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PALESTINA

El no miembro que observa y festeja

Emilio Cafassi
Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires
escritor
ex decano
PUBLICADO el Domingo 2 de diciembre, 2012
Emilio Cafassi

Palestina fue reconocida esta semana por las Naciones Unidas (ONU) como “Estado observador no miembro”, una gelatinosa forma de reconocimiento subalterno a su carácter de Estado-nación. 130 países, muchos de los cuales ya alojaban delegaciones diplomáticas de la Autoridad Palestina, le concedieron este status tan degradado como su actualidad geopolítica, social y económica, que le llega a la vez tardíamente, ya que declaró su independencia en 1988. Toda Sudamérica, el BRIC y varios países europeos contrariaron a Israel y EEUU acompañados por otros pocos miembros (Canadá, República Checa, Palau, Nauru, Micronesia, Isla Marshall y Panamá) en su intención de evitar siquiera este mínimo reconocimiento, luego de que el año pasado los norteamericanos vetaran en el Consejo de Seguridad su ingreso como miembro pleno. La razón es obvia: las consecuencias diplomático-jurídicas de invadir y sojuzgar a un Estado serán mayores que las de hacerlo sobre una tierra pretendidamente yerma -y sobre una población desvalida y carente de derechos- eufemísticamente llamada “territorio en disputa”. Por ejemplo, Palestina tendrá acceso a varias agencias del sistema de la ONU, pero más importante aún, a tribunales internacionales como la Corte Penal Internacional ante la que puede acusar a Israel de genocidio. Se explica por tanto la alegría que despertó este pequeño reconocimiento en el sufrido pueblo palestino.

En una columna de opinión del viernes pasado en este diario, el periodista Egon Friedler se pregunta por los valores de la izquierda universal a propósito de lo que considera como “claro apoyo de algunos grupos de izquierda a la organización terrorista palestina Hamas”. Una ristra de interrogantes que contienen aseveraciones -tácitas unas y explícitas otras- sobre esta fracción político-miliciana que gobierna la franja de Gaza lo lleva a la rápida conclusión del carácter antisemita de este supuesto apoyo generalizado. El absurdo de la tesis salta inmediatamente a la vista: este antisemitismo se canalizaría mediante el apoyo a una fracción semita como es –además obviamente del pueblo palestino- el grupo Hamas. La primera confusión del periodista es la de antisemitismo con un supuesto antijudaísmo. No es casual: todo fanatismo oscurantista lleva a considerar la parte por el todo, negando la otredad. No constituye ningún descubrimiento la afirmación de que el pueblo judío no es el único pueblo semita. Friedler elide de este modo en el plano discursivo lo que el Primer Ministro Netanyahú concreta por la vía del exterminio bélico y la limpieza étnica: borrar físicamente a los palestinos del mapa.

Friedler tiene sin embargo el mérito de introducir con sus incógnitas serias críticas al grupo Hamas, que comparto en general, como por ejemplo el carácter misógino, homofóbico, teocratista, totalitarista, disciplinador y violento de sus concepciones ideológicas, cuyas características no creo que se reduzcan a este grupo, sino que con diversos grados y matices resultan reconocibles en buena parte de las expresiones políticas y culturales del mundo islámico y musulmán. No solo aparecen en Palestina (incluyendo a Al-Fatah en Cisjordania) sino también en el actual Egipto de los hermanos musulmanes, en Siria y en buena parte del oriente más lejano. Carezco de simpatía alguna hacia cualquier movimiento islámico o de cualquier otra confesión posible que deviene además en franca condena, si le añade prácticas de cualquier forma de terrorismo. Surge de ello que no me siento incluido en su generalización respecto a la posición de las izquierdas, aunque tampoco consigo identificarlas en grupos o autores precisos ya que el texto prescinde de ellos. Tal vez quiera darle una pátina de cierto progresismo al exabrupto diplomático del impresentable embajador Dori Goren, -a quien ya había dedicado una contratapa (“La niña soldado” 06/06/10)- cuando repudió un comunicado de una fracción de la izquierda uruguaya, que no contiene una sola línea reivindicativa del grupo Hamas, sino que utiliza precisos términos críticos para referirse a la política de Israel.

