por la innovación, que arriesgue y que invierta, mejorando las capacidades productivas del país. Es esta una condición imprescindible para el desarrollo nacional.

También para contar con un mejor accionar estatal es fundamental contar con gobernantes formados, capaces de diseñar políticas públicas de calidad, que den el marco de acción de la sociedad y a su vez permitan impulsarla en la consecución de los objetivos trazados.

Por último, también debemos tener en cuenta que debemos aspirar a tener como consecuencia del desarrollo una dimensión cultural más elevada, que permita elevar el nivel de nuestra sociedad, donde todas las manifestaciones culturales y artísticas puedan tener su expresión, porque en definitiva son elementos que construyen nuestra identidad como Nación; el gusto por el estudio, por la investigación, por la innovación, junto con la música, la pintura, el teatro, las manifestaciones deportivas, expresiones artísticas populares como el carnaval así como otras tantas actividades culturales contribuyen a forjar el identikit de un país, dentro de la acepción más amplia de cultura.

En definitiva al decir de Federico Mayor Zaragoza los habitantes de una nación deben aspirar al pasaje “de súbditos a ciudadanos plenos. Ciudadanos “educados”, es decir que actúan en virtud de sus propias reflexiones. “Libres y responsables”: Así los define el artículo 1º de la Constitución de la UNESCO. Personas capaces de hacer pleno uso de las facultades creadoras distintivas de la especie humana, capaces de inventar su futuro, que nunca debe ser aceptado como irreversible. El fatalismo y el dogmatismo deben erradicarse para volar alto, sin adherencias ni lastres en las alas, en el espacio infinito del espíritu.
Ciudadanos implicados, comprometidos, que no se dejan amilanar, que saben superar el miedo que tantas voluntades atenaza.”

 

 

¿Cuál es el rol de la política en la construcción del futuro desde una perspectiva de izquierda ?

Hay una serie de preguntas cuya respuesta se nos hacen ineludibles si hablamos de transformar la sociedad y de los pasos necesarios para lograrlo.

En primer lugar debemos esforzarnos por hacer culto al esfuerzo y al sacrificio, puesto que el futuro venturoso no cae del cielo ni se obtiene de manera fortuita; sino que primero hay que imaginarlo, pensarlo, planificar un camino para alcanzarlo, construirlo de manera sistemática, con sacrificio y responsabilidad, sin prisa pero sin pausa.

Y en este sentido es fundamental enaltecer el rol que en esta titánica tarea debe jugar la política, entendida esta en su máxima expresión, como actividad humana superadora, alejada de la inmediatez y el corto plazo, no solo preocupada de aspectos cotidianos o tácticos , sino con una perspectiva estratégica de largo plazo, de construcción de futuro.

En definitiva se trata de definir cuál es la mejor forma de contribución a mejorar la vida de todos los uruguayos, a construir capacidades, igualdad de oportunidades y ampliación y consolidación del ejercicio de derechos. Esto tiene que ver con el diseño de políticas que permitan lograr la felicidad pública y contribuir a la realización personal y familiar y al progreso del país.

 

Combate a la pobreza, combate a la inequidad

Hay problemas emergentes hoy, que requieren acciones de política con resultados en el corto plazo. La pobreza y la indigencia de hoy, están acompañadas de fragmentación social, marginación y exclusión. Esto supone que una porción de la población no puede usufructuar algunos de los derechos ciudadanos más elementales.

La pobreza y la indigencia socavan las bases del desarrollo de una sociedad, golpeando claramente a los más indefensos. Duele especialmente, cuando la marginalidad tiene cara de niño, de mujer y se ensaña con determinada raza. El porcentaje de niños pobres es más del doble que el porcentaje de adultos pobres y es significativamente mayor en los hogares cuyo jefe es una mujer; y además, el porcentaje de negros pobres es más del doble que el de blancos pobres.

En una sociedad como la actual, donde se exacerban los hábitos de consumo, la pobreza y la indigencia son generadoras de mayores tensiones sociales, al resultar imposible la satisfacción de las expectativas de consumo.

Lo anterior indica que la pobreza y la indigencia deben abordarse como un problema multidimensional, y no solamente como un problema de generación y distribución de ingresos.

Pero a pesar de lo importante que resulta el combate a la pobreza y la indigencia, no puede, no debe agotarse la discusión en este punto, sino que debe ser visto como una instancia a superar para la construcción de una sociedad diferente.

 

¿Cuál es el Uruguay del futuro que queremos construir?

Entiendo que cualquier acción inteligente, debe partir de una adecuada planificación, que permita establecer claramente los objetivos a perseguir. Si el objetivo que perseguimos quienes somos de izquierda es la transformación de la sociedad en aras de mayor equidad y justicia social, resulta fundamental hacernos una serie de preguntas, cuyas respuestas nos vayan acercando a la construcción de un camino que nos asegure las mayores posibilidades de éxito.

