opinión
Hace una década, Uruguay enfrentaba unos de sus peores momentos de la historia reciente: la crisis de 2002. Ante la ausencia de una estrategia productiva, la fuerte concentración del ingreso y la caída de los niveles de empleo, la concentración del poder de decisión y la exclusión de los actores sociales en las grandes discusiones [...]
Hace una década, Uruguay enfrentaba unos de sus peores momentos de la historia reciente: la crisis de 2002. Ante la ausencia de una estrategia productiva, la fuerte concentración del ingreso y la caída de los niveles de empleo, la concentración del poder de decisión y la exclusión de los actores sociales en las grandes discusiones y las decisiones nacionales, nos propusimos cambiar. En aquel entonces la herramienta fue lo que se llamó la “Concertación para el Crecimiento”, una iniciativa de la que participó la central sindical, las federaciones rurales, varias gremiales empresariales de gran, mediano y pequeño porte, sobre la base de una plataforma común que tenía como centro la reactivación económica.
Hoy, una década después, el desafío es otro: es el desarrollo sostenible e integrador. Tenemos que avanzar en transformar nuestra matriz productiva para generar cada vez más valor agregado, más empleo y más bienestar.
Necesitamos dar un renovado impulso a la innovación, a la formación en todos los niveles apostando a una mejora continua de la calidad en la gestión pública y privada.
Una mayor eficiencia en el gasto público y elevar la productividad de nuestras empresas son tareas insoslayables si pretendemos construir un país más próspero, inclusivo, más justo.
Es a partir de lo bueno que hemos logrado y combinando adecuadamente inversiones públicas y privadas, desarrollando un marco adecuado de relaciones laborales modernas que estimulen la capacitación y el involucramiento de los trabajadores en la gestión y con una fuerte apuesta a mejorar la educación en todos los niveles, que podremos fijarnos metas más ambiciosas.
Es preciso consolidar el rumbo estratégico. El gobierno puede y debe dar el marco, fijar el rumbo, explicitar sus políticas pero solo con eso no alcanza. Se requiere de empresarios que arriesguen, que confíen, que innoven. Requiere también del concurso de trabajadores dispuestos a contribuir a la generación de riqueza y naturalmente a participar de los beneficios de la mayor prosperidad.
Nuestra apuesta, diez años después de aquella Concertación para el Crecimiento, es a la construcción de una Concertación Nacional para el Desarrollo que comprenda a amplios sectores comprometidos con un programa de desarrollo económico, social y ambientalmente sostenible. Nos referimos a los trabajadores, a los pequeños y medianos productores del campo y la ciudad, las organizaciones de estudiantes, jubilados, a las múltiples comisiones barriales, a aquellos intelectuales comprometidos desde siempre con los procesos de cambio y todos los interesados en las transformaciones profundas que el país necesita.
Es preciso integrar a los distintos sectores de una sociedad que es más consciente de su diversidad y de la riqueza que esa diversidad implica. Y creemos que eso solo es posible mediante la participación social y política más amplia. Porque una alianza social no es solo una base para seguir avanzando, sino también un instrumento para defender todo lo que hemos conseguido.
Dra. Mónica Xavier
Senadora
Presidenta Del Frente Amplio