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moral conservadora

Los valores que no marchan

Pablo Álvarez
Director de Secretaría del MEC
PUBLICADO el Martes 13 de noviembre, 2012
Pablo Álvarez

El sábado la convocatoria de la “Marcha de los Valores” tuvo su prueba de fuego. La movilización, que terminaría frente al Palacio Legislativo, no llegó a destino. La escasa convocatoria demostró que los valores y la religión también se analizan a la luz de la circunstancias, y no están por encima de las personas. No era conveniente llegar al destino prefijado, el número no acompañaba para hacer una jugada política y mejor resultaba abandonar la oración, porque religión es política.

La comparación de esta marcha con la convocatoria de las actuales movilizaciones a favor de la diversidad han sido ampliamente vistas en las redes sociales. Pero vale recordar que hace 20 años tal vez la comparación no hubiera sido tan favorable.

Las razones por las que las personas optamos por tomar el espacio público varían en el tiempo y están sin duda asociadas a los valores que la sociedad pretende promover, incorporar y defender como lugares desde el que vincularnos y construirnos. Mientras el Parlamento aprueba la despenalización del aborto y conocemos datos de encuestas que hablan de un altísimo porcentaje de la ciudadanía que estaría acompañando dicha medida, enfrentando un discurso machista (propio de una sociedad en la que el cuerpo de la mujer le pertenece al Estado), otras encuestas dicen que un alto porcentaje de la ciudadanía acompaña las ideas que vinculan la inseguridad con la minoridad y que acompañarían medidas que unifiquen esas ideas aunque no tengan ningún tipo de resultado sobre el asunto. Los valores siempre están en juego, pero la clave es identificar a qué se hace referencia cuando se habla de “valores”. Para poder discutir en serio hay que identificarlos taxativamente. El discurso del fin de los valores, es como el discurso del fin de las ideologías, un discurso que pretende imponer los propios como los únicos posibles, por eso su decadencia implicaría la ausencia total.

En cada interacción humana individual y colectiva hay valores en juego. Lo que está en disputa es cómo se estructura la sociedad que conocemos. Imaginemos los valores que se perdían cuando la esclavitud se abolía, o cuando la mujer obtenía derechos políticos, o cuando las colonias abandonaban a sus imperios. Ninguno de estos asuntos resueltos por actos de iluminada sensibilidad entre quienes tenían los derechos que a los otros les faltaban. Fueron luchas victoriosas que amontonaron fracasos y violencia.

Hoy tenemos entre nosotros una paradoja que no podemos obviar. La mayoría de la población valora positivamente la conquista de nuevos derechos centrados en la persona y no en los adjetivos. Es un avance democrático, si por ello entendemos la igualdad. Sin embargo hay un sentido de pérdida de libertad, otro brazo de la democracia, ya no en el plano político sino en el material. La inseguridad impone un sentimiento de pérdida de garantías, de libertad para disfrutar de los demás derechos. El asunto, que podría no ser nuevo, es significativo para un país en el que la izquierda gobierna y pretende generar cambios profundos. Avanzamos en igualdad de derechos y en mejoras materiales para las personas, pero a la vez no podemos evitar el crecimiento de discursos y comportamientos centrados en la peligrosidad, que alienta lenta pero acumulativamente una visión prejuiciosa frente a los pobres.

La derecha nacional tiene referentes, afirma su organización y está afinando su estrategia. Sabe que tiene en este tema su colina. “Los valores”, a secas, se parecen mucho al “sentido común”, el reservorio moral de lo conservador. En esa estrategia la selección y elección informativa realizada por las grandes empresas de comunicación le son absolutamente coherentes. Y si desde la izquierda respondemos a esa reiteración permanente en los mismos términos, no hacemos más que fortalecer su discurso, su estrategia. Tenemos que animarnos nuevamente a levantar un relato potente del proyecto transformador.

Si la política es hacer posible lo necesario, hacer solo lo posible es quedarse en el mismo el lugar.

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2 Comentarios

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  1. Ese es el error Alvarez, pensar que los valores marchan. Los valores se defienden en las marchas, ya estan en los individuos, y no estan en crisis, tienen mal marketing, no son divertidos.
    No estan en crisis, porque cuando se falta a ellos, la gente (y mucho mas sus representantes, de los que sos parte) se esconde, miente, engaña, disfraza su error, pero sabe cual es.
    Está en cada uno y en la memoria colectiva, cuando desde los poderes o las fuerzas retrogradas se les ataca es cuando marchan, por sus derechos conculdos o mansillados, no por su existencia.Y si son pocos los individuos que marchan, no faltan valores,faltan individuos que crean en esos que la marcha defiende.
    Y si, son un acto de fé, pues cada uno,en su mayoria, cree o no en algo, pero tiene pocos elementos para defenderlos o atacarlos segun le parezca.

    • El valor a la vida, que parece el mayor(desde el aborto o la fecundacion asistida,por ejemplo,en este gobierno, que parece que defienden algo,y en realidad defienden al usuario,no al resultado,la vida, la consiguen o la eliminan por necesidades,y eso,es confusion de valores,vida por consumismo de la”necesidad”un valor de compra y venta,de uso,no el profundo, el resultado, ahora si, la vida).
      Por eso la palabra sigue siendo el valor que todos defendemos.Aunque parezca lo contrario,y castigamos duramente al que engaña,aun con un “supuesto” buen fin(las llamadas mentiras blancas,o inocentes,que no tienen nada de esas cosas).
      Si lo sabrá la psicología,y las escuelas de estudio mental mundiales,que se nutren de muchas formas de dominio a las masas,entre ellos las repeticiones (que no cambian el contenido,sino las formas, por tanto generan estress y angustia,en el fondo,violencia psicologíca). Lo sabe tan bien, que resalta que “el niño pierde su inocencia cuando aprende a mentir es premiado”