Análisis de la semana

25 años como portavoz clave de la agenda progresista

Tabare Vazquez y Jose Mujica

El diario LA REPÚBLICA celebró el viernes 25 años de existencia. En estos cinco lustros este cotidiano de circulación nacional asumió el reto de ser “independiente y plural”, como lo proclamó en su primer número, y fue la expresión cotidiana de una agenda progresista en todas las esferas de la vida social. Cinco años después de su aparición, Naciones Unidas declaró el 3 de mayo como Día Mundial de la Libertad de Prensa.

Era un tiempo de reconstrucción después del tormentoso y devastador ciclo autoritario (junio 1973-marzo 1985). LA REPÚBLICA comenzó a editarse en Montevideo el 3 de mayo de 1988, bajo la dirección de Federico Fasano. Era un matutino formato tabloide que se proponía “dar, junto a la noticia, su contexto y el máximo posible de elementos de interpretación”. Sus impulsores buscaban avanzar en la senda de un “democratismo radical”; eso explica el compromiso de LA REPÚBLICA con la agenda del progresismo uruguayo.

Aquel 1988 se inició con una decisión del presidente colorado Julio Ma. Sanguinetti de alto impacto: el cierre del servicio de pasajeros de la empresa ferroviaria estatal AFE. En diciembre, la Corte Electoral informó que las firmas reunidas eran suficientes, y la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado (diciembre de 1986) sería sometida a un referéndum.

En todas las movilizaciones populares desarrolladas (como fue la campaña por el voto verde, por memoria, verdad y justicia) el papel de LA REPÚBLICA resultó fundamental. Esto se reiteró muchas veces a lo largo de los años: en defensa del Estado nacional contra las privatizaciones de las empresas públicas promovidas por el presidente blanco Luis Alberto Lacalle, en 1992; o en la salvaguarda de los intereses nacionales, cerrando filas en respaldo a Ancap, cuando gobernaba el colorado Jorge Batlle.

La enorme crisis del año 2002, solo comparable en sus graves derivaciones sociales y culturales con lo ocurrido 20 años antes, en el tramo final de la dictadura (con la ruptura de la tablita cambiaria de 1982, durante el gobierno del general Gregorio Álvarez), marcó un verdadero punto de inflexión. El colapso económico (PBI cayó un 12%), la desocupación trepó al 18%, cerraron empresas, se endeudó el agro; unos 100.000 emigraron. La pobreza se expandió: en 2004, 39,7% de los uruguayos se encontraba en esa situación (6 de cada 10 niños menores de 5 años vivían en un hogar con esas característícas). Comenzó a circular la pasta base de cocina.

El bloque progresista había ganado espacios en forma sucesiva. En febrero de 1990, con Tabaré Vázquez como candidato, conquistó por primera vez el gobierno de Montevideo. En las elecciones de 1994 quedó configurada una realidad electoral inédita: el país de los tercios: los colorados (que ganaron por una mínima diferencia, con Sanguinetti nuevamente a su frente), los blancos y la izquierda (con Vázquez, postulado a la presidencia) lograron un respaldo electoral similar.

En 1997, la reforma constitucional instauró nuevas reglas comiciales, introduciendo el balotaje para la elección del presidente (candidato único por partido; si el más votado no lograba la mitad más uno de los sufragios, habría una segunda vuelta, entre los dos postulantes al gobierno con mayor respaldo ciudadano). En 1999, el FA se ubicó primero, cómodo, pero no alcanzó el porcentaje exigido; hubo un balotaje, se unieron los colorados y los blancos, y Batlle llegó a la presidencia. Su gobierno, que en su primera etapa coaligó a los partidos fundacionales, vivió su momento más complejo en aquel 2002, en que se desbarrancó la economía, y Batlle perdió el respaldo de sus propios socios blancos. En los comicios venideros, los de 2004, el FA se impuso con holgura.

