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Porto Alegre en escena

Finalizó en Porto Alegre una nueva edición del festival teatral Poa em cena con la participación de un nutrido contingente de artistas de diferentes países. Allí estuvo LA REPÚBLICA así como el ministro de Educación y Cultura Ricardo Ehrlich quien fue motivo de homenaje.

jorge arias PUBLICADO el Sábado 6 de octubre, 2012

Dos mujeres en blanco y negro. Paula de Renor y Sandra Possani, en teatro de Cámara Túlio Piva

En el marco del Festival de Teatro de Porto Alegre, el ministro de Educación y Cultura uruguayo Ricardo Ehrlich fue distinguido con el premio “Guilhermino César” por la Prefectura de Porto Alegre. El galardón fue entregado por el prefecto José Fortunati y hablaron, además de Ehrlich, el secretario de Cultura Sergius Gonzaga y el ex prefecto José Fogaça.

A continuación ofrecemos una serie de breves reseñas de algunas de las puestas en escena que se pudieron apreciar en el prestigioso festival.

“Duas mulheres em preto e branco” (“Dos mujeres en banco y negro”) de Ronaldo Correa de Brito, dirección de Moacir Chaves, actuación de Paula de Renor y Sandra Possani, en teatro de Cámara Túlio Piva. .

Una mujer (Paula de Renor) habla y discute con la amante (Sandra Possani) de su marido. Amigas en la juventud, evocan, entre reproches y disculpas, sus épocas de contracultura y dictadura militar. El hombre que separó a las amigas se transforma, diálogo a diálogo, en una bisagra que vuelve a unirlas en una relación diferente. La pieza revela su origen literario, un cuento de Ronaldo Correia de Brito: es extensa y media hora antes de terminar los espectadores prevén el desenlace. Inclusive la escena final, que revela el argumento, se extiende en demasía, cuando habrían bastado más significativos, unos segundos.

La puesta en escena de Moacir Chaves es muy aplicada y tiene buen ritmo, logrando un espectáculo que, pese al áspero tema, se hace entretenido e interesa siempre. La interpretación nos permitió rever el arte, sobrio, medido y sentido de la actriz pernambucana Paula de Renor y la exuberancia, no menos artística, de la riograndense Sandra Possani.

“Tempo vicino” y “Organizing demons” por el Ballet National de Marseille, dirección de Frédéric Flamand. En teatro Bourbon Country.

La primera parte, “Organizing demons” (“Organizando demonios”), es, en muchos aspectos una proeza técnica. La coreografía trata de mostrar el movimiento en sus inicios, algo como el latido de un Caos primordial a partir del cual la vida va creándose. Los bailarines se mueven con tal variedad de pasos que a primera vista cuesta creer que aquello responda a un plan preconcebido y no a los caprichos de la improvisación. La realización, sin embargo, no va más allá de lo técnico.

Es siempre admirable y nos sentimos deslumbrados, pero esa luz, como dice Vauvenargues de los consejos de los viejos, ilumina sin calentar, como el sol en invierno. “Tempo vicino”, desde el título en italiano y su alusión a la cercanía se presenta más comprensible, y las evoluciones de los bailarines, ataviados con bellas mallas sobre dos tonos de rojo, tienen un ritmo y una organización a la que, posiblemente, aspiraban aquellos demonios.

“O filho eterno”, de Cristovao Tezza, dirección de Daniel Herz, em el teatro del SESC.

La pieza es el monólogo de un hombre que tiene un hijo mongólico. No hay piedad para el espectador, y se nos muestra al padre extrañamente exultante en vísperas del parto, luego sorprendido, luego rebelde, adaptado, dolido y lo que sigue, con algunas peripecias ulteriores. Es una historia triste, sin detalles vivos y hay algo que roza la extorsión en mostrar, desde un escenario que debe divertir, una pena, presión a la que hay que saber decir “No”.

El artista verdadero procede como Joan Didion, que en el año 2010, mostró delicadamente, y para nuestra felicidad, en el mismo festival “Porto Alegre em Cena” “O ano do pensamento màgico”, donde narra la muerte repentina de su marido, o como Proust narrando la muerte de la abuela o como Rosencof en “Sala 8”. Un escritor no debe confesarse ni exhibir las llagas de su anecdotario: debe extraer, a veces de donde más le duele un objeto delicioso que para el público sólo debe ser placer y alegría. No debe dejar, ni olvidada, en ninguno de sus escritos, la etiqueta con el precio.

El intérprete, Charles Frick, es un actor muy competente, que suele incurrir en la sobreactuación.

”Molly Bloom”, de James Joyce es el final del “Ulysses” y se ha hecho célebre, extrañamente, no por su contenido sino por su ausencia de puntuación y, sobre todo, por sabias disertaciones sobre el “monólogo interior”. Para nuestra felicidad, Cristina Banegas va directamente al grano y dice la historia y confesión de Molly con la energía, franqueza y magnetismo necesarios para revelarnos, a la vez la multifacética personalidad de Molly, simple y entreverada, directa y sinuosa, simpática y detestable, algo de su insignificante marido Leopold Bloom y más de lo que creíamos del tortuoso autor de la obra. En teatro del CIEE.

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