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la cara oculta

El Oscar para “ARGO”

Niko Schvarz
Periodista
PUBLICADO el Domingo 3 de marzo, 2013

Estaba cantado. El Oscar de Mejor Película fue para “ARGO”. Se lo birlaron a “Lincoln”, que debió conformarse con el premio al Mejor Actor por la estupenda caracterización del presidente asesinado a cargo de Daniel Day-Lewis. “Argo” obtuvo además el premio a Mejor Adaptación de Guion y a Mejor Edición (montaje). Se señaló la particularidad de que se llevó el máximo galardón sin que su director ni su actor principal (que es el mismo, Ben Affleck) hubiesen sido previamente nominados.

Pero el hecho inédito de mayor relieve es que la distinción fue conferida por Michelle Obama, en videoconferencia desde la Casa Blanca. Esto nunca había sucedido.

Autoridades iraníes, como el ministro de Cultura Mohamad Hosseini, criticaron la película, destacando que no respeta la verdad histórica, y cineastas iraníes declararon que “Affleck ganó el premio por sus mentiras”. Ya Antonio Machado nos advirtió en su tiempo que “la verdad es la verdad, dígala Agamemnón o su porquero”. Lo recuerdo por si alguien se siente tentado a desvirtuar tales críticas aludiendo a quienes las profieren. En este caso, responden estrictamente a la realidad.

Yo había tenido oportunidad de demostrarlo en el artículo publicado el 24 de enero en LA REPÚBLICA bajo el título: “Argo: una tergiversación de la historia”. Ello se opera en dos planos, por lo menos.

El primero es la omisión absoluta de un hecho fundamental, que significó un fracaso rotundo del gobierno estadounidense (y que le costó la reelección a Carter, derrotado por Reagan). Recapitulemos. La película narra lo ocurrido en Teherán a partir del 4 de noviembre de 1979, cuando la embajada de EEUU fue ocupada por estudiantes islámicos seguidores del ayatollah Ruhollah Jomeini, que tomaron como rehenes a un conjunto de 58 funcionarios norteamericanos (de los cuales escaparon 6), a la vez que exhibieron documentos demostrativos de la intromisión de la CIA en la vida política del país desde el gobierno del primer ministro Mohammed Mossadegh. Este, que había llegado al cargo con el apoyo de fuerzas nacionalistas y progresistas, nacionalizó el 20 de marzo de 1951 la industria petrolera, que estaba en manos de la Anglo Iranian Oil Company. A este hecho hace referencia la película en un escueto enunciado inicial. La respuesta fue un golpe de estado orquestado en regla por la CIA (“Operación Ayax”, bajo el comando de Kermit Roosevelt, nieto del ex presidente Theodor Roosevelt, el del “big stick”), que detonó el 19 de agosto de 1953, por el cual Mossadegh fue destituido y encarcelado de por vida, el sha reasumió un poder dictatorial que mantuvo durante 26 años y montó un feroz aparato represivo, la Savak, amén de convertir a su país en un centro de espionaje contra la Unión Soviética a lo largo de la extensa frontera común. La oposición al sha fue integrada por el Frente Nacional (fundado por Mossadegh), el Partido Comunista Tudeh, los llamados fedayines (marxistas) y mujadines (islámicos), y desde su exilio en París por el ayatollah Jomeini, cuyas grabaciones contribuyeron a organizar multitudes que desfilaron un día tras otro, enfrentando una tremenda represión. El sha huyó en enero de 1979, Jomeini regresó triunfante y se hizo dueño de la situación. En esas condiciones se produjo la toma de la embajada norteamericana el 4 de noviembre de 1979. La retención de los rehenes se mantuvo durante 444 días y el 20 de enero de 1981, ya finalizado el mandato de Carter, fueron liberados sanos y salvos.

El 11 de abril de 1980 el presidente Carter ordenó poner en marcha la operación Eagle Claw (Garra de Águila) para rescatar a los retenidos en la embajada, con participación del ejército, la fuerza aérea, la marina y la infantería de marina, el portaaviones Nimitz y aviones Hércules 130, que realizaron operaciones previas en Egipto, Omán y la isla Diego García. La operación se selló con un fracaso estruendoso. Los aviones quedaron atascados en las arenas del desierto. Murieron 5 tripulantes de un C-130 y marines del RH-53. Los cadáveres fueron abandonados. Varios helicópteros resultaron dañados. Ya he referido que estuve presente en Teherán en una conferencia internacional poco después de estos episodios. Pero en la película no se encontrará la más mínima referencia a los mismos, que en su hora repercutieron en el mundo entero.

La segunda tergiversación refiere a las vicisitudes de los 6 rehenes que consiguieron escapar y se refugiaron en la residencia del embajador canadiense en Teherán, Ken Taylor. Este es el tema central de la película, narrado con intensidad, extensión y suspenso. Pero también dando la espalda a la verdad histórica. (Hay que aclarar que en alguna medida la película se cura en salud: aunque dice referirse a hechos reales, advierte al final escuetamente que algunos diálogos han sido modificados en favor de un mayor contenido dramático). Pero no se trata solo de algunos diálogos. En la película el agente de la CIA Tony Méndez (el propio Ben Affleck), que conduce el operativo está presentado como un héroe, de máxima sagacidad, que supera todos los obstáculos. Pero ha aparecido el propio ex embajador canadiense en Teherán, Ken Taylor, ahora con 77 años, para declarar que esa versión es falsa, que el operativo estuvo esencialmente en manos de los canadienses y que “la CIA fue el socio minoritario de Canadá”.

Lo más grave es que esta versión distorsionada de hechos ocurridos hace más de tres décadas en Irán lleva agua al molino de las fuerzas que en Estados Unidos (y en el gobierno de Israel) están incitando a la agresión y a nueva aventura bélica contra el país persa. Con el peligro de acrecentar aún más la explosiva situación prevaleciente en la región.

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