Carezco además de izquierdómetro, pero más aún, de la vocación autoritaria de utilizarlo expurgatoriamente si existiera, como para ejercer una cartografía ideológica en base al conflicto árabe-israelí (o cualquier otro) que, dicho sea de paso, no es la única tragedia política contemporánea. Me basta con aceptar el autoencuadramiento o la autodefinición de cada grupo o individuo de cuyos linajes, herencias, valores y objetivos deberá hacerse cargo y fundamentar cada uno. Ni excluiría ni incluiría al autor con el que polemizo en izquierda alguna por su postura: sabrá él dónde ubicarse, del mismo modo en que me ratificaré como de izquierda independiente, sin solicitarle el correspondiente permiso. No me animo por tanto a sostener que la defensa de un pueblo invadido, sometido en sus propios confines a la violencia del terrorismo de estado, o que la denuncia de tales vejaciones y torturas, cualquiera sea la orientación ideológica dominante o la de sus líderes, sea un pasaporte para el ingreso a la izquierda. Apenas me parece una postura solidariamente digna y encontraremos más de uno que la sostenga sin por ello reconocerse de izquierda. Las identidades políticas e ideológicas reconocen una gran complejidad y diversidad. Subyace en las mismas preguntas formuladas por Friedler una concepción maniquea que puede llevarse al límite caricaturesco hollywoodense: ¿cómo pueden los “buenos” apoyar a los “malos”? Con igual nivel de simplismo podría responderse con otro interrogante como ¿qué hacer entonces si todos son los malos?

Hipotetizo que una dificultad reside en la incapacidad de diferenciar las diversas tipologías terroristas. Pareciera que para Friedler sólo existiría una única forma de terrorismo, el individual, que ciertamente practica el grupo Hamas y –agrego compartiendo- merece la más explícita condena por ello. Pero no es la única variante de terrorismo aunque comparte con el terrorismo de Estado y el imperial (una forma de terrorismo de Estado fronteras afuera) el sometimiento de la población civil. Los tres tienen en común el propósito de aterrorizar a las poblaciones y el carácter inocente de sus víctimas. El hecho de que ciertas izquierdas como el movimiento anarquista y otras fracciones hayan apelado a él no le quita su carácter inhumano, cruel e irracional. Tampoco que se ejerza como modo de legítima resistencia a una ocupación o tiranía le añade eficacia sino que, por el contrario, estimula y amplifica la contraofensiva represiva y la brutalidad. Razones de la más diversa laya conducen a su reprobación. Una prueba de la indiferenciación de los terrorismos se presenta en una de las preguntas en las que le endilga a Hamas la emulación del genocidio hitleriano para destruir “al único país judío del mundo”. Razones prácticas indican que jamás podría hacerlo, ya que no tiene condiciones de ejercer terrorismo de Estado o imperial alguno como para producir un nuevo holocausto. Pero el problema de fondo salta a la vista cuando acompaña el sustantivo “país” con el adjetivo “judío”. Cualquier Estado que se corteje con un adjetivo confesional o racial resulta un anacronismo, portador de las dosis de violencia, intolerancia y segregación que tibiamente el ideal moderno se propuso superar hace al menos dos siglos y medio.

Pero si de preguntas hablamos, ¿por qué excluir la hipótesis de que la fracción sionista, dominante hoy en el Estado de Israel se haya convertido en un nuevo verdugo neonazi para con el pueblo palestino? No sería nada infrecuente en la historia que recientes víctimas devengan rápidamente en nuevos victimarios y que utilicen métodos con los que fueron sometidos. Concéntrese el poder y desiguálense las fuerzas para que la milagrosa transmutación tenga lugar. En su libro “Los orígenes y fundamentos del cristianismo”, Kautsky, adelantándose dos décadas al estalinismo, se preguntaba a principios del XX si al movimiento revolucionario marxista de entonces no podría ocurrirle algo similar a la conversión de la religión cristiana de una ideología subversiva en un instrumento de dominación y criminalidad, una vez formalizada en la burocracia profesional como lo es la estructura de la iglesia. ¿El movimiento sionista está acaso indemne de este tipo de tragedias históricas?

