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(No) invitado de lujo

Algunos dirigentes políticos suelen caer en esa imagen de estar en el mejor lugar, pero en el peor momento. El jueves 27 de diciembre, la presidencia del Senado había resuelto despedir el año con un grupo de periodistas. Fue en el restorán La Estacada, de Punta Carretas. Cuando adentro era todo fiesta y alegría, una robusta figura se parapetó en la puerta con sus manos en jarra en la cintura, tapando el sol y proyectando su sombra alargada en el piso. Un silencio congeló el lugar al mejor estilo western. Era el senador Jorge Larrañaga, que el azar lo llevó hasta el mismo restorán donde el vice Danilo Astori había organizado la fiesta y él, precisamente, no estaba invitado. El blanco saludó con su cabeza, se dirigió en silencio a la barra dando la espalda a todos y confiado de que nada le iba a pasar. Y nada pasó. Ni siquiera hubo un saludo entre ambos dirigentes políticos.