El quincho de Varela

Palos porque bogas, y palos porque no bogas

Reunión en el quincho de Varela

No todos los días podemos presenciar el coqueteo constante de la dirigencia política con la empresarial. Ese coqueto, que aparte de constante es necesario en las condiciones actuales del país, suele darse a puertas cerradas en lugares desconocidos por la prensa y el público en general.

La opinión pública uruguaya suele idealizar a sus políticos y empresarios de la misma forma que otras culturas idealizan a su farándula. Buenos y malos. Chorros y santos. Zurdos y fachos. No hay punto medio. No hay grises. Todos lo hacemos, queramos o no, y eso no nos permite, en la gran mayoría de los casos, analizar cualquier situación que incluya a estas dos clases tan polémicas en los ojos de la opinión pública.

El asado en el la casa del señor Varela no es una conspiración entre empresarios, los masones, los extraterrestres y el gobierno para apoderarse del país mientras los trabajadores festejan su día. Es un asado. Un asado cuya lista de integrantes es armada por Varela y que ha adquirido notoriedad desde que Mujica -vecino y amigo de Varela- fue electo presidente.

No obstante, hay ciertas cosas -presencias y lo que estas representan- que chocan por su rol antagónico en los hechos del año pasado. Mucho pasó desde el último asado multitudinario en la casa de Varela y muchos de los eventos transcurridos siguen siendo heridas abiertas tanto para el gobierno como para el Frente Amplio.

No deja de sorprender que el presidente del BROU, Fernando Calloia, se haya sentado a metros de Juan Carlos López Mena, empresario dueño de Buquebus que -ya sea por designio propio o circunstancias ajenas a él- quedó en el ojo de la tormenta generada por el caso Pluna.

El vicepresidente del Frente Amplio Juan Castillo que en diciembre de 2012 declaraba a La Diaria que “la dosis de mayor transparencia y tranquilidad también la necesitan los militantes frenteamplistas”, estaba a metros de López Mena y Calloia en lo que se puede calificar, al menos, de una transparencia inoportuna, que más que transparentar confunde, por no decir que oscurece.

Todo esto se da en el marco de un año particularmente tenso entre el gobierno y ciertos sectores de la prensa que ya pusieron la carne en el asador y dieron por comenzada la temporada electoral. Son los mismos sectores de la prensa que critican la ”falta de diálogo”, que piden el consenso como herramineta salvadora per se, los que ahora se escandalizaban con una reunión en la que primó el diálogo y el consenso. Es decir, palos porque bogas, y palos porque no bogas.

No menor es la fecha. Teniendo 365 días en el año hacer un asado y dejarlo adquirir perfil público un 1° de Mayo ayuda al impacto negativo de la imagen. Es raro que algunos dirigentes que pasan de estar en un acto de la clase obrera para reivindicar sus derechos y hacer oír sus reclamos a estar en presencia de los grandes empresarios del Uruguay no puedan ver el posible impacto negativo que esto puede llegar a tener en su imagen pública.

No menos caricaturesca es la reacción de la oposición. Ésta, conformada por los mismos que durante años nos hablaron de la exclusión de la clase empresarial de la actividad socioeconómica si llegara a ganar el “marxismo”, se mostró particularmente ofendida por una situación notoriamente contraria. Cabe preguntarse si la indignación pasa verdaderamente por su interés en la seriedad del gobierno y el país o por la falta de una invitación a tan comentado asado de confraternidad.

Por último vale la pena mencionar como adquiere notoriedad el tan polémico asado. La empresaria Laetitia D’Arenberg -que al no estar en ningún puesto de responsabilidad pública puede estar donde quiera sin rendirle cuentas a nadie- fue subiendo fotos del asado a su cuenta de Twitter en el correr de la tarde. Esto provocó que varios medios se acordaran del evento que ya tiene varios años y generaran la noticia alrededor del material subido por la princesa.

En un interesante giro de eventos, el diario que levantó primero las imágenes del asado fue El Observador, cuyo editor en días previos al del asado se había mofado de las radios por no generar su propio contenido y leer sus notas al aire.

Es poco creíble que el encuentro entre miembros del gobierno, el Frente Amplio y el sector empresarial sea otra cosa más que la que parece ser: un encuentro como los tantos que se dan siempre que adquirió dimensiones fuera de las normales por darse en una fecha que conmemora las luchas de la clase obrera, el perfil de algunos de los comensales y el tinte farandulesco que adquieren las noticias en días en las que estas escasean.

Federico Imparatta

Política

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