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Jaime Gorki, un siete oficio de la poesía y de la vida
Publicado el 3/5/2013 - 18:06
Jaime Gorki es escritor, poeta, creador artístico y artesano; un siete oficio. Consustanciado con la vida rural, vive en la ciudad de Durazno, desde donde afirma que ha “aprendido a ver la grandeza del campo”. Sus temas se cantaron en España y recientemente en la Feria del Libro en Cuba. Con él dialogó LA REPÚBLICA.
¿Cómo definiría este momento de su vida, en lo creativo?
Muy calma. Estoy haciendo algo pero no con la inquietud de años atrás, sino que ahora estoy como en la serenidad. Más calmo, en el sentido de que si se me va la idea, la dejo ir, hasta que vuelva, sin ningún apuro. Antes, uno tenía las ganas de empezar y terminar un tema sobre la idea que uno había formado. Ahora hago las cosas con total tranquilidad.
¿Cómo nace la creatividad poética- literaria?
El primer tema mío que canta un conjunto, los Trovadores Nocturnos, que eran de Sauce, fue “Muchacha del Yi”, por los años 70. Vinieron contratados al 10º Festival Nacional de Folclore, y fue ahí se canta en el escenario mayor este tema, aquí en Durazno. Pero el descubridor de mis temas fue el dúo “Tacumonte”. Ellos gustaron de mis temas, los musicalizaron y los empezaron a cantar. Pero después “Tacumonte”, me exigía que fuera más creador. Fue así que nace “Mi vieja juventud” “Muéstrale al hombre”, entre otros temas. Pero siempre les dije que cuando empezamos a pensar en lo comercial, perdemos la esencia. Me gusta hacer las cosas que me gustan y como quiero hacerlas.
En su trayectoria como poeta, escritor, intérprete inclusive, ha conocido mucha gente…
Sí, claro. Tengo amistad con muchos poetas, escritores y cantores populares. De Durazno recuerdo siempre a Nelson Wilkins y a Eduardo Espinosa, entre tantos. Una de las anécdotas, fue cuando Daniel Altamirano, me pidió el tema “Mi vieja juventud”. Me dejó tarjeta, teléfono, pero como no tenía nada registrado nunca se la mandé. Altamirano es un tipo muy bien, con gran humildad. Siempre digo que cuando el artista pierde la humildad, deja de ser artista. He tenido la suerte de hacer dos Sala Zitarrosa, participando junto al dúo Caiporá, o en el Prado, en el escenario Marcos Velázquez. Con mucho público. Ahí yo era el artista. Pero me bajaba del escenario y tenía que seguir siendo yo mismo, no podía seguir siendo el artista. El artista que pierde la humildad, pierde todo. Cuando alguien, por ejemplo, me dice “yo escribo”, me da mucha alegría, y siempre trato de apoyarlo e incentivarlo para que siga. Hay muchos escritores que son celosos, que parece que lo único que vale es lo de ellos, y no es así.
Israel Ferraro, de “Alas para el Folclore”, cuando lanzo el segundo libro “A puro verso”, me preguntó por qué “A puro verso” y le dije “porque yo escribo versos, nomás”.
Para mí el poeta de Durazno era Luis Ramón Igarzábal. Después que faltó él, la poesía duraznense quedó huérfana. Como escritor, yo no tenía la capacidad ni para alcanzarle el bolígrafo para que Igarzábal escribiera.
Uno hace lo mejor que puede. A mí me gusta que lo que hago, tenga un contenido, un mensaje, esperanza, amor. A veces con un poco de rebeldía del trajinar del día, pero esa rebeldía sana, de lucha, no de estar en contra de todo.
Es usted un hombre de siete oficios. Está muy consustanciado con el medio rural, con el hombre del campo.
Siempre estuve consustanciado con el campo. Me crié en el campo, trabajando en las estancias, hasta hace poco. Esa vida del campo nutre mucho. A mí me hizo mucho bien venirme del campo. Porque desde aquí, uno se da cuenta de la grandeza que tiene el campo. Había cosas que las veía todos los días y como la veía todos los días no le daba importancia. Después que viene a la ciudad, esas cosas me empezaron a faltar. Pequeños paisaje, que había recorrido de gurí, los miro ahora, como diferentes, y eso te llevaba a imaginar cosas.
Pero también está en el rubro de la artesanía…
Sí, hago tallado en guampa. Hago los chifles. Y las herramientas son un cuchillo, una navaja y una lijita. Pero con la única diferencia de los que se venden que generalmente, a estos le podés echar líquido y dejarlo un buen tiempo, que no se salen. Recuerdo que Nelson Wilkins, cuando fue a la Patria Gaucha a competir, lo primero que hizo fue comprar un chifle. Nunca lo pudo usar porque se salía. A estos le buscamos la vuelta de que sea bien artesanal, pero que preste utilidad, de adorno, no. Los hago por encargo. Vos querés un chifle, venís, elegís el cuerno con el que querés que se haga, y lo tallo como lo pidas.
Una de las últimas cosas que hice fue un poema muy breve que se llama “Canciones al viento”. Lo tomé al viento, como escudo de la libertad, porque ¿quién lo para?
Mario Delgado Gerez