Se abrió de esta forma el período de gobierno de Tabaré Vázquez (2005-2010), que procuró en primer lugar enfrentar la emergencia social (creación del ministerio de Desarrollo Social, Mides; programas de contención); fue restablecida la negociación colectiva entre empresarios y trabajadores (reactivando los consejos de salarios, olvidados por los gobiernos anteriores); quedó definido otro criterio respecto a la memoria histórica y los derechos humanos (reinterpretando la ley de Caducidad; los jueces investigaron el pasado, y empezaron los procesamientos por crímenes cometidos durante la dictadura); se dieron pasos sustantivos reformando el sistema tributario (IRPF), la salud (creando un nuevo sistema integrado, con un fondo común; descentralizando a ASSE), la enseñanza (aumentando los presupuestos, generalizando el uso de las “ceibalitas”, inicialmente en las escuelas), y otras áreas del Estado (gobierno electrónico, etc).

Creció la economía y la inversión como nunca antes; cayó la desocupación, fueron mejorando sucesivamente los salarios y pasividades. Como señala el Informe de Coyuntura Nº 9 del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República (noviembre de 2011), “entre 2004 y 2010 la incidencia de la pobreza y la indigencia de la población cayeron, respectivamente, de 39,7% a 18,7%; y de 4,6% a 1,2%”. Sin embargo, el deterioro de la cohesión social vivida en los años previos constituye uno de los problemas más graves, pendiente de resolución, como señalan en este trabajo Gerardo Caetano y Gustavo de Armas. “El contraste marcado entre el crecimiento de la economía y la situación de deterioro que exhiben aspectos claves para una sociedad desarrollada (como el nivel de cohesión social, los desempeños del sistema educativo o las bases de infraestructura para hacer sustentable la continuidad del despegue productivo (energía, transporte), interpelan de modo radical toda autocomplacencia en las evaluaciones”, advierten los cientistas.

En el 2009, la izquierda volvió a triunfar en las elecciones. No fue en primera vuelta. Fue necesario llegar a la instancia del balotaje. José Mujica le ganó al conservador Luis Lacalle, abriendo un segundo mandato frentista.

“El desempleo cayó a niveles nunca antes alcanzados y se sitúa en torno al 6%”, decía sobre finales del año pasado la revista Política (Nº 11, setiembre de 2012), editada por la Presidencia de la República, en un informe-balance sobre la primera etapa de la gestión de Mujica, con declaraciones del mandatario. “El Indice de Gini (que mide los niveles de desigualdad entre los diferentes sectores sociales) bajó a 0,4, registrando el nivel de mejor distribución de la riqueza desde que se mide en nuestro país”, señala como uno de los logros importantes de los gobiernos progresistas iniciados en 2005.

Entre 2004 y 2011 la riqueza empezó a redistribuirse. “En los últimos cinco años, se advierte en Uruguay, además de una reducción de los niveles de pobreza, un descenso relativamente significativo de los índices de concentración del ingreso”, subrayaba por su parte el informe de coyuntura Nº 11 del Instituto de Ciencia Política (Udelar, diciembre de 2012). “En 2004, el 10% más rico de la población percibió ingresos 18,9 veces superiores al 10% más pobre. En 2011, esa relación descendió a 13,3 veces (revista Política, de setiembre de 2012).

En diciembre de 2012, Mujica se reunió con la cúpula sindical en la sede del PIT-CNT, donde aportó su visión acerca del significado real del progresismo. “El progresismo -señaló- es el intento de mitigar las injusticias del capitalismo, mejorar la distribución, mejorar el ingreso, acotar las diferencias de clase. Si se quiere todo ello con un conjunto de reformas que son sucesivas, acumulativas, y que encajan con la democracia representativa perfectamente. Estos gobiernos no se desentienden de las demandas de hoy, del hombre de la calle, no se desentienden en nombre de un programa utópico para dentro de cincuenta años, sino que con un sentido real intenta enfrentar las dificultades que tiene el hombre de todos los días (y) cuando hacemos un balance de la existencia humana a lo largo de décadas, y vemos lo que ha pasado en el mundo, nos tenemos que dar cuenta que ocho años de reformas (progresistas, en Uruguay) con ochocientas cincuenta mil personas que se arrancan de la pobreza, no es moco de pavo, compañeros”.

Luis Casal Beck

Economía

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