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Otro comienzo de clases

editorial PUBLICADO el Viernes 1 de marzo, 2013

Hoy reaparecerán los clásicos guardapolvos blancos y las moñas azules, todo un símbolo de la enseñanza en Uruguay. Pero una vez más, el comienzo del año lectivo se produce en un clima de críticas hacia el sistema público de educación, al tiempo que vuelven a hacerse oír viejas reivindicaciones de los docentes.

Los problemas que aquejan a la enseñanza pública se han vuelto uno de los temas predilectos de la oposición para fustigar al gobierno progresista. Sin desconocer la existencia de dichos problemas, entendemos que los partidos del llano los magnifican y los manipulan con el propósito de jaquear al gobierno. Poco a poco, las carencias edilicias van encontrando solución, y las autoridades de la educación tratan de mejorar la calidad de la enseñanza; y van lográndolo. Por tanto, las críticas de la oposición no se justifican.

Lo que sí resulta de toda justicia es el reclamo de mejora salarial de los funcionarios. Cierto es que a partir de la asunción del doctor Tabaré Vázquez, ha habido un incremento sustantivo en las retribuciones de maestros y profesores, pero los salarios docentes estaban tan sumergidos que los aumentos otorgados resultan insuficientes.

Esta circunstancia tiene efectos varios, todos ellos negativos. En primer lugar, hace que la profesión de docente sea despreciada por los jóvenes a la hora de elegir una carrera terciaria. La perspectiva de percibir tan magro estipendio desestimula aun a aquellos que tienen vocación por la enseñanza, que prefieren capacitarse para tareas ajenas a la docencia pero mejor remuneradas.

Asimismo, el bajo nivel salarial obliga a los docentes a caer en el multiempleo. Maestros que trabajan en dos turnos o en dos escuelas; profesores que toman horas de clase de más. Ese sobre esfuerzo conspira contra la salud física y mental de los docentes, para quienes resulta imposible preparar las clases, corregir cuadernos y escritos, evaluar, asistir a las reuniones, integrar mesas de exámenes y toda otra tarea vinculada con la profesión.

Pero, además, la sobrecarga horaria conspira contra la calidad de la educación que se imparte. Es imposible esperar buenos resultados de aprendizaje cuando el profesor está exhausto por el exceso de trabajo.

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