opinión

Las reformas de Peña Nieto en México

El gobierno de Enrique Peña Nieto ha comenzado y no ha dejado la menor duda que serán otros seis años perdidos para México.

Los compromisos mayores que caracterizarán su mandato son: la privatización del petróleo, la reforma a la ley del trabajo y gravar con el IVA alimentos y medicinas.

En cuanto al petróleo, su privatización está prohibida por la Constitución, y si bien el gobierno precedente intentó tal desatino, un gran movimiento parlamentario lo impidió. En ese entonces, se realizó un extraordinario Foro con expertos de todos los colores ideológicos, que permitió a la ciudadanía concluir que no era aceptable tal privatización cuando los países petroleros del mundo tendían a acotar la participación de las transnacionales. A pesar de ello, las reformas de Calderón en el 2008 dan pie para que el actual presidente concluya el trabajo en esa fecha iniciado.

Hoy Peña Nieto insiste con entregar el petróleo a empresas como Repsol, Exxon, Halliburton, defendiendo la falsa tesis que aumentar las contrataciones de explotación de los hidrocarburos no solamente es un excelente negocio sino que en ningún momento significa entregar al interés foráneo las riquezas nacionales.

A pesar de todo y por debajo de la mesa la ex secretaria de Energía del gobierno pasado informó que casi el 70 por ciento de la exploración y producción de Pemex están contratados o subcontratados con empresas privadas, aunque se sabe que producen con menor eficiencia y exceso de gastos.

En cuanto a la reforma laboral, se trató de una mayor precarización del empleo y la virtual legalización de los outsourcing. Entre lo erogado, se encuentra la autorización para contratar trabajo por hora. Si observamos que el salario mínimo es de poco más de 60 pesos (menos de 5 dólares diarios), ¿qué solución será para el trabajador si ese miniingreso puede ser parido en horas?

Ante tal crítica el gobierno se defiende alegando que nadie gana el salario mínimo. Algo falso, dado que son tres millones los que perciben ese salario y cinco en términos nominales. Como datos adjuntos que nos ayudan a entender la situación en ese país, el 60% de los trabajadores ganan tres salarios mínimos (menos de 15 dólares diarios) y el 60% de la Población Económicamente Activa, son trabajadores informales.

En cuanto a cobrar el IVA a alimentos y medicinas, es para adicionar 160 mil millones de pesos a la actual recaudación, mientras se continúa exonerando de impuestos al gran capital nacional e internacional por un monto mayor a los 400 mil millones de pesos (aproximadamente 29 mil millones de dólares). Asimismo, tan grave es la elusión y evasión fiscal en México que raya los 700 mil millones de pesos (50 mil millones de dólares). De esta manera, la tributación real apenas alcanza a representar el 9.5% del PIB cuando en Uruguay es casi el doble. Sin duda, este es el país de área que menos contribución posee y menos contribuyentes, ya que el 45% de ellos sencillamente no aporta. Gracias a esta protección al gran capital, México sigue siendo el país más desigual del continente, posibilitando que el 0,18% de sus habitantes posean el 40% de la riqueza nacional.

A pesar de que esta realidad no cambiará durante la actual presidencia, el telenovelesco Peña Nieto inició un programa para abatir el hambre cuyo arranque -sin recursos a la vista- se realizó en pleno territorio zapatista semanas después que estos hicieran una manifestación en varias ciudades de Chiapas, con una participación de 45 mil de sus bases.

El problema es que por un lado, el cobro del IVA a alimentos y medicinas empobrece aún más a los sectores más vulnerables y, por otro, se pretende convencer que el objetivo del gobierno priísta es erradicar el hambre que padecen 7,5 millones de mexicanos según datos oficiales, cuando en verdad los extremadamente pobres superan los 20 millones de personas.

Así empieza este gobierno que augura más violencia y pobreza, mezcladas ambas con una seguidilla interminable de discursos cargados de imprecisiones, cuando no de mentiras lisas y llanas. Por eso, Raúl Castro Ruz recordó en el seno de la Celac: pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.

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