Tiempos modernos

El Tata, el consumo y los “nietos”

El sábado de mañana Montevideo conmovía a cualquier ser humano, porque desde las 9.30 horas los barrios estaban alterados. Gente a pie, en auto, en bicicletas o en motos, recorrían las calles casi sin destino fijo. Pero lo seguro, lo seguro, era que el destino final apuntaba a los centros adecuados para acceder al consumo.

Montevideo, el sábado y el domingo, explotaron de consumismo, que es un mal – si así podemos llamarlo – que tiene sus explicaciones: “Hay guita en la calle”, como me dijo un taxista.

Esa guita, por cierto, puede servir para muchas cosas: desde gastar por gastar para sentirse bien, hasta gastar por necesidad pero también porque es mucho más placentero comer afuera del hogar, porque en el boliche de la esquina no hay que lavar los platos ni picar la cebolla.

“La Canaria”, una taxista que me tocó sobre las 14.00 horas del sábado, me dijo “que nunca vi nada igual” y que las colas eran masivas en los supermercados y los shopping. “No me voy de licencia hasta el 10 de enero”, me dijo con cara de preocupada, pero convencida de lo bien que estaba haciendo.

Ancianos, jóvenes, mujeres y hombres, con bastón y sin bastón, cubrieron el fin de semana donde solo se discutía a qué hora había que ir al supermercado el lunes (por hoy), para no andar a los golpes con los carritos.

Mientras las palabras iban y venían, el comentario generalizado en un bar de Pocitos era la foto de José Mujica, publicada en la portada de LA REPÚBLICA, rodeado de chiquilines del INAU.

“Es el abuelo con los nietos”, dijo uno de los interlocutores, quien recordó que hubo una época en que no soportaba la personalidad del Presidente. “Pero, debo confesarlo, me está ganado y hasta me emociona verlo cuando se rodea de chiquilines”, agregó.

Otro de los participantes de ese diálogo, que también señalaba con el dedo índice la foto del diario, mostró con detalles cómo los chiquilines tomaban contacto con el cuerpo del Pepe, con caras de cancheros y conteniendo una alegría tremenda. Es que no todos tuvieron ese privilegio de compartir una foto con el Pepe, el amigo de Manuela.

 

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