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Los desafíos de la izquierda para seguir avanzando

Las expresiones en tono esperanzado o desesperanzado del fin de la política son parte constitutiva de nuestro tiempo. Desde el temor de la desaparición de la política por los totalitarismos o bien por el fin de la historia abren un espacio por donde reflexionar la estrategia que debemos ir construyendo. La política sigue siendo la herramienta que tenemos para cambiar lo que de determinante tiene el sistema. No existe política sin conflicto, no existe democracia sin disenso.

El Frente Amplio, los frentamplistas, las mujeres y hombres de las izquierdas de nuestro país tenemos un desafío por delante que va más allá de la coyuntura. Quienes observamos que el éxito de 2004 de la principal fuerza transformadora de nuestro país consumió su estrategia, tenemos la obligación de generar los espacios para la reflexión y la práctica que permitan construir la nueva estrategia de acumulación para los nuevos cambios.

No sólo se trata de comprender las contradicciones que nos abre el ejercicio de gobernar, sino y sobre todo de qué forma resolverlas. En un escenario internacional en que resurgen grandes bloques de poder económico y militar, pero que tiene en nuestro continente una esperanza política frente a las grandes crisis europeas, la historia política de las izquierdas de nuestro país nos impone una gran responsabilidad.

No se trata de detener el movimiento, deberán construirse las mejores opciones electorales para la victoria del 2014. Pero los acuerdos, ajustes y acomodos para eso no deberían impedirnos reflexionar sobre el horizonte que precisamos. La acumulación actual de la fuerza política se da a través y a pesar de las políticas de gobierno. No podemos confiar exclusivamente en sus resultados, la organización política debe tener un peso mayor, sobre todo en el vínculo con las expresiones organizadas del movimiento social y del movimiento popular.

Nos acercamos a un escenario relativamente novedoso, y tiene que ver con la incipiente conformación de una derecha que procura jugar la carta de las masas en reconocimiento de su fracaso y de nuestro éxito. Esto nos exige profundizar más en cuanto a las prácticas políticas, y sus capacidades para expresar y transformar. La política no desaparecerá hasta que no desaparezcan los hombres y mujeres, pero en nuestra estrategia debe aparecer la promoción de la política como acto consciente y cotidiano de los ciudadanos. La aceptación de la responsabilidad mutua como habitantes de un territorio. La izquierda debe hacer de la política, y no sólo de la pertenencia partidaria, una actividad socialmente valiosa. Ello exige reconocer realmente al otro como sujeto y promover el protagonismo a través de la participación.

Diferentes estudios han mostrado que a diferencia de lo que se expresa normalmente, las nuevas generaciones realizan mucha actividad política, aunque la partidaria no sea la más mencionada. Pero se reconocen en sus acciones y organizaciones como sujetos, participando protagónicamente. La izquierda para no quedarse sólo con la administración del sistema se adentra en las profundidades culturales del propio sistema, esfuerzo mayor y menos visible que una toma de palacio, pero que realmente puede cambiar los hábitos que hacen funcionar el sistema, y por eso la llamada “agenda de derechos” es tan importante en estas horas.

La nueva estrategia debe incorporar entonces el nuevo escenario internacional, las grandes crisis que están operando sobre el sistema mundo, y debe alcanzar también al reconocimiento de la práctica política concreta. No puede olvidar los grandes fenómenos ni a los sujetos. Y obviamente no puede olvidar la importancia de la organización política y el tipo de organización que mejor permite trabajar en pos de los objetivos programáticos. Quizás tengamos aún más programa que estrategia, pero sin claridad en ésta, el otro es impracticable. Definir el papel del Estado y también que éste no lo es todo.

El fin de la política no ha de temerse, a no ser por nuestro propio renunciamiento.

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