editorial

Liceos: por una policía especial

Se abrió una polémica inusitada entre un pequeño grupo de sindicalistas de Secundaria y el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, sobre la presencia o no de funcionarios policiales en los liceos.

Debemos reconocer que el tema es delicado, que hay distintas visiones para analizar la complejidad de una situación que tiene mucho que ver con la realidad social.

La historia de la educación pública uruguaya, sustentada por una sociedad liberal y democrática, nos estaría recomendando que los uniformados no se hicieran presentes en los centros educativos.

En nuestro imaginario histórico, la Policía en los centros educativos es la presencia de la represión contra el movimiento estudiantil, contra la expresión cívica de las muchachas y muchachos. Contra su vida cotidiana, muchas veces distinta de la predominante en el cuerpo policial.

Es que los mejores centros educativos siempre estuvieron identificados con el diálogo, con el entendimiento, con la construcción de ciudadanía. Fue en este marco que nuestra educación floreció como expresión democrática. Y fue envidia de muchos pueblos del mundo.

Es que la disciplina policial no es la misma que requieren los adolescentes, entre muchas cosas porque no se construye el republicanismo en base a un uniformado poderoso, con autorización de castigo y la posibilidad del porte de armas.

Corresponde a las autoridades la aplicación de las normas de convivencia que deben regir en los liceos, con acuerdo entre docentes y padres, y no a funcionarios ajenos al acto educativo, al ejercicio de la enseñanza.

La sola idea de poner porteros, no se sabe con qué currículum y con qué preparación para atender a la adolescencia, es la muestra de que en ese submundo cultural que es un liceo, las cosas en este siglo ya no se expresan como fue el Uruguay liberal, de muchas décadas atrás.

Por todo esto, por más que no nos guste, hay que considerar sin pasión la posibilidad de la presencia policial, porque por desgracia el comportamiento de la sociedad uruguaya no es aquella siesta liberal de la década del 50.

Hoy hay violencia en la sociedad, pero lo que es peor: está organizada e instrumentada desde centros de poder como el narcotráfico. Y esa violencia se expresa en los centros educativos y en sus aledaños, de forma muy particular.

Seguramente habrá que preparar policías especializados, hasta quizás vestidos con otros uniformes, que sepan diferenciar entre un lío de muchachos y la agresión instrumentada por promotores de la violencia. Pero siempre dirigidos y conducidos por la dirección liceal, donde debe radicarse el único mando.

Estamos ante un tema que no es entre negro y blanco, por eso necesitamos grises para ser eficientes y profundamente respetables y republicanos. Para eso se necesita una policía especial.

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