integración
En nuestra entrega anterior, al hacer referencia a la visita al país del ex presidente Lula, destacamos los relevantes aportes del VI Encuentro del Foro de São Paulo (FSP) realizado en San Salvador, República de El Salvador, en 1996, porque significó, como expresamos en la referida nota, un punto de inflexión, que hemos llamado “Del [...]
En nuestra entrega anterior, al hacer referencia a la visita al país del ex presidente Lula, destacamos los relevantes aportes del VI Encuentro del Foro de São Paulo (FSP) realizado en San Salvador, República de El Salvador, en 1996, porque significó, como expresamos en la referida nota, un punto de inflexión, que hemos llamado “Del Consenso de Washington al Foro de São Paulo”. Los aportes de aquella reunión y de su documento central resultaron claves en la renovación de la izquierda y en las condiciones que se abrieron en el continente para el triunfo de gobiernos de izquierda y progresistas, en medio de un mundo acosado por las crisis, la inestabilidad y, también, la guerra. Eran tiempos, como dice el documento, en que Cuba hacía esfuerzos extraordinarios para superar la crisis derivada del derrumbe de la Unión Soviética, apoyándose “en la formidable conciencia y voluntad revolucionaria de su pueblo”.
Luego de una caracterización del mundo de entonces, con la hegemonía del neoliberalismo y la caída del socialismo real, además de la crisis de la socialdemocracia, el VI Encuentro ingresa en temas que mantienen una vigencia plena. En la plataforma que emergió desde el FSP tienen cabida todas las fuerzas de izquierda y progresistas.
“Los proyectos nacionales habrán de ejecutarse por fases o etapas según las peculiaridades y urgencias en cada país”, expresaba el documento. Y agregaba que “una primera fase, de breve duración, contemplaría la aplicación de programas de emergencia”, en tanto “una segunda etapa” sería “la de la reactivación a fondo de la base productiva y la generación masiva de empleos (…) congruentes con el modelo de desarrollo a largo plazo”. Se trata se los lineamientos que vienen siguiendo los gobiernos progresistas en nuestra región: “es indispensable que los proyectos nacionales de desarrollo cuenten con una visión de largo plazo, tracen metas claras para los próximos quince o veinte años”. Aquí vemos la intención prospectiva, la visión estratégica, imprescindible para construir genuinos procesos de cambio.
Llama la atención lo que significa, 12 o 13 años antes de la crisis que estalló a nivel internacional en 2008, haber advertido en 1996 sobre las condiciones que la generaron. Se advertía acerca de “los astronómicos volúmenes de capital financiero, sobre todo el especulativo, que se mueven en el mundo tras la máxima rentabilidad a gran velocidad, con entera independencia, cada vez más distanciados del funcionamiento de los aparatos directamente productivos y fuera del control de los gobiernos e incluso de las transnacionales. Es un fenómeno insomne que funciona a cualquier hora del día o de la noche con solo apretar botones de computadora y lo mismo puede traer prosperidad económica, por lo general pasajera, como también hundir las economías de los países”.
La izquierda no debe aislarse
El FSP reconocía que el proceso de globalización era conducido por el neoliberalismo pero no se limitaba a la mera denuncia. Adelantándose a un fenómeno que hoy es evidente, señalaba que “se observan en el tercer mundo grupos de países que también -aunque todavía tímidamente- se unen en bloques comerciales y económicos buscando potenciarse y negociar desde mejores posiciones (…) con los países ricos”.
Al mismo tiempo, planteaba con amplitud de miras: “Estamos lejos de considerar que el mundo contradictorio, conflictivo y en globalización solamente ofrece desventajas y amenazas para nuestros países y pueblos. Distamos mucho de creer que el mejor consejo sea aislarnos. Este mundo de hoy ofrece también oportunidades y ventajas para el desarrollo, pero su aprovechamiento exige el diseño de proyectos nacionales alternativos, capaces de generar el más amplio consenso y comprometimiento. El proceso de mundialización es ciertamente irreversible, pero ello no presupone que la reinserción del llamado tercer mundo y, particularmente, de América Latina y el Caribe, tenga necesariamente que producirse en los términos del neoliberalismo. El consenso nacional, la integración regional y la relación diversificada con el mundo son factores capaces de darle viabilidad a los proyectos alternativos”.
