opinión
Todavía quedan muchas interrogantes respecto al acto terrorista en Boston cometido por los hermanos Tamerlan y Dzhokhar Tsarnaev. Entre otras: ¿Actuaron solos o con la complicidad de un grupo clandestino en los Estados Unidos? ¿Fueron o no dobles agentes? ¿Cómo se produjo su proceso de radicalización? ¿Qué los llevó a planificar el ataque a el [...]
Todavía quedan muchas interrogantes respecto al acto terrorista en Boston cometido por los hermanos Tamerlan y Dzhokhar Tsarnaev. Entre otras: ¿Actuaron solos o con la complicidad de un grupo clandestino en los Estados Unidos? ¿Fueron o no dobles agentes? ¿Cómo se produjo su proceso de radicalización? ¿Qué los llevó a planificar el ataque a el maratón de Boston?
Pero hay una pregunta fundamental que ya ha sido respondida: ¿Cuál fue su motivación para cometer el atentado? No cabe duda de que se trató de un crimen ideológico perpetrado en nombre del Islam. Por la magnitud del atentado, el ataque de Boston fue ampliamente publicitado en el mundo entero y generó una comprensible alarma en los Estados Unidos. Pero lo cierto es que no se trata de una excepción sino de una rutina. La Jihad o Guerra Santa del Islam radical contra el mundo nunca se ha interrumpido desde el primer atentado contra las Torres Gemelas en 1993.
Pero como por razones metodológicas se cuenta el 11 de setiembre de 2001 como inicio de la Guerra Santa contra la modernidad, cabe señalar que desde ese ataque espectacular hasta el presente hubo 20.742 ataques islamistas en el mundo. Solo en marzo de 2013, es decir, el mes pasado, hubo 189 ataques en 21 países que produjeron 988 muertos y 2.093 heridos.
¿Por qué? ¿Qué es lo que motiva la violencia?
La respuesta es sencilla: el Corán, el libro sagrado del Islam, la predica. Podría objetarse que también en la Biblia hay prédica violenta y que el cristianismo no siempre fue pacífico. Es cierto, pero mientras el judaísmo y el cristianismo han tenido que renunciar a la violencia debido a correctivos históricos producidos por la modernidad, el Islam se ha atenido de manera literal a su texto del siglo VII. El literalismo se expresa de distintas maneras pero todas parten de una misma base: la división del mundo en dos clases de personas, fieles e infieles, y está claro que los primeros deben prevalecer sobre los segundos. Para los musulmanes radicales por formación o para los neófitos radicalizados, cada palabra del Corán es santa. No tienen duda sobre su vigencia que está por encima de las contingencias históricas y ven en cada versículo o aya, una guía para la acción.
Las pruebas no faltan. A continuación, una breve selección de citas del Corán que explican que la violencia islámica tiene raíces en su base doctrinaria formulada en su libro fundacional. Los textos están tomados de la edición en español del Corán publicada por la editorial española Alba en la colección de “Grandes Clásicos” en el año 2000.
“Haced la guerra a los que no creen en Dios ni en el día último, a los que no consideran prohibido lo que Dios y su apóstol han prohibido y a aquellos hombres de las Escrituras que no profesan la creencia de la verdad. Hacedles la guerra hasta que paguen el tributo, a todos sin excepción, aunque estén humillados” (Sura VIII, versículo 29)
“Los fieles y los infieles son dos adversarios que disputan respecto de Dios; pero los trajes de los infieles serán cortados de fuego y el agua hirviendo será derramada sobre sus cabezas. Sus entrañas y su piel serán consumidas; serán golpeados con tizones de hierro”.
“Id a dar firmeza a los creyentes. Yo sembraré el terror en el corazón de los infieles. Y vosotros, golpeadles en las nucas y en los extremos de los dedos. Se han separado de Dios y de su apóstol. Dios les hará sentir cuán temible es en sus castigos”.
Todo esto responde a una doctrina creada por un guerrero en el desierto en el siglo VII. Para sus seguidores fanáticos de hoy, toda la evolución histórica desde entonces no tiene importancia. Ser fiel para ellos es continuar la lucha de su profeta contra todos aquellos que se nieguen a creer en su única y exclusiva verdad.
Egon Friedler
Periodista