cacerolazo
La imponente movilización y cacerolazo que el jueves pasado convocó a decenas –y tal vez centenares- de miles de ciudadanos argentinos a lo largo y ancho del país, formuló interrogantes de compleja dilucidación, al tiempo que obligó a los políticos locales a posicionarse en relación a ella, independientemente del grado de comprensión que tuvieran. Hasta el mayor conductor televisivo de la banalidad, productor de fatuas famas y eximio guionista de querellas intimistas y humillaciones, Marcelo Tinelli, se vio obligado a sustraer algún valioso culo de la pantalla para referirse al fenómeno, caracterizado esta vez con un rictus de seriedad. Su tesis, previsiblemente simplista, logró describir parte de la epidermis del fenómeno social hasta con algo más de aproximación que la mayoría de los políticos profesionales, incluyendo obviamente entre ellos al propio gobierno, aunque se aproximara a adyacencias del discurso oficial. Sostuvo la existencia de una agresiva polarización –poco importa que le atribuyera rasgos negativos- en la vida social y la cotidianeidad. Pero tal polarización no es indeseable para dirigencia política de signo alguno, aunque menos aún para los opositores. Referentes como Francisco de Narváez, hasta hace poco aliado del derechista Mauricio Macri quien dirige la ciudad de Buenos Aires, o el radical cordobés Oscar Aguad se apresuraron en proponer la idea de “unir” a la oposición, que en última instancia es algo así como institucionalizar electoralmente esa polarización. Parten del supuesto nada improbable de que el kirchnerismo se derrumba en las próximas elecciones legislativas y que podrían en consecuencia repartirse entre todos el botín electoral evitando confrontaciones entre sí.
El fenómeno no es infrecuente en la casi totalidad de las democracias liberales, donde la participación ciudadana está restringida al acotado lazo fiduciario marketinizado e implementado mediante el voto periódico en el que las diferenciaciones cualitativas se diluyen en grandes opciones partidarias con sus listas sábana de candidatos. La ausencia de programas y de control sobre su ejecución corona la subordinación de la ciudadanía al zapping electoral entre un par de opciones o a lo sumo escasas. La pulsión hacia la unificación opositora, que nos resultó tan indispensable y eficaz durante los terrorismos de estado, reemerge hoy derechizada, ante los tibios progresismos del sur. Sucede en Uruguay donde los rancios partidos del statu quo pergeñan aliarse, tanto como en Venezuela o en Argentina. Es que con tales reglas institucionales de juego, resulta casi un camino obligado. En consecuencia, la pregunta cualitativa fundamental no es si se verifican tales polarizaciones, sino sobre la zona de la frontera que traza la cartografía política en cada caso.
Además de las incógnitas irresueltas, algunas certezas sin embargo es posible extraer de esta última experiencia; específicamente argentinas unas, y más generalizables otras. La primera es el lugar privilegiado que, desde la experiencia insurreccional de diciembre de 2001, se le otorga al cacerolazo como forma de protesta. Aquel hito histórico dejó huellas indelebles en la sociedad civil, o en buena parte de ella, a la que con mayor o menor justificación apela, mucho más que por su sonoridad, por la memoria rebelde a la que convoca y la potencia de sus resultados pasados. La segunda es la apropiación de la movilización y la protesta por parte de los sectores acomodados de la sociedad y por las derechas políticas, que en Argentina tuvo su máxima expresión en el 2008 durante las movilizaciones y piquetes de los terratenientes conducidos por la tradicional sociedad rural. En este caso, no parece haber conducción alguna. La tercera es la apropiación de los dispositivos tecnológicos de comunicación y las llamadas redes sociales como medio convocante y organizador. La cuarta es la volatilidad de las opiniones y preferencias políticas de una proporción significativa de la ciudadanía argentina que pasó de piquetear al gobierno en los pueblos rurales cuando el conflicto agrario a votarlo allí mismo dos años después, o a darle la ciudad a la derecha en la principal ciudad para hacerlo por el gobierno a los pocos meses.
Las redes sociales parecen operar como nodos concentradores de preferencias mucho más ideológicas que las meramente personales, a pesar de los esfuerzos -particularmente de facebook- en contrario. Tal vez sea por eso que ni me enteré de la convocatoria ya que pareciera que no tengo contactos o amigos entre los convocantes, o tal vez porque soy un pésimo usuario circunstancial y dominguero que sólo se conecta para subir algo de producción propia y se me pasó alguna “publicación” al respecto. Escuchar las tan estridentes cacerolas y bocinazos y asomarme a la ventana para ver las primeras manifestaciones disparó primero mi sorpresa y luego la curiosidad para bajar a la calle a interrogar a los protagonistas sobre sus razones. Caminé por mi barrio y me detuve en cada esquina de concentración aunque logré sonsacar mucho más de las improvisadas pancartas de algunos manifestantes, que anoté en el celular, que de las respuestas de otros sobre sus motivos ya que no iban más allá de un genérico “estamos contra el gobierno”. Buena parte de ellas eran respuestas telegráficas a discursos de la Presidenta con sus declamaciones y omisiones, o a políticas puntuales mientras otras se basaban en generalizaciones sobre el estado del país, a cual más reaccionaria. Así se sucedieron heterogéneas referencias a la corrupción impune, al intento reeleccionista a través de la reforma constitucional, a la inseguridad, a la inflación y a las mentiras estadísticas, al cepo cambiario, al autoritarismo, al uso de la cadena nacional para transmitir actos políticos, entre otras.
