editorial

España: la crisis que no cede

Publicado el sábado 27 de abril, 2013

Las noticias provenientes del viejo mundo siguen mostrando un panorama francamente alarmante. Sobre todo en Grecia y España. En este último país, el desempleo ha trepado a guarismos sin precedentes: según datos oficiales, los parados representan el 27,16 por ciento de la población económicamente activa, algo más de seis millones de personas; y en ciertos [...]

Las noticias provenientes del viejo mundo siguen mostrando un panorama francamente alarmante. Sobre todo en Grecia y España. En este último país, el desempleo ha trepado a guarismos sin precedentes: según datos oficiales, los parados representan el 27,16 por ciento de la población económicamente activa, algo más de seis millones de personas; y en ciertos sectores de la sociedad, por ejemplo entre los jóvenes de 16 a 24 años, el porcentaje se ubica por encima del 57 por ciento.

Esta realidad se verifica al cabo de un ya largo tiempo de aplicación de recetas de típico corte neoliberal: ajuste fiscal, recorte de gastos, flexibilización del mercado laboral. Precisamente esta última medida fue defendida por la ortodoxia neoliberal con el argumento de que era la mejor forma de combatir el desempleo, pues los empleadores podrían ofrecer salarios bajos y así se fomentaría la contratación de asalariados.

Cierto es que España está gobernada por la derecha; el Partido Popular es la expresión política de las clases conservadoras, y aplica a rajatabla su programa antipopular. Pero no olvidemos que la crisis se gestó bajo un gobierno del PSOE cuya política económica se alejó demasiado de los lineamientos propios de la socialdemocracia para recorrer el camino indicado por los organismos internacionales, adheridos a los dogmas del Consenso de Washington.

El triunfo de Mariano Rajoy fue la respuesta del electorado español a la crisis que ya había empezado a mostrar sus efectos bajo el gobierno de Rodríguez Zapatero; del mismo modo que el triunfo de Hollande y la vuelta al poder del Partido Socialista en Francia fue la expresión del rechazo de los franceses a la política de Sarkozy.

El descontento de la población española se canalizó en la actividad de los “indignados”, cuyas acciones son una expresión más o menos espontánea de la gente que ya no confía en el sistema político. En este aspecto, la situación se asemeja a la que vivió la Argentina en 2001, cuando las manifestaciones populares exigían “que se vayan todos”, en una clara muestra del rechazo que suscitaban los políticos en la población.

La izquierda española deberá encontrar la forma de canalizar el descontento generalizado, de manera que el sistema político vuelva a ser creíble.

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