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Nuestro tiempo del desprecio

editorial PUBLICADO el Sábado 12 de enero, 2013
La República Digital

Cuesta creer que cuando han transcurrido más seis milenios de evolución de la Humanidad, la convivencia entre los pueblos, entre las diferentes etnias, nacionalidades y religiones, se ve perturbada por viejos odios y rencores recíprocos.

Esa intolerancia, esa incapacidad de convivir en paz y en el respeto del otro, subyace en estado latente para hacer eclosión bajo el efecto de alguna circunstancia fortuita. Los nacionalismos intransigentes, los fundamentalismos religiosos, constituyen un serio obstáculo para que predomine la cultura de la paz y del entendimiento.

Por supuesto que tampoco corresponde olvidar la prepotencia contumaz del imperio y sus aliados, siempre dispuestos a resolver los conflictos por medio de la guerra, en estricta aplicación de la máxima de Von Clausewitz. No olvidemos que muy poco tiempo después de derribado el muro de Berlín y verificada la implosión del bloque soviético, EEUU y sus aliados incondicionales creyeron del caso intervenir militarmente en Irak e incendiaron la guerra del Golfo.

Por estos días se ha informado de ciertos hechos que implican el resurgimiento de un viejo conflicto en la pequeña Irlanda; un conflicto político vestido con ropajes religiosos que nos retrotraen a las carnicerías protagonizadas siglos atrás por católicos y hugonotes, con Noche de San Bartolomé incluida. Cuando todo parecía indicar que el diferendo en el Ulster estaba laudado, bastó un pequeño incidente a propósito de una bandera, para que católicos y protestantes volvieran a mostrarse los dientes amenazando con reinstalar la lucha violenta.

En el Oriente Medio, aquella medialuna de las tierras fértiles donde surgieron las primeras civilizaciones cuya cultura recibimos a través de Grecia y Roma, los conflictos están a la orden del día. No solamente la eterna controversia entre árabes y judíos, sino que también asistimos a guerras fratricidas en la interna del mundo islámico, protagonizadas por facciones fundamentalistas cargadas de odio irracional.

Esa “incestuosa guerra de Caínes y Abeles y su cría”, al decir de Jorge Luis Borges, se expresa también en otras regiones del globo. Ayer un cable de AFP informaba del asesinato, en París, de tres militantes kurdas. Otro conflicto en el que se entremezclan cuestiones políticas con añejos odios y rencores de origen étnico.

Ante este panorama nada alentador, cabe preguntarse cuántos milenios más serán necesarios para que los seres humanos aprendan a convivir y sean capaces de hacerlo en paz.

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