erguido sobre sus propios pies

Un motivo de legítima y justa celebración

Siempre será necesario tener presente al Jefe de los Orientales cuando se hable de la prensa, no obstante el tiempo transcurrido desde el oficio que Artigas libró desde el Ayuí al Cabildo de Montevideo, acusando recibo del prospecto del “Periódico Oriental” en la gesta revolucionaria de 1815. Investigadores contemporáneos y autores modernos sostienen que la [...]

Siempre será necesario tener presente al Jefe de los Orientales cuando se hable de la prensa, no obstante el tiempo transcurrido desde el oficio que Artigas libró desde el Ayuí al Cabildo de Montevideo, acusando recibo del prospecto del “Periódico Oriental” en la gesta revolucionaria de 1815.

Investigadores contemporáneos y autores modernos sostienen que la prensa es un poder del Estado. En esa perspectiva, definen a los medios de comunicación como el “Cuarto Poder”. Otros estudiosos y analistas, en cambio, aseguran que la opinión, la prensa y la palabra, son poderes reales de las personas y no necesariamente del Estado.

La libertad de prensa constituye una de las manifestaciones más importantes de la libertad de expresión. Entre la facultad de pensar y de actuar libremente hay, sin embargo, una diferencia sustancial. La libertad de pensamiento pertenece a la naturaleza misma del hombre, pero la libertad de actuar o de expresarse, por su parte, deberá ajustarse a ciertas limitaciones derivadas de la circunstancia de vivir en sociedad. La libertad es el principio: la limitación es la norma reguladora. Si lógicamente no han sido necesarias normas que consagren la libertad de pensamiento, en cambio han sido indispensables normas que consagren la libertad de expresión del pensamiento.

En este contexto, no pueden pasar inadvertidos los flamantes veinticinco años que está cumpliendo LA REPÚBLICA. Es más, por encima de eventuales coincidencias o discrepancias en materia editorial y de opinión, su permanencia en los medios de comunicación es motivo de legítima y justa celebración. En estos tiempos, cinco lustros de vigencia en el medio periodístico nacional pueden catalogarse, sin incurrir en ninguna sobrevaloración subjetiva, como una hazaña de la comunicación diaria, independiente y plural.

Un David enfrentado a los centros del poder económico y financiero, cuya hegemonía, control y monopolio, ejercen los dueños de la matriz corporativa de la información. Ese es un eje sustantivo del gran mérito de LA REPÚBLICA y también, es justo señalarlo, el de otros excepcionales casos de medios uruguayos librados a sus propios recursos humanos y financieros. Se trata de una competencia notoriamente desigual ante el poderoso oligopolio de los grandes medios de comunicación que, de acuerdo a sus intereses, han apostado y apuestan a la intencionalidad de la noticia, en lugar de brindar la información libre de tergiversación. Expresado de otra forma, el añejo oficio de la comunicación que incomunica.

La prensa en general, y un proyecto periodístico en particular, deben mantenerse erguidos sobre sus propios pies. Pero esa independencia de opinión, en contrapartida, exige un alto y costoso peaje. La verdad informativa y la posibilidad de acceder a la información veraz, fungen en el ineludible principio de la ética del periodista y del comunicador. Nada debería impedir que, cuando la discrepancia no tiene lugar en la resma de las imprentas, la verdad finalmente prevalezca con su indiscreta e indispensable presencia.

Pero más allá de todas y cada una de las opiniones, debe reconocerse que desde la salida de su primer ejemplar, el aporte de LA REPÚBLICA a la democratización de los medios ha alcanzado especial significación y relevancia. En su derrotero no exento de dificultades, en años fermentales y de confrontación ideológica, ejemplos de coraje informativo, han hecho de LA REPÚBLICA un espacio democráticamente abierto, que ha tenido en sus lectores un formidable aliado.

Su inclaudicable compromiso en la defensa de los Derechos Humanos es, en nuestra opinión, su carta de presentación insignia, cual legado artiguista consagrado en las históricas Instrucciones del Año XIII. Su definida política que pauta edición de libros, dvd y una gama de subproductos que el diario ofrece regularmente, y el galardón “Tabaré” instituido a partir de 1990, acentúan su perfil editorial.

Desde su creación, su empecinado afán de sobrevivencia nos lleva a concluir que no es ni será fácil imaginar un escenario periodístico en Uruguay sin la presencia de LA REPÚBLICA. A redoblar, por lo menos, por otros veinticinco años más.

 

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Miguel Aguirre Bayley. Periodista

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