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tiempos modernos

El papa, el Pepe, Danilo y la laicidad

Raúl Legnani PUBLICADO el Jueves 21 de marzo, 2013

Cuando yo era niño, hace ya mucho tiempo, recuerdo que mi padre no iba a los casamientos que se hacían en las iglesias. Por eso nos quedábamos en el auto, en la puerta del templo. Ese solo gesto mostraba el grado de enfrentamiento que aún existía en nuestra sociedad entre creyentes y ateos, que por cierto venía de mucho antes. Mi viejo se definía como alguien que defendía el Estado laico.

Hace pocos meses participé por primera vez en mi vida de un bautismo. Lo hice con respeto, en silencio, pero sin practicar las distintas gestualidades de la ceremonia que tuvo lugar en el templo. Yo también defiendo la separación del Estado con las iglesias, me considero un practicante histórico del laicismo. Incluso cuando me preguntan sobre estas cosas digo en broma que soy “laico, gratuito y obligatorio”, por José Pedro Varela.

Pongo los dos ejemplos que parecen distantes, pero no lo son; lo que pasa es que las ideas tienen su propia evolución y dependen, como dice Fernández Huidobro, de los “contextos”. La laicidad de hoy se acerca más al bautismo del cuento del que soy partícipe, que el de mi viejo encerrado en al auto.

Sobre esto, hace ya unos años, escribí en La ONDA digital algunas reflexiones ante los ataques que recibía la laicidad a comienzos de este siglo, por algunos representantes de la Iglesia Católica. “Quienes proponen olvidarse de la laicidad, no van al rescate de lo mejor del siglo XX para seguir avanzando, sino que van al rescate de lo peor del siglo XVII y para ello ‘le queman los pies` a José Batlle y Ordóñez y a José Pedro Varela”, sostuve.

Asimismo agregué que “Uruguay se ha desarrollado en casi un siglo dentro de un clima de respeto y de tolerancia, donde los creyentes han ayudado mucho a los ateos y donde los ateos también han ayudado mucho a los creyentes. Y en ese cooperar de ayudas hemos logrado que ateos laicos y creyentes laicos, sean gente que respeta al otro por encima de la existencia del alma y del destino de la misma”.

Si estoy en lo cierto – claro que me puedo equivocar – entiendo que el presidente Mujica debió concurrir a Roma para saludar al papa, sin participar de las gestualidades de la ceremonia. Solo alcanzaba con darle la mano y desearle lo mejor, porque cuando los no creyentes practicamos la laicidad, lo hacemos con respeto y tolerancia, claro que sin abandonar nuestros principios, de la misma manera que al creyente le reclamamos el mismo espíritu laico, sin abandonar sus principios.

El papa Francisco, con la canchereada que se mandó cuando le preguntó al senador Danilo Astori como andaban “Pepe y Lucía”, demostró – con solo esa picardía – ser gestualmente mucho más tolerante que el propio Pepe, que prefirió no visitarlo porque nuestro Estado es laico.

Creo, a la vez, que Astori tuvo un comportamiento correcto para alguien que representó a una sociedad laica, pero se inclinó innecesariamente ante el papa, aunque tuvo el cuidado de no besarle las manos.

Por encima del tema religioso, el papa y Astori representaban en ese instante a dos Estados distintos, y por cierto que no me imagino al papa inclinándose ante el Pepe Mujica o cualquier otro presidente.

No son temas sencillos, pero creo que vale la pena conversarlos en público en tanto hacen a una filosofía de vida que esta sociedad asumió desde hace ya muchos años y que le ha hecho mucho bien. Por lo menos yo voy a seguir arando por ese trillo, para seguir siendo lo que somos: un pueblo mayoritariamente democrático y tolerante.

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