Opinión

Vientos de renovación en el Vaticano

Superada la sorpresa que causó la elección del primer latinoamericano para ocupar el trono de San Pedro, y acallados los ecos de las voces que cuestionaron severamente a Bergoglio por su actitud en tiempos de la dictadura argentina, el papa Francisco ha vuelto a sorprender al mundo al revelar una personalidad que no se le conocía.

Rápidamente, atrás quedaron las sospechas de connivencia con los terroristas de estado, un tema sobre el que no hay unanimidades (está, incluso, lo expresado por Pérez Esquivel negando las acusaciones), para dar paso a una imagen de bonhomía, sencillez y austeridad que terminó por volcar definitivamente la balanza a su favor y ganarse las simpatías de creyentes y ateos. El primer signo –que no pasó inadvertido para muchos – fue la elección del nombre Francisco, que la presidenta argentina vinculó inmediatamente con el santo de Asís. No estaba errada la presidenta Cristina Fernández, y el propio Bergoglio se encargó de confirmarlo en sus primeras declaraciones, sermones u homilías que no dejaron dudas en cuanto a su “opción preferencial por los pobres”.

Más allá de su postura contraria a la legalización del aborto y al matrimonio igualitario, el papa Francisco parece anunciar nuevos vientos que sacudirán las estructuras de la Iglesia Católica. Casi como si se tratara de un émulo de Angelo Giuseppe Roncalli –el recordado “papa buono” Juan XXIII – Bergoglio pone el acento decididamente en un aggiornamento de la Iglesia y de la liturgia, indicando la necesidad de que la vieja institución abandone el lujo y la ostentación, para ocuparse más directamente de las injusticias terrenales y del sufrimiento del prójimo.

Huelga aclarar que no se trata de un sacerdote adherido a la Teología de la Liberación, pero es innegable la abismal diferencia con sus antecesores, Wojtyla y Ratzinger, que significaron un viraje conservador en el rumbo modernizador y casi progresista iniciado por Juan XXIII y seguido por Pablo VI.

Es de esperar que se confirme esta percepción que tenemos del nuevo pontífice y que la Iglesia ayude a rescatar de la miseria física y moral a los condenados de la Tierra.

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