Análisis político de la semana
La semana se dividió en dos momentos: hubo un antes y un después del martes 5 de marzo. Ese día, en horas de la tarde, se produjo la muerte del presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías.
La opinión pública mundial, se agitó vivamente ante aquella noticia que recorrió buena parte de los portales informativos del mundo. Tal la popularidad de este caudillo bolivariano que, convencido del ocaso del capitalismo (generador de injusticias y de un creciente desigualitarismo, que nutre la opulencia de las clases dominantes, como subrayaba cada vez que podía), y del final del sistema de dominación imperialista (con los Estados Unidos, como foco), propuso como alternativa, una forma socialista de organizar la vida colectiva, a la que denominó “socialismo del siglo XXI”.
Para Chávez, era necesario que América Latina fuera el gran espacio geopolítico y geoestratégico soñado por los libertadores del siglo XIX, como Simón Bolívar (con la formación de la Gran Colombia), o nuestro José Artigas y su Liga Federal. Por eso impulsó con vehemencia la creación de una Patria Grande, que pusiera término a la actual “balcanización”, promovida en su tiempo, con éxito, por las oligarquías locales y los imperios coloniales de turno.
Nacido en Sabaneta (28/7/1954), en un modesto hogar, el caudillo bolivariano cuyos padres eran educadores escolares, llamó siempre la atención por su inteligencia y su hiperactividad. Era muy buen estudiante, jugaba al béisbol, pintaba, hacía de monaguillo en las misas dominicales de la Iglesia Católica de su pueblo, le gustaba la música y el teatro. A la hora de definir su vocación, se inclinó por la carrera militar. Desde muy temprano, quedó fascinado con Bolívar, su pensamiento revolucionario, la creación en 1819 de la Gran Colombia (Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá).
En 1971 entró a la Academia Militar, y cuatro años más tarde se graduó como subteniente en ingeniería, y licenciado en ciencias y artes militares. Todo llevaba a pensar que Chávez se convertiría en un gendarme más del sistema, surgido de las clases populares. Su carrera fue meteórica (teniente, en 1977; capitán en 1982; mayor, en 1986; teniente coronel, en 1990); se especializó en blindados: hizo cursos en los que se ubicó primero en las calificaciones; comandó una compañía de tanques de guerra AMX 30, de origen francés (1978-1979), y una brigada de paracaidistas en la base de Maracay (1991-1992).
Pero no fue así. El inquieto oficial integró en diciembre de 1982 el núcleo fundador de un grupo (Movimiento Bolivariano Revolucionario, MBR-200), que quería reformar al Ejército, y hacer cambios en aquella sociedad, en consonancia con el legado de Bolívar. Aparte de sus diferentes destinos militares, Chávez cursó durante dos años (1989-1990) una maestría en ciencia política en la Universidad Simón Bolívar. Después, hizo el curso de comando y estado mayor en la Escuela Superior del Ejército (1991-1882), lo que lo habilitaba a ascender a los principales grados en la pirámide jerárquica de la institución que integraba.
Venezuela era un país de enormes riquezas (tercer productor mundial de petróleo), pero la pobreza era creciente. La clase alta (en alianza con las compañías extranjeras), apeló a lo largo de buena parte de su historia a dictaduras militares para mantener sus privilegios, y controlar violentamente a los sectores populares. Un período de estabilidad se abrió en 1958, al caer el dictador Marcos Pérez Jiménez, y se sucedieron administraciones socialdemócratas y socialcristianas, pero las condiciones de vida de la enorme mayoría de aquella sociedad, no mejoró sustancialmente. La brecha social se acrecentó implacablemente.
En diciembre de 1988, asumió la Presidencia por segunda vez el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez. En poco tiempo, las políticas seguidas por su administración, de matriz fondomonetarista, llevaron a exacerbar la crisis. El anuncio de aumento de las tarifas públicas y del costo de la gasolina, desató una fuerte protesta social, duramente reprimida (varios cientos de muertos), a la que se conoció como el “caracazo”. Al año siguiente, en las elecciones de gobernadores, el 70% de los inscriptos en el padrón electoral se abstuvo de participar.
La situación fue cada vez más tensa. En 1992, hasta la Alianza Democrática, tomó distancia del gobierno de Pérez en medio de denuncias sobre hechos de corrupción. En ese marco, un grupo militar, liderado entre otros por Chávez, intentó deponer al gobierno, pero fue conjurado. Los sublevados, estuvieron después dos años presos en San Francisco de Yaré, hasta la aprobación de una amnistía, cuando ya era presidente el democristiano Rafael Caldera. En mayo de 1993, Pérez, fue relevado de su cargo y la justicia lo procesó con prisión, por apropiación de fondos públicos, pena que cumplió en su lujosa residencia en los altos de Caracas (hasta setiembre de 1996).
En 1993, según las estadísticas oficiales, casi la mitad de la población vivía por debajo de la línea de pobreza, en aquella rica Venezuela de 912.050 kilómetros cuadrados de superficie. En el verano de 1994, Chávez recuperó su libertad. Fue a partir de ese momento el ex comandante, consagrado a la acción política. El 6 de diciembre de 1998, Chávez resultó electo presidente por voluntad del 56.5% de los electores. Constituyó una esperanza, en particular para los sectores populares más postergados. Según estudios, en el momento de asumir, el 49% de los venezolanos vivía en la pobreza.
En los 14 años siguientes, Chávez ganó todas las elecciones. Impulsó cambios radicales en la organización del Estado, propició la integración latinoamericana, quiso hacer de Venezuela una nueva república en tránsito a ese socialismo de nuevo tipo que anhelaba. Desde el martes 5, se convirtió en un símbolo, amado por muchos; despreciado, sin duda, por los poderosos ya no de Venezuela, sino de todo el planeta, que no le perdonarán jamás muchas de sus acciones de gobierno, y en particular, como las supo comunicar, marcando permanentemente la agenda noticiosa internacional. En procura de la “suprema felicidad”, como le gustaba señalar, recordando a Simón Bolívar.
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