editorial

La oposición y su estrategia destructiva

Con tozudez, los partidos del llano siguen aferrados a su estrategia y exhiben un frenesí opositor que se profundiza cada día más a medida que nos aproximamos al año 2014, cuando habrán de celebrarse las elecciones nacionales.

Desde hace ya unos meses, blancos y colorados actúan como si todo el país y todos los partidos estuvieran embarcados en plena campaña electoral; buscan desesperadamente obtener algún rédito, marcando perfil y denostando al gobierno. Tratan de capitalizar un supuesto descreimiento de la población y arremeten como toros de lidia contra todas y cada una de las iniciativas del gobierno; han apostado todas sus fichas al fracaso del segundo gobierno del Frente Amplio porque ven, con angustia creciente, que la más que probable postulación del doctor Tabaré Vázquez para una segunda presidencia tornaría inútil todo esfuerzo por derrotar a la izquierda.

Primero fue el senador Larrañaga, quien decidió patear el tablero y romper el acuerdo educativo con pretextos baladíes, de modo de desmarcarse del gobierno. Puso fin, así, a un breve idilio de Alianza Nacional con Mujica, en cuyo apogeo llegó a afirmar que Eduardo Bonomi era el mejor ministro de Interior en muchos años; algo que puso la piel de gallina a toda la oposición y a sus correligionarios en particular.

Luego fue el turno de Vamos Uruguay, sector hegemónico dentro del Partido Colorado, cuyo conductor decidió abandonar los cargos en la administración y en los entes ocupados por dirigentes del sector. El grupo minoritario de la colectividad de Rivera, Propuesta Batllista (ProBa), no acompañó la propuesta bordaberryana, lo que ocasionó el malestar de Vamos Uruguay y el entredicho entre Fitzgerald Cantero y Amorín Batlle a raíz de la presencia del director de Ancap Amaro Cedrés en el acto en que el ente donó material asfáltico para el autódromo de Rivera.

Pero volvamos a nuestro tema. A la compulsión interpelativa de que ha hecho gala, la oposición agrega su rechazo casi sistemático a cada propuesta del gobierno. Y cuando la aprobación de una ley exige mayorías especiales, ahí se frotan las manos, niegan sus votos y festejan alborozados su mezquino triunfo.

Es el caso de la creación de la Universidad Tecnológica del Interior, para cuya aprobación se requieren dos tercios de votos conformes. Pareció, en un principio, que habría consenso y que ese instituto de educación terciaria, de tanta importancia para el país, recibiría un apoyo unánime. Sin embargo, en el transcurso de su tratamiento en la Cámara de Diputados asomaron las discrepancias y las exigencias opositoras. Los legisladores de la izquierda mostraron en todo momento su voluntad de diálogo para lograr acuerdos, pero la postura irreductible de blancos y colorados ha hecho naufragar tan plausible iniciativa.

Fieles a su ya tradicional postura contraria a la participación de docentes y estudiantes en el gobierno de los organismos de enseñanza, colorados y blancos rechazaron de plano el cogobierno para esa Universidad Tecnológica a crearse.

Autonomía y cogobierno son voces malsonantes para los oídos de la derecha, pero en este caso fueron el pretexto ideal para apuntarse su victoria. Una victoria a lo Pirro, sin dudas.

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