El documento rechazaba “la pretensión de los neoliberales de atribuir a su doctrina y estrategia todos los casos de crecimiento económico que se registran en el mundo” así como el intento “de explicar las difíciles situaciones económicas que viven algunos países sometidos a bloqueo, alegando que ellas son la consecuencia del rechazo del supuesto modernismo y sabiduría neoliberales”.
Responder con más democracia
El documento de San Salvador hace una profunda defensa de la democracia y responde a la contraposición entre democracia representativa y participativa. “Se necesita responder con más democracia, Estado Social de Derecho, participación y control ciudadanos en la gestión pública. Estas deberían constituirse en piedras angulares del funcionamiento y desarrollo estables y duraderos de nuestros países. El tema de la democracia es crucial en nuestro subcontinente: es necesario democratizar los sistemas electorales hasta hacerlos creíbles y confiables, introducir la representatividad electiva (…); asegurar la libertad de expresión y organización; pero sobre todo es indispensable abrir espacios reales de participación ciudadana y comunitaria en la toma de decisiones, en la ejecución de las mismas y en el control”.
Sostenía el VI Encuentro que “para seguir imponiéndole a los pueblos más de lo mismo, el neoliberalismo tiene necesariamente que darle la espalda a la corriente en favor de la democratización (…) La democratización constituye un estorbo para el neoliberalismo y por eso el modelo fortalece la capacidad represiva del Estado”. Al mismo tiempo agrega que “el ejercicio de las libertades políticas no es suficiente para impulsar el desarrollo con justicia social; es indispensable además el reconocimiento y ejercicio de los derechos económicos y sociales que el neoliberalismo obstruye”.
Una plataforma vigente
Es incuestionable la actualidad de los siguientes conceptos: “La concepción del desarrollo ha de ser integral, en la cual son inseparables el ejercicio y defensa de la soberanía y la defensa del patrimonio nacional, el progreso social, el crecimiento y desarrollo económicos y la democratización en profundidad. Las personas, su dignidad, su libertad y derechos, su bienestar y la defensa de la vida son el centro y objeto de esa concepción. Lo antes dicho significa: superar la pobreza, la extrema desigualdad y la marginación de la mujer, asegurar la sustentabilidad ecológica, elevar los niveles de la cobertura y calidad de la educación, la salud y la seguridad ciudadana, mejorar sustancialmente en general la calidad de vida de la población; hacer competitiva y equitativa la economía; avanzar hacia la transparencia y credibilidad de la administración pública, de la justicia y del sistema electoral”.
Hoy en día la izquierda no debería tocar una coma de este pasaje: “El proyecto popular requiere de un Estado fuerte, que no es sinónimo de grande, de burocrático, ni de corrupto: un Estado (…) que regule el uso de los excedentes y distribuya los costos y beneficios de estos procesos con un criterio de equidad y justicia. El Estado debe ser el garante del uso racional de los recursos naturales autóctonos en un patrón de crecimiento y desarrollo ecológicamente sustentable”. Entre los postulados relacionados al Estado se establece la necesidad de “sanear los cuerpos policiales”.
El FSP ya reivindicaba en 1996 “la igualdad entre los géneros y el fin de la discriminación y opresión de la mujer”. Y sembró ideas para hacer realidad el “desarrollo económico-social con equidad”.
Como se estampa en el título del último capítulo, que resulta una buena síntesis, “el Foro de São Paulo es una alternativa de lucha en común por la democracia, la justicia social y el desarrollo sostenible”. El documento del VI Encuentro de 1996 deja claro el carácter renovador que fue construyendo el FSP y la influencia que tuvo y mantiene en los procesos de cambio en nuestro continente.
Carlos Baráibar
Senador AU
Frente Amplio