Por ejemplo, “Cris, a vos no te tenemos miedo” o bien “miedo sólo se le tiene a los déspotas” responde puntualmente a un reciente discurso presidencial en el que sostuvo que sólo habría que “temerle a dios y un poquito a ella”, un exabrupto que refuerza un imaginario de soberbia y desprecio que se viene agigantando en sectores cada vez más amplios de la población. Ninguna de las acusaciones y críticas que desordenadamente portaban varios de los manifestantes y que puntualicé hasta aquí, es ilusoria o minimizable. Forman parte de una realidad argentina insoslayable. Cierto es también que convivieron con otras pancartas que claramente formaban parte del arsenal ideológico de la peor derecha, como “ni Cuba ni Venezuela: Argentina” o bien “esto es una diktatura”.
La respuesta del Jefe de Gabinete, Juan Abal Medina, un colega de mi propia facultad con el que otrora convergimos en actividades y horizontes político-académicos no hace más que confirmar varios motivos de la protesta por la elusión grosera de las demandas insinuadas. Al apelar al argumento ad-hominen, que para la lógica es un tipo particular de falacia que elude rebatir una aserción mediante la desacreditación del enunciante, refuerza las omisiones enfáticamente denunciadas en la manifestación. Lo hace en dos pasos. El primero, empíricamente falso, al intentar desacreditarla en magnitud y con ello a la izquierda: “cualquier movilización de la izquierda junta la misma cantidad”. El segundo, más ajustado a la realidad fáctica en lo que a Buenos Aires refiere, al aludir a los barrios más pudientes como los de mayor densidad movilizatoria aunque para reforzar el desprecio culminó con la pretendida ironía de sostener que no pisaban el césped de la Plaza de Mayo para no ensuciarse. Efectivamente salieron a la calle, en gran proporción aunque no exclusivamente, los sectores sociales más acomodados, pero de allí no se sigue mecánicamente que sus demandas sólo persigan la reproducción exclusiva de sus privilegios.
La lucha contra la corrupción y la vigencia de la justicia, la defensa del poder adquisitivo mediante el combate a la inflación y la veracidad de sus indicadores, la oposición a una triple reelección, por ejemplo, son banderas que la derecha pretende capitalizar porque fueron abandonadas por el oficialismo, o peor aún, motivadas por él. No intento minimizar el oportunismo derechista. No se me escapa que a la movilización asistió Cecilia Pando, organizadora de marchas y actos en defensa de los genocidas a los que considera presos políticos y hasta que ya le puso fecha a una nueva convocatoria para el 1° de octubre. Menos aún devalúo algunas medidas encomiables del gobierno como el juicio a los represores, la recuperación de algunas empresas públicas, una política económica anticíclica aunque con claroscuros, algunas iniciativas legislativas incluyentes, cierto alineamiento de política exterior, entre varias otras, aunque rechazo el chantaje de aceptar que sea al costo de la más profunda descomposición institucional y corrupción y más aún, que su continuidad se garantice reponiendo ad-eternum a sus ejecutores. Si el oficialismo no logró construir otra estructura política que la de un cenáculo amiguista que decide en las sombras y otro medio de relación con las masas que el televisivo, tendrá que admitir que llegado el tiempo institucional deberá producir un personaje o bien aceptar el “game over”. A diferencia del plano político-económico, en el institucional, cultural y comunicacional, y si se nos permite forzar a Carl von Clausewitz, el kircherismo es el menemismo por otros medios.
Ni el kirchnerismo es el progresismo que pretende construir en su discursividad, ni varias de las demandas de esas masas recientemente movilizadas que en breve expuse, son inventos derechistas. Efectivamente el país está polarizado por mucho más que por la agresividad de los más privilegiados.
Como en todo país sin izquierda real, la frontera está inestablemente mal trazada.
Luego de la victoria carbonera ante Bella Vista, Peñarol fijó los precios para el próximo fin de semana, cuando el equipo aurinegro enfrentará a Cerro. Van desde los 60 a los 320 pesos.
Nacional y Defensor, que comenzaron el torneo cediendo dos unidades producto de un empate entre ellos, rápidamente alcanzaron la punta de la tabla.
España, que derrotó a Estados Unidos en Gijón, y República Checa que hizo lo propio ante Argentina en Buenos Aires, jugarán la final de la Copa Davis a mediados de noviembre en tierras checas
Se realizó ayer domingo, tal como estaba previsto, el primero de los dos homenajes recordatorios a la figura del dirigente político y social Enrique Erro, en el cementerio de la ciudad de La Paz.
Mi padre me dijo un día que me iba a sentir viejo el día que los amigos me pidieran que hablara en los entierros y en los aniversarios de la muerte.
“Tenemos una ley para cumplir y lo estamos haciendo” sostuvo el vicepresidente de la República, Danilo Astori, al sostener que se debe cumplir con la subasta de los aviones de Pluna antes de diseñar otra propuesta.
amod
16 septiembre, 2012
18:19
Este escrito , coincidente con el de Sarlo, muestra a las claras que la intelectualidad democratica y respònsable de la argentina ,siente una profunda inquietud al no ver concretizarse el acceso a este espacio político progresista vacío por parte de un agrupamiento corajudo y emprendedor.
Supongo que insistir es lo necesario