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Inflación y política macroeconómica

Alberto Couriel PUBLICADO el Miércoles 24 de octubre, 2012
Alberto Couriel

En estos días vuelve a aparecer en el tapete el tema de la inflación, por la posibilidad de que pueda llegar a alcanzar el 9% anual. En los últimos años la inflación ha estado relativamente controlada, manteniéndose en el nivel de un dígito. Con una combinación de políticas ortodoxas, especialmente por parte del Banco Central, y algunas heterodoxas desde el Ministerio de Economía y Finanzas, se ha logrado no llegar al 10%.

Cuando se analizan las subas del Índice de Precios al Consumo (IPC), los sectores que se ubican por encima del promedio son alimentos y bebidas no alcohólicas, vivienda, salud, muebles, artículos y productos para el hogar, educación, restaurantes y hoteles y bienes y servicios diversos. En rubros relevantes como alimentos y vivienda pesan los precios internacionales de los alimentos y del petróleo, que influye sobre el gasto de electricidad de los hogares y en el costo del transporte. En el mes de setiembre son notorios los aumentos en la carne y en frutas y verduras. Estos últimos normalmente se ven influidos por problemas climáticos. Los precios de salud aumentan, en servicios médicos y hospitales, por razones de costo, al igual que los incrementos en educación.

En el mismo mes suben los precios de transporte de pasajeros por aire, derivado del cierre de Pluna; y en setiembre también tienen aumentos significativos los servicios postales y los cuidados personales. Esta descripción de los aumentos de precios internos nos ayuda a comprender las causas de tales subas, donde influyen decisivamente los precios internacionales de los alimentos y el petróleo y aumentos de costos internos en educación y salud. Con buen criterio se intentan acuerdos de precios con los supermercados, los frigoríficos y otras industrias de manera coyuntural. Se han limitado las subas de tarifas de los servicios públicos para contemplar los objetivos antiinflacionarios.

Se justifica menos el aumento de la tasa de interés de referencia, que no tiene ninguna incidencia directa sobre los precios internos. En realidad se hace porque así lo marcan los libros de texto y deja conformes a los operadores del mercado financiero, que lo entienden como un instrumento para bajar el tipo de cambio nominal con objetivos de estabilización de precios. Esto es lo que ocurrió de inmediato. Como lo venimos manifestando en diversas notas anteriores, las monedas más apreciadas en América Latina son las de Brasil, Uruguay y Colombia, afectando la competitividad de los productos de exportación y de los rubros que compiten con las importaciones. En muchos productos la apreciación de la moneda nacional se ha visto compensada por los aumentos de los precios internacionales de dichos rubros. Otros se han visto notoriamente afectados, siendo muy relevante que los afectados sean los de mayor valor agregado y de mayor contenido tecnológico.

La oposición y los economistas ortodoxos toman el tema de la inflación para profundizar las críticas al gobierno, que no pueden realizar sobre otros temas económicos. El país mantiene un fuerte ritmo de crecimiento económico, descenso del desempleo abierto, bajas de la pobreza y de la indigencia y mejoras en la distribución del ingreso. Ponen el énfasis en la inflación para mostrar elementos ideológicos como el ataque al Estado, por los aumentos del gasto público y por la política salarial. Suponen que las causas de la inflación derivan de la demanda interna y, por lo tanto, proponen descensos en el crédito con el aumento de la tasa de interés, caída del gasto público y menores aumentos de salarios.

Si uno toma los rubros de mayores aumentos en el mes de setiembre, no son consecuencia de aumentos en la demanda interna. No lo son los aumentos en la carne, ni en las frutas y verduras, que es un problema de oferta, ni en la electricidad, ni en los servicios médicos ni hospitales, ni en el transporte de pasajeros por aire, ni en los servicios postales. Pero algunos libros de texto explican la inflación por los aumentos de la demanda interna y ello coincide con elementos ideológicos en las propuestas como el ataque al Estado y a los trabajadores. Además, el aumento de la demanda interna se cubre en importante medida por la vía de las importaciones, que no podrían ser inflacionarias dado el descenso del tipo de cambio nominal. Por otro lado, el gasto público y los salarios atienden demandas del programa del Frente Amplio. En el gasto público importa el gasto social que permite atender sectores sociales como salud y educación, disminuir la pobreza y la indigencia y mejorar la distribución del ingreso. A través de la política salarial se busca mejorar la distribución funcional del ingreso y avanzar hacia una mayor equidad en las relaciones capital-trabajo.

Los aumentos de los precios internacionales de los productos de exportación, del gasto público y de los salarios se ubican en el centro del fuerte dinamismo económico de los últimos años de la economía uruguaya. Todos deseamos contener la inflación, pero a veces surgen distintas opciones. Si bajar la inflación a cero significa caída del PBI y aumento del desempleo, no la considero una buena opción. Si en cambio tengo una inflación de 5% pero ello significa aumentos del PBI y mejoras en el empleo, sin duda voy a preferir esta segunda opción. Esto nos lleva a considerar los objetivos prioritarios y los instrumentos a utilizar en las políticas macroeconómicas de corto plazo.

Para los bancos centrales la prioridad generalmente es la estabilización de precios. Para ello, restringir la política monetaria con aumentos en la tasa interés, alcanzar el equilibrio fiscal bajando el gasto público y reducir los salarios reales. Para nosotros la política macroeconómica debe contemplar la estabilización de precios, el crecimiento, la mejora del empleo y la propia competitividad. Lo intenta la Reserva Federal en EEUU, pero no la ortodoxia de la Unión Europea con los brutales ajustes económicos a los países deudores con déficit fiscal, generando profundos problemas económicos, sociales y políticos.

A la inflación, dependiendo de su nivel, hay que combatirla por sus causas específicas y en lo posible sin afectar el crecimiento ni la competitividad. En el caso de Uruguay se combate la inflación, no a costa del crecimiento, pero sí a costa de la competitividad, lo que seguramente generará problemas y dificultades en el futuro. La política macroeconómica debería adecuarse a la estrategia de desarrollo, a la visión de mediano plazo de la futura estructura productiva que atienda una dinámica inserción económica internacional, atendiendo al valor agregado y al contenido tecnológico. No hay estrategia de desarrollo y es uno de los principales desafíos de este gobierno. Tampoco hay políticas sectoriales y ello facilita que la política macroeconómica se centralice en el combate a la inflación.

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Un Comentario

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  1. A ver curiel, si suben por los precios internacionales la inflación, te la llevo (petroleo en particular), Pero que suban los alimentos QUE PRODUCIMOS??? y para que reciben becas y financiamiento la ANII??y los grandes cientificos de nuestra academia?para estudiar el mal de chagas??, y las empresas? para mejorar los procesos(gestion,no producto) de calidad y no la producción?.
    Ta bien que no investigamos en como mejorar los tratamientos de la tierra,no mejoramos el riego,no mejoramos la capacidad productiva por hectárea,siguen siendo casi inexistentes los procesos posteriores que le agregan valor a los productos del agro(carne y agricultura), todo bien,y para eso, IMPORTAMOS LO QUE PRODUCIMOS DE ISRAEL O CANADA O POLONIA O AUSTRALIA??decime que es un mal chiste de los rosados… dale…
    Pero si seguimos en la vueltita de soportar al dolar, para que los señoritos exportadores cobren, lo transformen en indexada por un mes y luego recompren el mismo dolar… es transferenca a los ricos..