después de chávez
¿Qué herencia deja Hugo Chávez a América Latina? La mejor manera de evaluar a un jefe de Estado es examinar lo que queda tras su muerte. En el caso de Chávez, su imagen está ofuscada por una serie de prejuicios ideológicos y culturales, que no dejan ver al personaje de manera clara.
Las fallas evidentes de Chávez han sido agigantadas por la radicalización ideológica que lo ha acompañado. Provocador, llegaba a utilizar a Irán, Libia y Siria, para simbolizar su independencia con relación a Estados Unidos.
Pero su meta no era legitimarse como líder internacional, sino solamente regional. Por lo tanto, trataba de resaltar todo lo que podía poner en evidencia la impotencia y la declinación de Washington.
Su política exterior, enfocada básicamente en América Latina, era muy sencilla: recuperemos el mensaje de Simón Bolívar, el Libertador, para unir a nuestros pueblos y liberarnos de nuestro histórico dominador, Estados Unidos.
Para él, la llegada de George W. Bush fue providencial: era la peor cara de Estados Unidos y le servía para confirmar sus denuncias. Por el contrario, ante Barack Obama se vio obligado a moderar sus críticas.
La imagen de paria internacional que le han endilgado no se debe a su apoyo a Cuba, que hoy nadie considera una amenaza como una catapulta de revoluciones o terrorismo.
Pero un jefe de Estado que abraza a los “representantes del mal”, como Muammar Kadafi o Mahmoud Ahmadinejad, despierta rechazo en todo el Occidente, no solo en Estados Unidos.
Esto se combina con la incomprensión de la realidad venezolana, ya que la verborrea de Chávez, y el uso de un lenguaje no elegante ni formal, pero apropiado para estimular la participación y la identificación de las clases más pobres -su real objetivo político-, era interpretado en Occidente como demagogia y no como una fórmula de comunicación. Pero de esta manera Chávez consiguió llegar no solo a las clases populares venezolanas, sino también a las latinoamericanas.
Poco menos de 200.000 latinoamericanos sin recursos han recuperado la vista gracias a Chávez, que pagó operaciones de catarata en países vecinos, realizadas por legiones de médicos cubanos. (Creó grave desconcierto en Cuba que uno de los beneficiados en Bolivia resultara ser el sargento Mario Terán Salazar, ejecutor del Che Guevara en La Higuera).
Es un hecho que gracias a Chávez, America Latina ha dado pasos de siete leguas hacia la integración. Su nombre está asociado a la Unasur, a la Alianza Bolivariana para las Américas (Alba), al Banco del Sur y al espaldarazo que dio al Mercosur con la incorporación de Venezuela.
Es fácil motejar todo esto como populismo. Pero una etiqueta no cancela una realidad incómoda: en América Latina, la clase media es numéricamente inferior a las clases pobres. Y la política tradicional solo tomaba en cuenta a la clase media (cuando no solamente a las elites).
El vuelco de la región a la izquierda en la última década se debe seguramente al brutal impacto de las políticas neoliberales de la década precedente. Pero también al ingreso en la arena política de los campesinos indígenas y de los sectores más pobres.
Por esto, la herencia de Chávez es mucho más grande de lo que parece. Parece inevitable que Venezuela tendrá que recortar los costos de su solidaridad internacional (preocupante perspectiva para Cuba, en particular) y que dejará de ser un paradigma en el escenario político regional.
Por otro lado, en esta época de globalización, el esfuerzo de retomar los ideales de Bolívar es ineludible y representa la verdadera alternativa a la traición a los libertadores por las elites de la época. (Bolívar, en una frase famosa, dijo que “el que sirve la revolución ara en el mar”).
Solo la existencia de egoísmos elitarios puede explicar que América Latina, una región sustancialmente homogénea, más que Europa, África y no hablemos de Asia, no logre integrarse para competir globalmente con más fuerza y eficacia.
Mientras el peso geopolítico de este siglo se desplaza hacia Asia, donde China e India son individualmente más grandes que toda América Latina, esta es la región que se destaca en el mundo como hacedora de políticas y de rutas hacia una democracia más participativa, no Europa, África o Asia.
Es difícil saber si América Latina encontrará finalmente el camino de la unidad. Chávez ha hecho mucho más que todo otro jefe de Estado de la historia reciente en esa dirección. Esta es su herencia. El tiempo nos dirá si, como Bolívar, ha arado en el mar.
Si así fuera, Hugo Chávez pasará a la historia como un soñador frustrado, y detalles como su amistad con Ahmadinejad, su verborrea o su lenguaje vulgar, no podrán servir para explicar el fracaso de la unidad latinoamericana. Será responsabilidad de toda la clase política, y de sus egoísmos nacionales.
IPS, exclusivo para LA REPÚBLICA
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