editorial

La bajamos entre todos

El fin del año invita irresistiblemente a los balances. Pero a veces es prematuro hacerlo porque los datos no han sido reunidos. De hecho, faltan unos meses para que cierren las cuentas nacionales y algo más para la Rendición de Cuentas.

Conocemos algunas cosas. La semana pasada tuvimos cifras estadísticas sobre resultados de la enseñanza. Son alentadoras. Tenemos la estimación de que el PBI aumentó en torno del 4%, tal como estimó el Presupuesto presentado a mediados del 2010, y por encima de la media regional una vez más. Tenemos datos de disminución de fallecidos en accidentes de tránsito, de disminución de rapiñas, de empleo y salario real y otros varios indicadores. Todos son positivos. Uruguay XXI anuncia que la inversión extranjera crece exponencialmente y explica que quienes tienen capitales para invertir quieren hacerlo en un país con los indicadores del Uruguay.

Pero hoy queríamos centrarnos en un indicador cuya cifra final no se conoce. Cinve estimó que la inflación cerraría este año en un 8%. Y queremos centrarnos en ese indicador, no tanto por su importancia como por lo que nos enseña sobre el estado de la sociedad y la política uruguaya.

La inflación es mencionada por los especialistas como la principal amenaza. Y el gobierno ha priorizado su combate porque la suba de precios castiga a los más débiles. Pero la inflación interanual llegó a estar a un pelo del 10%, lo que desencadenaría una serie de ajustes con efecto inflacionario en espiral. Al final, sin embargo, se hizo bajar al 8%, lo que es un logro, aunque sigue por encima de la meta del 6%.

Hay dos dificultades para combatirla. La primera es que buena parte de la inflación es importada, por la suba de precios internacionales y el contagio de los países vecinos. Temas en los que el Banco Central y el equipo económico tienen limitado campo de acción.

El segundo gran problema es que no se puede abusar de la herramienta clásica: manejar el valor de la moneda. A los países que les va bien les entra mucho dinero que, al circular, hace aumentar la demanda y, por consiguiente, los precios; todo lo cual fortalece su moneda. Es el caso de Uruguay. Eso hace al país menos competitivo y así se regula el mercado mundial. Si se revaluara la moneda para evitar la inflación, se complicaría más la competitividad. Y en el caso de Uruguay, como no deja de recordar Javier de Haedo, la dolarización de la economía hace que este tipo de medidas tenga menos impacto.

Para conseguir este resultado se precisó, entonces, mucha sutileza para ir llevando todas las variables. Y lo que queremos destacar como balance del año: mucha colaboración responsable de todos los sectores; los sindicatos, los supermercadistas, otras cámaras empresariales, que entendieron que es un objetivo común y actuaron en consecuencia.

Feliz Año Nuevo.

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