seguir avanzando

El desafío de la elaboración programática

En la anterior entrega, señalábamos que en el marco del Plan Político que impulsa la Presidencia del FA, con el objetivo de revitalizar la estructura y promover formas de participación, se inscribe la tarea permanente de la Comisión Nacional de Programa.

El propósito buscado como ya expresamos, consiste en esta etapa, en seguir avanzando en el diseño de un plan nacional de desarrollo, sus contenidos conceptuales y los caminos de una estrategia de implementación que supone –como toda estrategia– una opción entre alternativas.

Opciones desde la realidad y la vocación transformadora necesaria para construir un país aún mejor del que tenemos en términos de calidad de vida para las grandes mayorías nacionales.

Lo de seguir avanzando supone el punto de partida de la acumulación del capital social y material que vienen generando nuestros gobiernos. Sin creer por ello que iniciamos el camino y sin desconocer, en consecuencia, los aportes positivos que signaron grandes áreas y etapas del proceso histórico del país.

Pero desde una definida orientación progresista en la transformación democrática.

En rigor, desde sus orígenes, que tuvieron en su programa uno de los pilares fundamentales para la fundación de la fuerza política, el FA ya marcó identidad y compromiso con una propuesta alternativa a las políticas tradicionales y desde la perspectiva de una visión de desarrollo integral. Visión que reconocía –sin pretender hegemonías y exclusividades– en el pensamiento y la acción artiguista su “inspiración más profunda”.

Seguir avanzando supone tener en cuenta los cambios en el mundo y nuestra región, proyectar escenarios globales que significarán limitaciones, desafíos y oportunidades, y aquellos cambios registrados en el país, a partir de las transformaciones en marcha.

Seguir avanzando significa reconocer que si bien no nos hemos detenido en la marcha, falta aún mucho por hacer, que los tiempos y alcances de las reformas han sido disímiles y que los frutos del progreso no han llegado aún con los necesarios avances en la equidad a las grandes mayorías. Estos conceptos se pueden escribir o decir con facilidad, pero compartiéndolos o no, se acordará que significan abordar las próximas etapas, practicando ayuno de triunfalismo que será siempre un mal consejero, pero desde la confianza que nos debe animar por los resultados alcanzados en las etapas recorridas.

El próximo año, el país alcanzará la década de mayor crecimiento de su historia. Y lo hará en el marco de políticas en clave de inclusión y no de pobreza, de generación de mejores empleos en la calidad y no de la cantidad de los mismos, de sustentabilidad del crecimiento con vocación de alcanzar metas de auténtico desarrollo humano.

Y para ello, como señalamos en la nota anterior, deberá mantenerse el equilibrio entre “la sensatez y la audacia” que expresaba el programa desde el primer gobierno, pero trabajando para crear las condiciones que permitan profundizar reformas, avanzar en la universalización del progreso en términos de calidad de vida de la gente, en justicia social.

Asumiendo que los uruguayos tenemos enormes carencias en el campo de la educación, como elemento fundamental, central y transversal a toda perspectiva de desarrollo integral. Convertido en el mayor desafío y, en consecuencia, punto prioritario en la agenda para encontrar caminos de grandes consensos nacionales.

Y avanzar con mayor audacia y consistencia de lo realizado y proyectado, en la transformación democrática del Estado, uno de los tres pilares estratégicos del programa. Entre tantos otros aspectos, promover programas de desarrollo regional y local, que apunten a la necesaria coordinación institucional y con la voluntad política suficiente para laudar un viejo pleito no resuelto, en el sentido de instrumentar una auténtica descentralización.

Y, por cierto en la transformación democrática de la sociedad. Lo que supone – entre tantos alcances desde luego – avanzar en la definición de valores, como piedras miliares de una transformación cultural.

El ya citado Grupo de Trabajo para una visión de mediano plazo, en su informe borrador en discusión, se interroga con valentía e innovación sobre estos temas.

“El concepto de desarrollo debería indicar los objetivos, pero las líneas del mismo y el proceso implican valores de relevancia, que deben ajustar el camino y la visión a la cual se orienta. En un modelo de desarrollo, un partido político debe construir valores…”

Y se pregunta sobre los criterios de justicia y equidad, sobre la igualdad de oportunidades y de resultados que “no es redistribución per se”; y sobre los derechos y las obligaciones desde una visión autocrítica; sobre la cultura del trabajo, la responsabilidad social del Estado y las empresas, del trabajador y de los ciudadanos; sobre el valor en la confianza colectiva en la convivencia social y en la construcción del futuro.

Y sobre otros tantos otros temas que, desde una perspectiva de actualización ideológica a la que se refirió Tabaré Vázquez, motivan una fecunda reflexión en el marco plural y unitario de la elaboración programática.

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