Luego de preguntarnos que Uruguay de futuro queremos construir, debemos contrastar el modelo propuesto con algunas preguntas básicas pero fundamentales:

¿Cómo contribuye ese ideal a un mayor y mejor ejercicio de los derechos individuales y colectivos?

¿Cómo en esa área específica se puede construir un mejor marco para la igualdad de oportunidades?

¿De qué manera es posible ampliar y fortalecer la democracia, la libertad y la participación ciudadana?

¿Qué elementos de la sociedad y la política uruguaya pueden afectar el logro del escenario de futuro propuesto?

¿La profundidad de los cambios, las nuevas metas trazadas, la transformación de la sociedad, cómo se relacionan con el rumbo que seguirá la izquierda?

¿Se requiere un involucramiento social superior de parte de los uruguayos, de los ciudadanos todos para llevar a cabo una acción verdaderamente transformadora de la sociedad?

Todas estas preguntas y sus posibles respuestas deben ser atendidas basados en fuerte compromiso con la ética de las convicciones, pero también, y fundamentalmente, con la ética de la responsabilidad, como dijo el General Seregni en su último discurso en el Paraninfo de la Universidad: “Max Weber hace 80 años y que incluso comentaba el doctor Guariglia en un libro reciente, el dilema de la posible oposición entre la ética de las convicciones y la ética de las responsabilidades. Cuando uno tiene un cargo, cuando uno habla en nombre de otros, no es uno solo el que habla, y eso limita seriamente las posibilidades de expresión propias. Esto debe ser tenido muy en cuenta, la ética de las responsabilidades, muy en cuenta por todos nosotros cuando juzgamos las conductas de gobernantes y de líderes políticos.”

 

El rol del Frente Amplio

Y este objetivo de transformación de la sociedad, de desarrollo humano y social, con perspectiva de izquierda requiere una herramienta fundamental para poder canalizar los esfuerzos, llevarlos adelante y obtener resultados en beneficio de nuestro país.

Esa herramienta es nuestro Frente Amplio, herramienta imprescindible para las transformaciones de izquierda en nuestro país, al servicio de los más necesitados, de los más humildes, con los mismos valores y principios que hace más de cuarenta años llevaron a su creación, pero adecuado a los nuevos tiempos, a las nuevas formas de interrelación sociales y de participación y reflexión colectivas.

El Frente Amplio ha sido un esfuerzo político titánico, ejemplo de generosidad y desprendimiento en pos de objetivos superiores, es y ha sido una fuerza en permanente evolución.

Por ello resulta fundamental que esta herramienta se prepare para integrar distintas generaciones en pos de la transformación de la sociedad, se adecue para generar el necesario empuje de futuro, que permita generar nuevas ideas, innovar, soñar con un país mejor y pensar como alcanzarlo, con audacia y con responsabilidad.

Por eso, para que el Frente Amplio siga siendo la herramienta para la transformación de la sociedad, que permita la continuación y profundización de los cambios ya realizados, es necesaria su evolución, pero sin perder de vista sus valores fundacionales, que tan bien expresaba Líber Seregni en su discurso del 26 de Marzo de 1971 y se encuentran hoy más vigentes que nunca:

¿Cómo y por qué ha sido posible el Frente Amplio? ¿Cómo surgió este incontenible movimiento popular que tardó tanto en nacer y ha sido tan rápido en propalarse? Tiene que haber profundas razones que lo expliquen… Esta multitud que está aquí, que aquí se ha congregado, esa multitud que se mueve a lo largo y a lo ancho de todo el país, porque somos conscientes que estamos abriendo una nueva época en la vida del Uruguay: Sabemos que el Frente Amplio abre una etapa histórica en la vida de nuestra sociedad. Porque el Frente Amplio no es una ocurrencia de dirigentes políticos; el Frente Amplio es una necesidad popular y colectiva del Uruguay. Es un hecho colectivo, con razones colectivas, porque las resoluciones individuales de todos nosotros, tienen causas sociales y tienen metas sociales, porque tienen que ver con el destino entero de la sociedad uruguaya. Tampoco el Frente Amplio es una resolución circunstancial de partidos o grupos políticos; por el contrario, ellos han interpretado una exigencia que estaba en la calle; han dado forma y cuerpo a un sentimiento y a una urgencia de todo nuestro pueblo. Por eso el Frente Amplio desencadenó tan rápidamente este movimiento popular de adhesión, de participación y de militancia. Porque interpreta una necesidad objetiva de nuestra sociedad. Son éstos, y éste de hoy los primeros pasos, pero son pasos de gigante; hoy tiene el Frente Amplio su bautismo en la calle, en la multitud, en ustedes, en un movimiento político sin precedentes en el país y que tiene la estatura del Uruguay entero. Estos son los primeros pasos porque el resto de los que vamos a dar los daremos con los zancos del pueblo y con la inteligencia del pueblo.”

 

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