Llama por último la atención el énfasis en la crítica del terrorismo individual como fundamento de la defensa sionista, cuando ha sido una práctica constitutiva de sus orígenes. A fines de los años ´30, tuvieron lugar diversos atentados contra la población civil árabe por parte de los grupos sionistas Haganá e Irgún. El líder de Haganá es hoy un prócer israelí que entre otros homenajes lleva el nombre de una universidad en Israel que tuvo la gentileza de facilitarme su sede para realizar un congreso internacional: Ben Gurión. Sus andanzas terroristas están muy bien documentadas en un libro del historiador israelí Benny Morris, perteneciente a esa misma universidad que honra al citado terrorista. Nada muy distante a las aberraciones de Hamas, aunque en este caso veneradas como heroicas.

Me rehúso a identificar mecánicamente el pueblo judío con el sionismo. Apenas una parte de él es sionista y responsable exclusivo de los crímenes en nombre de todo el pueblo que dice representar. En consecuencia el antisionismo no conlleva un antijudaísmo, ya descartado el disparate generalizador de antisemitismo. El pueblo judío ha dado grandes intelectuales y revolucionarios, particularmente los modernos, tanto como grandes científicos e ignorantes, estafadores y honestos, explotadores, explotados y notorios criminales. Su aporte a la emancipación de la humanidad es tan inmenso como sus intervenciones conservadoras. En suma, como todo pueblo ha dado glorias y miserias por igual, en las circunstancias históricas en las que le tocó desarrollarse. Ha dado a Einstein y a Madoff, por citar a un reciente delincuente famoso, aunque si el curso de la historia continúa dentro del actual devenir no me extrañaría que en un futuro alguna universidad israelí lleve el nombre de este último.

La ONU no lo impediría.

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6 Comentarios

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  1. CAFASSI, CON HONESTIDAD, NO SE SI INTELECTUAL O NO, PERO EMPECÉ A LEER Y TODO BIEN, PERO HACE CALOR Y YA POR LA MITAD ME PERDÍ, ES UN POCO DENSO SU ARTÍCULO Y YA NO SE SI ESTOY DE ACUERDO O NO, CREO QUE SI, PERO CONSIDERE QUE LA HACE LARGA Y SE MEZCLAN TEMAS MUY SENTIDOS.
    EL FINAL ES BUENO, NO SE SI PORQUE SE TERMINA O…

  2. Las gestiones efectuadas por Abbas son violatorias del Acuerdo de Oslo.
    Veremos si eventualmente los juristas de la Corte Penal Intenacional abrueban el exabrupto de calificar de genocidio las acciones defensivas de Israel.
    Dos cometidos aquejan ahora a los intelectuales: las disquisiciones idiomaticas y la inversión de términos y propositos.
    Diferenciar entre antijudío y antisemita, cuando historicamente se comprende qué intención tiene quien profiere críticas falsas e inadecuadas acusaciones en contra de judíos es un desproposito.
    Atribuír intención de borrar al pueblo palestino, cuando es justamente la Carta Fundacional de Hamas la que establece explicitamente su objetivo de borrar a Israel del mapa, eso es antijudaísmo.
    Atribuírle a Israel objetivos de limpieza étnica y exterminios, eso es antijudaísmo.
    Denominar a un movimiento terrorista cuya especialidad ha sido cometer atentados contra civiles en Israel como " fracción política-miliciana es un eufemismo que busca exculparlo.

