pluna

La verdad y las calumnias

Hoy parece lejano y enterrado por un cúmulo de declaraciones y titulares, repicados una y otra vez en radios y televisiones de todo el país, el origen o las causas del cierre de Pluna.

Pluna se cerró porque en Brasil los juicios contra Varig (anterior dueño de Pluna), empezaban a replicarse contra Pluna en Uruguay, a tal punto que se corría el riesgo de que todos los activos de la empresa quedaran embargados a favor de acreedores de Varig en Brasil. De hecho, activos que Pluna tenía en Brasil fueron embargados.

Esta es la realidad que debió enfrentar nuestro gobierno, una herencia maldita, a quién le cabe duda, del intento de reflotar Pluna hecho por otro gobierno bastante tiempo atrás. Si nuestro gobierno no hubiera actuado con la celeridad que lo hizo, hoy no tendríamos nada, ni los seis aviones, ni las computadoras, ni las lapiceras de Pluna.

Y esta agilidad y lucidez que salvó los activos de Pluna para toda nuestra sociedad, además de sus trabajadores, se la debemos en primer lugar, a dos de nuestros ministros: Fernando Lorenzo y Enrique Pintado. Si ellos no hubieran advertido de la gravedad de la situación y la necesidad de actuar con urgencia, los problemas que hoy tenemos para refundar una línea área de bandera uruguaya serían un juego de niños frente a la lapidaria destrucción de patrimonio que se nos veía encima.

Lorenzo y Pintado, con el respaldo de nuestro Presidente, no solo cerraron a tiempo una empresa que nos iban a sacar de entre las manos, sino que además idearon, con la creación del fideicomiso, un mecanismo por el cual la sociedad uruguaya pudo poner a salvo el patrimonio creado por Pluna durante su vida útil.

Esto no es pequeña cosa, porque si hoy los trabajadores de Pluna y todos los uruguayos tenemos la posibilidad de pensar en otra aerolínea, y podemos efectivamente proyectarla, es porque contamos con una base que nos permite hacerlo, y eso también se lo debemos a nuestro Presidente, a nuestro ministro de Economía, y a nuestro ministro de Transporte y Obras Públicas.

La salida proyectada incluía el mecanismo más transparente para hacerse del valor fundamental, los seis aviones, siempre que quien quisiera comprarlos incluyera en su proyecto empresarial la solución de la situación de los trabajadores. Esa salida transparente, cristalina, es la subasta pública, filmada, con presencia de periodistas, en una palabra, con todas las garantías.

Pero además, la salida diseñada incluía la penalización para el caso de que un empresario ofertara por los aviones y luego no cumpliera con su oferta. Esa penalización era pagar el 10% de lo ofertado. Esto es lo que está en juego respecto a la empresa Cosmo: simplemente, en qué momento le vamos a poder cobrar US$ 13.600.000 ¿Y por qué se los vamos a cobrar, a cambio de qué nos van a dar esa cifra? A cambio de nada.

El Estado no tiene nada en juego, más que ganar esa enorme cifra como penalización a un empresario que tomó una mala decisión. ¿Cuáles son las pérdidas que auguran desde la prensa de derecha? No hay nada que perder, el Estado no tiene nada en juego, solo ganar. Si se puede cobrar ya, nos haremos ya de ese dinero. Y si hay que hacerle un juicio a nuestro deudor, demoraremos un poco más. Pero la plata que viene de arriba, ¿a usted le importa si llega hoy, o dentro de 6 meses? Siempre va a ser ganancia.

Pero claro, Cosmo encontró socios en Uruguay para no pagarle al Estado. El Partido Nacional, los diarios El País y El Observador, se pelean por sugerirles a los abogados de Cosmo con qué argumentos podrían evitar pagarle a nuestro Estado la sanción por haber tomado una mala decisión. A nadie le va a asombrar que los partidos tradicionales se vinculen a los intereses de la empresa privada contra el Estado; pero en un caso de esta magnitud, no deja de ser escandalosa la dedicación y la alegría que ponen en lograr que nos estafen.

Pero Cosmo va a pagar. Demorará un poco más o un poco menos, pero va a tener que pagar, porque no hay tribunal en el mundo que dé cabida a las tonterías que los partidos y medios periodísticos de la oposición le sugieren como argumento para no hacerlo.

Pero las buenas noticias son dos: no solo que Cosmo va a pagar, sino que además la nueva Pluna va a volar. Para ello tendrá, sin dudas, que enfrentar los mismos problemas que la aeronavegación comercial enfrenta a lo largo y ancho del mundo, es decir, costos permanentemente al alza y márgenes ínfimos; tendrá además que volver a encontrarse con los viejos problemas que Pluna tiene desde 1936 cuando la fundaron; pero asumiendo esos problemas como condiciones de existencia, la nueva aerolínea va a volver a brindarle al país el conjunto de oportunidades de negocios vinculados a su existencia que son las que justifican su subsidio.

Decía El Observador en su tapa que la falta de Pluna nos hace perder el 10% de la temporada turística, quiere decir que su existencia nos permite facturar doscientos millones de dólares. Valga como botón de muestra de la utilidad de la empresa aérea, y qué otros números hay que agregar a la ecuación cuando se calcule el subsidio inevitable.

Pensándolo bien, las buenas noticias son tres: Cosmo va a pagar; la nueva Pluna va a volar, y además el primer año de subsidio de la nueva empresa de aviación va a ser una gentileza de Cosmo, algo así como un regalo de nacimiento a la nueva Pluna, o tal vez, un premio a la tozudez de los uruguayos en la defensa de su línea aérea.

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