opinión

Lo que se fue y lo que vendrá

Corresponde al comenzar un nuevo año, intentar hacer un pronóstico de lo que podrá deparar 2013. Obviamente que debemos reparar en las cuestiones políticas centrales que pasaron en el año que se fue.

La crisis europea no parece llegar a su fin, y lejos de pronósticos de mejorar, la cuestión se agudizará; seguramente más países del viejo continente entrarán en crisis y las movilizaciones seguirán en aumento. Pero las mismas no logran aún ver una salida clara ya que en general reclaman volver al estado de bienestar, no atinando a ver que ello es inviable en la actual crisis capitalista.

Por su parte China presenta síntomas de desaceleración inquietantes, en el marco de una restauración capitalista feroz. El Partido Comunista Chino, para imponer su política exterior, no tendrá más que seguir explotando y reprimiendo a las masas laboriosas de ese país. Las autoridades del amo del norte con la reelección de Obama seguirán con su política expansionista, sin perjuicio de enfrentar, además, una brutal crisis económica interna sin vuelta atrás. La conquista de los recursos naturales será el eje de la política de Obama, quien no dudará en hacer lo que haya que hacer para salvar a su imperio.

El conflicto del Medio Oriente no se detendrá. La llamada “primavera árabe” deja cada vez más al descubierto el rol de Israel y EEUU en el territorio, los que seguirán con su clara actitud bélica ante cualquier intento de perder el control del oro negro de la zona.

Nuestra América, con bastantes claros y oscuros, con situaciones de retroceso político preocupantes como los de Honduras y Paraguay, donde parecería estabilizarse el neo golpismo, sin que nada pasara. La preocupante situación de Venezuela, ante una posibilidad real de un quebranto más agudo de salud de Chávez, lo cual sin dudas envalentonaría a la derecha aun después de la derrota que recibió en las pasadas elecciones.

Claros casos de corrupción como han sido los de Brasil y Bolivia, realmente preocupantes, y una crisis política abierta en Argentina. Me atrevo a decir que son momentos de incertidumbre, donde es indispensable en nuestro continente pensar y repensar desde la izquierda sobre lo realizado hasta el momento. No podemos dudar: seguimos siendo el continente más desigual. Para avanzar en un cambio real, primero hay que caracterizar de la mejor forma la etapa actual del capitalismo, el cual no se repondrá de la crisis actual, sino que por el contrario la misma se profundizará. Pensar que dentro de él es posible mejorarlo, será ofrecer un claro camino de derrota.

A partir de la ofensiva neoliberal, los pueblos se han alzado contra él y otorgaron mayoritariamente su voto a gobiernos de corte progresista bajo la idea de cambio y mejoras reales. Algunos de ellos ya han repetido sus mandatos. Es momento de abrir el debate sin prejuicios, sin temores, sin dogmas, volver a los cimientos de una izquierda que realmente ataque las causas del problema y no maquille el capitalismo. Ni la socialdemocracia europea ni la derecha tienen posibilidades reales de resolver políticamente la crisis del sistema; tampoco una izquierda timorata que pase por encima de un análisis de clases, lo cual a esta altura se impone más que nunca. Estamos frente a una crisis que pone en riesgo como nunca a la humanidad toda, y la desilusión de las masas puede llevar a procesos de derechización no deseados. Volvamos al debate a fondo, a creer en la política real donde la mejor síntesis salga del debate colectivo y no de caudillos superdotados que creen estar por encima del bien y del mal.

La política en la que debemos creer es la que decía Mariátegui: “La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco.

No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil. Vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento”.

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