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tiempos modernos

¿Cómo fue la tuya?

Julio Guillot
periodista
PUBLICADO el Miércoles 26 de diciembre, 2012
Julio Guillot

El día después es el de “¿cómo pasaste?”. Y entonces empiezan los cuentos de cada uno, qué se comió, qué se tomó, qué regalos hubo, qué se pusieron, si paso esto o aquello. Hace un tiempo conté mi historia navideña que puede ser muy parecida o distinta a la tuya: nací y me crié en un hogar ateo; ni siquiera fui bautizado y jamás recibí no ya educación religiosa, sino ni la más mínima información sobre la Historia Sagrada. Estoy seguro, por tanto, de que mi futuro post mortem transcurrirá en lo más profundo del infierno, una perspectiva que no deja de inquietarme un tanto porque en definitiva, quién sabe qué pasa después de exhalar el último suspiro, ¿no?

A pesar de la irreligiosidad que caracterizaba a mi familia, en mi casa jamás dejó de celebrarse la Navidad. Religiosamente, cada 24 de diciembre se elaboraba una cena especial; venían tías, tíos, primos, amigos; se brindaba con espumante y se comían nueces, avellanas y pan dulce (bastantes calorías, gracias a Dios, para incorporar al organismo en días de treinta grados a la sombra)… La cena era presidida por un arbolito cargado de chirimbolos definitivamente kitsh (igual que hoy) y con velitas de cera con pabilo, insertas en mini candelabros sujetos a las ramas del pinito; el problema era que había que andar vigilando para evitar que el arbolito agarrara fuego.

No existían las guirnaldas de luces eléctricas intermitentes. Tampoco se había impuesto la costumbre de hacer regalos, por lo cual no quedaba claro cuál era la función del Viejo Navidad (le Père Noël). Pero no importaba, porque los gurises sabíamos que un par de semanas después vendrían los Reyes Magos a dejar chiches sobre los zapatitos; en aquel tiempo, los niños recibían regalos solo dos veces al año: en su cumpleaños y en Reyes.

Pero bueno, de lo que estaba hablando es de la celebración de la Navidad para un ateo. Dije ya que en casa se armaba el arbolito; pero pesebre, ni hablar, de modo que para mí, la fiesta de la Navidad era totalmente ajena a la celebración del nacimiento de Jesucristo. No había vínculo alguno entre ambos. En lo que a mí respecta, la Navidad está totalmente desprovista de toda connotación religiosa, lo que no me impide disfrutar de esa ocasión que me brinda la costumbre cristiana para cometer algunos excesos gastronómicos y, por qué no decirlo, alcohólicos.

No soy de los que aborrecen las “fiestas tradicionales”, esos mala onda que ven en ellas la obligación de estar alegre; antes bien, por el contrario, me parece bárbaro el pretexto para reunirse con la familia (por algo el viejo Batlle le cambió el nombre de Navidad por Día de las Familias, que es el nombre oficial en Uruguay), compartir morfe y chupe con amigos, y ver las caritas de los gurises mirando con expectación los paquetes distribuidos alrededor del pino a la espera de ser abiertos a la medianoche.

Por cierto que este panorama idílico puede súbitamente resquebrajarse cuando algún papanatas se pasa de copas y le da por abrir el baúl de los reproches, con lo cual todo termina en llantos o en puteadas, y adiós a la armonía familiar.

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Un Comentario

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  1. Y, si la familia no se junta mas, para que llamarlo el dia de la familia… y si empezamos por decir por su nombre todo? el dia de la familia monoparental, donde está el novi@ del jef@ de familia…
    Para sacar reproches hace falta una reunion con bebida espirituosa o rencores acumulados, da igual… sea cumpleaños, navidad, muerte, casamiento, o lo que sea que junte "familia"… (sucesión de bienes, garantiza la mala onda familiar, cuando deberia ser una fiesta de reparto… o buen recuerdo al que deja bienes para la posteridad). Aunque tambien estan las familias politicas… y ahi? fua… que mala onda tienen todos… desde el este o el oeste, a ninguno le gusta que lo dejen afuera de los repartos… lo merezca o no (mas bien, no se merece… se hace lobby… como en la mafia o en las corporaciones)
    Tenemos mas para celebrar y celebramos menos. Tenemos mas para dar y damos menos, tenemos mas para recibir y recibimos menos… El mercado crece, el egoismo tambien.