Opinión
Dolor, mucho dolor, bronca, mucha bronca, indignación, miles de sentimientos, todos de pesar y dolor, ante el fallo de la Suprema Corte de justicia.
Los asesinos en la “cárcel vip” festejando, seguramente brindando porque al final creen haber ganado esta batalla. Aunque algunos son “viejitos”, quizás hasta algún baile se animaron a danzar. Leí varios comentarios acerca del problema suscitado, en la mayoría de ellos ríos de tinta jurídicos, que no dejan de ser importantes para nutrirse de información, pero no atacan a mi juicio el problema de fondo. En definitiva, la izquierda deja de lado analizar el problema desde la lucha de clases, y es desde esta perspectiva que hay que analizar el tema si queremos entender el fondo del asunto.
Los militares cumplieron su rol para con el Estado burgués cuando en el país justamente la lucha de clases se había polarizado y todos los países de nuestra América eran un polvorín social. Los cientos de obreros y estudiantes, hombres y mujeres de nuestro pueblo torturados, masacrados y desaparecidos, eran compañeros que creían que el mundo se podía cambiar y tenían muy claro que el problema fundamental era el gran capital. Así fue que se produjo el llamado “desborde democrático institucional”, los capitalistas ya no aguantaban tanta huelga, tanto reclamo de los jóvenes, tanto pedido de aumento salarial, tanta crítica real a una demokracia con k, de aquella década del 60 convulsionada y revolucionaria. Ya el Parlamento no controlaba a nadie, ya las llamadas “instituciones” para una gran mayoría de los explotados tenían que cambiar. Entonces vinieron los asesores gringos, a explicar cómo y de qué forma había que torturar para sacar información al detenido, cómo había que despedazar a los sindicatos y gremios estudiantiles; hicieron todo lo posible para controlarlo todo, pero no podían, y hubo que llamar al Ejército, esa institución que estuvo para la defensa de los intereses capitalistas, no para defender la “patria”. Lo que estuvo en cuestión fue nada más y nada menos que “el orden establecido”, lo que estaba en debate era la lucha por el poder, a no engañarse, y frente a eso pusieron toda la carne en el asador, les importó muy poco derribar su parlamento, sus instituciones y fue así que dieron el golpe y pusieron al país durante doce años entre rejas, aquí, en Chile, en Argentina, en Brasil etcétera. En definitiva los militares vinieron llamados a poner en “orden la casa” y lo hicieron a como diera lugar.
La izquierda debe volver a decir las cosas por su nombre, única forma de esclarecer realmente cuál es el fondo de la cuestión. La derecha está siendo mucho más consecuente en este campo, no lo dudemos: ni bien se convocó a un acto, saltaron diciendo que se quiere desestabilizar la democracia, y saltaron sus representantes políticos: Lacalle, Sanguineti, y Batlle. Es lógico, ellos son del mismo partido que Pacheco Areco, Bordaberry y Aguerrondo. ¿O nos olvidamos?
Es decir que son de partidos políticos con golpistas en sus filas, y ante el primer intento de tocar “su orden” volverán a hacerlo.
Por eso algo interesante sería plantear la abolición del Ejército y su brutal presupuesto.
Veremos qué dicen frente a ello, y no me llamaría la atención que en nuestras filas también alguien diga que esto es un disparate, que están para defendernos de posibles ataques externos. ¡Por favor! Y no me hablen tampoco que el pobre soldadito quedaría desocupado, hay mucho por hacer, y que su salario lo gane haciendo cientos de obras que el país sí necesita y que perfectamente lo podrían cubrir con menor presupuesto, ya que en vez de comprar tanques de guerra para hacer “maniobras”, invertiríamos en otras cosas para hacer mejores cosas para el país y la humanidad.
La Corte y quien defienda su fallo, está defendiendo hoy a los que mataron al joven Walter Medina por la espalda, a los que mataron a Roslik, los que torturaron a miles de uruguayos y los que hicieron desaparecer a cientos de uruguayos, los que hicieron en definitiva del país una gran cárcel del 73 al 85.
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