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consecuencias de la imagen

Susana, las “religiones serias”

Gonzalo Perera PUBLICADO el Martes 11 de septiembre, 2012
Gonzalo Perera

Es conocido- y cuasi inverosímil- el supuesto entredicho entre el Club Atlético Peñarol y una “bruja”. A ella habría recurrido un dirigente carbonero para quebrar la mala racha deportiva en el 2009. Le habría abonado el 50% de la suma pactada en el momento, y el saldo del 50% se pagaría contra la consagración aurinegra. Conducido por Diego Aguirre, el aurinegro obtuvo el Uruguayo 2009-2010 y tras la consagración, los haberes impagos de la bruja habrían torcido la suerte carbonera hacia la desgracia.

Hasta aquí lo expuesto en la prensa deportiva, que recibí con asombro. Tiendo a pensar que la mala suerte deportiva de Peñarol es fruto de una mala gestión institucional, y no de ninguna brujería, y la fractura de “Tony”, una desgracia que le puede ocurrir a cualquier futbolista. Pruebas al canto: cuando en la Libertadores 2011 Peñarol sumó excelente estado físico a jugadores en plenitud adecuados para el planteamiento táctico de su técnico Aguirre (Valdez, Martinuccio, Olivera, etc.), si bien no conquistó el Uruguayo, fue vicecampeón de la Libertadores. Y eso pese a decisiones arbitrales que le perjudicaron, como la ausencia de sanción a Neymar ante su criminal planchazo a Alejandro González en la segunda final, momento exacto en que Neymar logró por primera vez desprenderse del marcador aurinegro para terminar haciéndose presente en el tanteador. Todo indica que cuando Peñarol hace las cosas bien, en general le va bien, y que en todo caso, está preso de un nerviosismo excesivo, que impide razonar fríamente y comprender cosas tan evidentes como que las divisiones formativas no se recuperan en pocos años tras un prolongado descuido, sino en procesos largos y sostenidos. Como el que hizo- en todo este tiempo- Nacional, “sacando” varios jugadores de primer nivel por generación desde hace años. Trabajo bien planificado y ejecutado, y no suerte o brujería, parece ser la explicación más lógica.

El domingo 9 de setiembre por la noche, el programa “Bendita TV” (canal 10, uno de los de mayor rating y que transita el terreno del humor) emitió una crónica sobre la “bruja” de Peñarol. En parte de ella, aparecía la mae Susana Andrade, en una entrevista de años atrás, posando su mano sobre una camiseta aurinegra con el número 8 en su espalda (la de “Tony”). Descuento que no residió mala intención en nadie, sino inadvertencia, pero ante un hincha de Peñarol muy dolido por la doble fractura de su ídolo, ante los rumores de brujería sumados a la insensata identificación del umbandismo con la brujería que aún permea nuestra sociedad, esas imágenes bien pueden haber expuesto a Susana Andrade al odio o animadversión de más de siete. A la mañana siguiente, “Buen Día Uruguay” (canal 4) volvió por el mismo trillo. Si Susana Andrade es objeto de desprecio o agresiones por parte de hinchas descontrolados (que nunca faltan), que se hayan “manijeado” con esas imágenes…¿quién se hará responsable por una exposición tan poco oportuna?

Las religiones traídas a nuestras tierras a sangre y fuego por los conquistadores europeos son consideradas- en la mayor parte de nuestra sociedad y sobre todo en los círculos del poder- como “serias”. Entre tanto las regadas por el dolor y el sufrimiento del cautiverio (las de los pueblos originarios o de origen africano) son despreciadas y homologadas a la “brujería”. Si el Cristo redentor volviera y debiera optar entre una distinguida y fastuosa catedral, o los gestos de gratitud quechuas y aymaras ante la Pacha Mama y su generosidad, o el atabaque y su recordatorio del desarraigo, de la supervivencia de la espiritualidad al látigo, al grillete, y al terror… ¿dónde se sentiría más cómodo?

En el tratamiento ligero e inmerecido de la imagen y figura de Susana Andrade subyace, sin duda alguna, el menosprecio eurocéntrico y clasista a las manifestaciones religiosas de origen en los pobres y explotados de América. También subyace la excesiva consonancia de los distintos grandes medios de comunicación social de Uruguay, tema al que me he referido varias veces y que apela urgentemente a una ley de medios.

Pero a espera de la resolución de lo general, y partiendo de la base de la buena fe de los trabajadores de los medios involucrados en el caso particular, es de rigor corregir una muy desafortunada exposición mediática que arriesga a una persona de bien de manera completamente injusta e injustificada.

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