editorial
Venezuela y Paraguay tienen nuevo presidente. Los dos llegaron en un clima de paz y de tranquilidad, lo que fortalece el afianzamiento democrático en esos dos países. Sin embargo, estamos ante dos realidades diferentes. Nicolás Maduro, el nuevo presidente de Venezuela, logró la mayoría dentro de un sistema electoral reconocido por el mundo entero como [...]
Venezuela y Paraguay tienen nuevo presidente. Los dos llegaron en un clima de paz y de tranquilidad, lo que fortalece el afianzamiento democrático en esos dos países. Sin embargo, estamos ante dos realidades diferentes.
Nicolás Maduro, el nuevo presidente de Venezuela, logró la mayoría dentro de un sistema electoral reconocido por el mundo entero como sumamente eficiente y transparente.
Otra historia es la de Paraguay, donde la compra de votos es parte de una forma de sentir la política que está muy lejos de los códigos democráticos. Lo común es la corrupción electoral para impedir la libertad de expresión de los ciudadanos de ese país.
A pesar de esta realidad compleja y sucia, los paraguayos tendrán nuevas autoridades y, como presidente, a Horacio Cartes, un empresario acusado de estar bajo el mando del narcotráfico, perteneciente a la oligarquía más retrógrada de ese país y del Mercosur.
Amigo de la familia Bordaberry, con fuertes lazos con las asociaciones del agro de Argentina, Brasil y Uruguay, Cartes se presenta como el nuevo líder de los sectores más conservadores de la campaña en el Cono Sur.
A pesar de este ADN derechista, distintos observadores no descartan que Cartes pueda llegar a ser un impulsor del Mercosur, en tanto necesita un fluido comercio con los miembros del tratado regional sureño, particularmente con Venezuela, que clama por carne, soja, trigo y naranjas.
Claro que habrá que esperar unos días -no muchos- para conocer cuál será su alineamiento en torno a las políticas divisionistas de Estados Unidos para con la Unasur, que es el mayor logro integracional que se logró por parte de los países que vivimos al sur del Río Bravo, organismo del que no participa Estados Unidos.
Por su estructura económica y social, por los altos niveles de corrupción, por la baja presencia de fuerzas progresistas modernas, Paraguay tiene todas las condiciones para ser una “base de agresión” en la región (Dios quiera que nos equivoquemos).
Ante esta potencial realidad, a los pueblos del sur de Latinoamérica no les queda más alternativa que comprometer al Paraguay en la lógica del Mercosur, para frustrar las intenciones divisionistas de EEUU. El presidente José Mujica tiene sensibilidad para ello y lo ha demostrado en los últimos días. Lo mismo ha hecho la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner.
Hacemos votos por el fortalecimiento del Mercosur.
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