  3. Lo que se critica al MPP es no haber emitido una CLARA CONDENA a la Carta Fundacional de Hamas llamando a la destrucción de Israel.
    Acusar a este país de anexionarse tierras cuando devolvió el Sinaí, se retiró de Gaza y sometió al arbitraje internacional una localidad fronteriza con Líbano, es tendencioso y discriminador.
    La denominación de judío a Israel no tiene un proposito confesional, sino nacional.
    Grandes grupos de liberales y seculares israelíes batallan en forma permanente por reducir los espaciós que los fundamentalistas religiosos han ocupado y lo están logrando.
    Pretender cuestionar el calificativo de judío a Israel es el mismo intento negador de Abbas quien se niega a reconocer el caracter judío del Estado de Israel.
    Equivaldría a que este país se negara a aceptar que los palestinos agregaran el calificativo de palestino o de islamico a su estado.
    Israel nunca ha pretendido eso ni le corresponde.
    Sólo pretende que no intenten destruírlo ni negar sus derechos historicos.

  4. El antisionismo es la nueva cara del antisemitismo, mientras que el antisemitismo (como en el siglo XIX se autodenominaban los antijudíos) niega el derecho a la existencia del individuo, el antisionismo rechaza el derecho de un pueblo a existir y convivir en la comunidad internacional.

    El historiador Robert Wistrich argumentó que "los judeófobos izquierdistas nunca se denominarán a sí mismos antisemitas. Efectivamente, ellos siempre rechazarán con indignicación cualquier sugerencia de que puedan tener algo contra los judíos. No obstante, usualmente estarán obsesionados con estigmatizar a Israel." Y de esa obsesión tenemos lamentablemente muestras de sobra entre la izquierda uruguaya.

    Mientras demonizan a Israel con todo tipo de libelos, esquivan el tema central de que desde su mismo nacimiento, y de hecho antes del mismo, la mayoría dominante de los árabes les niega a los judíos sus derechos nacionales y procura echarlos al mar.

  5. Prof. Cafassi:
    ¿Ud. justifica el atentado a la AMIA? Es una pregunta retórica, porque leyendo todo su galimatías, queda clarísimo que sí, a pesar de que conteste: ¡nooo!¡qué disparate!
    Como más de un "intelectual" que se las cree, Ud. también cree en la estupidez de sus lectores y le dedica un tiempo enoorme a disertar sobre su grave enfermedad: la JUDEOFOBIA. Ni antisemitismo, ni antijudaísmo.
    "Antisemitismo" fue un término acuñado por un antisemita, Wilhelm Marr, y no tiene sentido alguno, mas con él se designó en forma exclusiva a los judeófobos, a partir de entonces. Pero se presta a aviesas interpretaciones como la suya.
    Por eso, el término de León Pinsker "Judeofobia" es mucho más exacto, pues alude con precisión a los judíos, y a su componente irracional, de odio según las ciencias sociales.
    Su texto rezuma judeofobia por todos los poros, y aunque a Ud. le moleste, así es su antisionismo, la nueva forma, políticamente correcta, de la judeofobia.

  6. Prosigamos. Nooo! Hamas no es judeófobo! Solo que su carta fundacional (¿la habrá leído el Profe?) se explaya sobre los eternos mitos judeofóbicos como la "milenaria conspiración judía" para dominar el mundo. "Su plan está en los Protocolos de los Sabios de Sión"…"con su dinero han tomado el control de los medios internacionales…han hecho estallar revoluciones…han estado detrás de la Revolución Francesa y de la Revolución Comunista…etc.etc. "El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes no luchen contra los judíos y les den muerte". ¿Qué lindo, no? Esa es la facción "polícito-miliciana" (¡TERRORISTA NOO!). Claro, según el profe, para los cuales se justifican las palabras del MPP "exterminio" y "genocidio" son… LOS JUDÍOS… perdón… LOS SIONISTAS. JAJAJA! Por favor! Y si sigo leyendo, me da náuseas. Lo último que le digo porque me cansó tanto disparate: Benny Morris está arrepentido de sus dislates. Lea el artículo de Perednik,léalo a su colega.Lo pone a Ud.de cabeza