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Regulación de los contenidos en televisión

editorial PUBLICADO el Sábado 6 de octubre, 2012
La República Digital

Siempre hemos sido contrarios a toda forma de atentado a la libertad de expresión; la larga trayectoria de LA REPÚBLICA y de los medios que la precedieron es elocuente respecto de lo que decimos. La intromisión del poder para ordenar o prohibir la divulgación de alguna información u opinión repugna a los espíritus libres que rechazamos la censura con toda firmeza.

No obstante, la propagación por los medios audiovisuales (concesionarios de ondas de las que no son dueños) de ciertos contenidos que colisionan con los valores y metas a que debe aspirar una sociedad democrática y solidaria, resulta perjudicial para la salud social.

Desde hace ya unos años se viene insistiendo en la responsabilidad de los medios en lo que tiene que ver con el aumento de comportamientos violentos. El espacio excesivo dedicado en los informativos de televisión a la crónica roja es una muestra de lo que decimos; al mismo tiempo, la abundancia de escenas de violencia en películas, seriales y telenovelas hace que los telespectadores reciban diariamente una alta dosis de violencia bajo distintas formas, lo que resulta una suerte de estímulo para las conductas violentas.

Está funcionando un Comité Técnico Consultivo que analiza la situación y estudia la posibilidad de adoptar medidas que permitan controlar y regular ciertos contenidos de la programación de los canales. Entre las medidas que han recogido un relativo consenso figura la extensión del horario de protección al menor desde las 06.00 hasta las 22.00, así como la regulación de los contenidos en cinco áreas: violencia, drogas, sexo, pornografía, lenguaje y discriminación.

Nos consta que el asunto es por demás delicado y que hay que actuar con suma cautela para no caer en excesos de signo contrario. No se trata de prohibir al barrer la emisión de escenas de violencia, sino de evitar que se emitan programas o escenas que inciten o hagan apología de la violencia.

Todo esto es muy plausible pues implica un primer paso en el sentido de ejercer un mínimo de control sobre lo que consumen los niños y jóvenes uruguayos a través de la pantalla chica.

Ahora bien, el asunto no se agota en estas medidas. Hay una buena cantidad de programas de los que está ausente la violencia y que, sin embargo, son nocivos no solo para los niños sino, también, para los adultos. Esa cultura chatarra, esos programas de mal gusto, chabacanos, transmiten disvalores que el televidente incorpora sin ser consciente de ello.

La televisión, una herramienta valiosa pero muy peligrosa, compite con ventaja con el sistema educativo, cuyos valores son despreciados por las pautas culturales del mundo globalizado que esa televisión se encarga de difundir.

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