editorial
Se produjo el primero de una serie de debates entre los dos candidatos presidenciales estadounidenses.
Tradicionalmente estos enfrentamientos mediáticos forman parte de la campaña electoral en aquel país, y muchos les otorgan una importancia capital para decidir a los electores vacilantes por una u otra opción. Probablemente no sea tan así, pero es innegable la incidencia que pueden tener cuando la alternativa que enfrentan los ciudadanos no implica un cambio radical en sus vidas: gane quien gane, no está en tela de juicio el sistema económico, político y social vigente en Estados Unidos.
Con mucho de montaje circense para el que cada contendor cuenta con un ejército de asesores expertos en psicología social y en imagen, el debate se presenta como un match de box en el que cada rival debe exhibir sus destrezas persuasivas pero también su capacidad de dejar mal parado al oponente.
Esa característica de combate singular parece seducir a la población estadounidense, permeable a consignas irreflexivas y sensible a los golpes de efecto; la forma de mirar y de sonreír de cada candidato, el color de la corbata u otro tipo de cuestiones banales pesan más que la profundidad conceptual o la dialéctica que exhiban los rivales.
Decimos más arriba que en la elección de noviembre el elector no se enfrenta a una disyuntiva o a un dilema de hierro; no está en juego un sistema o un modo de producción. Sin embargo, creemos que es un craso error considerar que tanto da que triunfe un candidato o su adversario.
Históricamente, el Partido Republicano ha sido la expresión política de la derecha pura y dura, de las clases dominantes, del liberalismo económico y del conservadurismo más acendrado. Su rival tradicional, por el contrario, apareció siempre como la opción menos fundamentalista (aun dentro del sistema capitalista), más keynesiana, y políticamente más liberal.
Cierto es que Lyndon B. Johnson, una figura que se asocia inmediatamente con la infame guerra de Vietnam, pertenecía al Partido Demócrata; también es cierto que bajo el gobierno del demócrata Obama se mantuvo la ocupación de Irak y sigue existiendo el oprobio de la prisión de Guantánamo.
No obstante, no hay comparación posible entre Bush –padre e hijo– y Clinton, por ejemplo; o entre Jimmy Carter y Ronald Reagan.
Sabemos que Latinoamérica no puede esperar ningún milagro de un segundo período de Barack Obama; pero no debemos soslayar el hecho de que Romney encarna la quintaesencia del imperialismo más descarnado.
Radek Stepanek le ganó 6-4, 7-6, 3-6 y 6-3 a Nicolás Almagro y ganó el quinto y definitivo punto de la serie final ante España. República Checa se consagra campeona después de 32 años.
Defensor le ganó a Bella Vista con una figura excluyente, Diego Rolan, que se ha transformado en el mejor de los violetas por su juego y por sus goles. También fueron buenas figuras Aníbal Hernández y Ramón Arias.
Los aurinegros lograron una victoria importantísima ante Progreso, en partido difícil por lo que propuso el gaucho. Pero el talento de Zalayeta y fundamentalmente del “Lolo”, determinó que Peñarol ganara 3 a 1 y mantiene la punta del apertura en solitario
La senadora Lucía Topolansky habló esta mañana con radio Montecarlo y se refirió a la salud del presidente. Indicó que “viene evolucionando bien” y bromeó con que la ansiedad por regresar a la actividad lo tiene “como pichicho atado a una cadena”.
¿El Frente Amplio retomará la celebración del 5 de febrero en la calle o no prevén convocar a un acto de masas?
Para el secretario político del Frente Amplio (FA), Gerardo Rey (Frente Líber Seregni), la nueva conducción de la coalición y la coordinación con el presidente José Mujica, permite a la izquierda alcanzar un discurso “unificador” y a retomar la política de consenso.